
Imagine que, a partir de hoy, le arrebataran todas las palabras del diccionario que empiezan por 'A' para poder comunicarse. ¿Cómo le afectaría este límite? ¿Se comunicaría igual? ¿Sentiría algún tipo de frustración? Probablemente, mucha. La buena noticia es que esto sólo es una suposición y no una limitación más de las que ya nos exige el estado de alarma por la crisis del coronavirus. La mala, que el uso generalizado de mascarillas que se impondrá sin pausa en la población provocará un efecto parecido en nuestra comunicación.
En 1972, el psicólogo iraní Albert Mehrabian, actual profesor emérito en la Universidad de California (EEUU), publicó un estudio que le catapultó al estatus de eminencia en el campo de la comunicación no verbal. Mehrabian reveló una regla de pesos en la composición de la mayoría de los mensajes interpersonales: un 7% del mensaje lo configuraba el lenguaje verbal, las palabras; un 38%, los factores vocales, el tono, ritmo o volumen de la voz; y un 55% lo ocupaba el lenguaje no verbal, específicamente, la expresión facial.
Si la expresión facial se lleva más de la mitad del pastel a la hora de comunicar un mensaje de manera efectiva, parece oportuno reflexionar sobre las consecuencias que tendrá el uso de las mascarillas en toda la población. Este instrumento de prevención contra el contagio del coronavirus cubre prácticamente todo el rostro, exceptuando los ojos, que quedarán como nuestros únicos aliados para comunicarnos. ¿Serán suficientes? "Al principio, no", explica a elEconomista la psicóloga Maribel Miñaca. "Las expresiones faciales nos ayudan a identificar emociones y a comunicarnos a través del lenguaje no verbal. La 'nueva normalidad' con mascarillas va a dificultar esa comunicación", incide.
Con las mascarillas, la expresión facial se verá limitada solo a los ojos; habrá gente que exprese mucho con los ojos y otra que no. La manera de transmitir a la otra persona va a suponer un cambio en la comunicación importante
Pese a que normalmente no les concedemos la importancia que merecen, los gestos, las muecas faciales o las sonrisas constituyen un alfabeto capital en la transmisión de mensajes entre las personas. Con un peso incluso mayor que aquella letra 'A' que habíamos temido perder durante unos instantes. Los bebés, por ejemplo, se comunican únicamente a través de la expresión facial con quienes les rodean. Para colectivos como las personas sordas, el lenguaje no verbal expresado a través del rostro resulta fundamental. También para profesionales de actividades en las que la empatía cobra un valor precioso, como los sanitarios o los educadores.
Aunque reconoce que algunos grupos se verán más impactados por esta limitación, la psicóloga avisa: "Todas las personas nos vamos a ver afectadas, también el ciudadano medio". Y utiliza el ejemplo del uso de WhatsApp, la aplicación de mensajería instantánea caracterizada por las constantes malinterpretaciones surgidas por la ausencia de esa parte de lenguaje no verbal que queda excluido, pese al esfuerzo de los emoticonos. "Nos va a costar mucho porque una parte de nuestro lenguaje no verbal la vamos a perder", asegura. La empatía o la escucha activa quedarán gravemente mermadas en esta etapa llena de incertidumbre social, política y económica. La enfermedad de la COVID-19 ya ha provocado más de 250.000 muertes y casi cuatro millones de contagios en todo el mundo, a fecha de hoy.
"Con las mascarillas, la expresión facial se verá limitada solo a los ojos; habrá gente que exprese mucho con los ojos y otra que no. La manera de transmitir a la otra persona va a suponer un cambio en la comunicación importante", argumenta esta profesional especializada en el ámbito de la intervención social.
Por el momento, el uso de las mascarillas ha quedado regulado con carácter obligatorio en el transporte público, pero el Ministerio de Sanidad ya lo recomienda en cualquier lugar cerrado con presencia múltiple de personas. Sus beneficios en la prevención de contagios del virus detectado por primera vez en Wuhan apuntan a que su uso se regule en cada vez más ámbitos, como en el educativo, donde el intenso contacto entre los estudiantes dispara los contagios.
El impredecible lenguaje de los ojos
El problema de los ojos como herramienta comunicativa es que su lenguaje es el menos controlable para los seres humanos, ya que sus códigos se caracterizan por una comunicación prácticamente inconsciente. Pocas personas tienen la capacidad de dominar la forma en la que miran, cómo mueven sus globos oculares o el tamaño de sus pupilas. Investigadores de la comunicación no verbal centrada en ellos han demostrado la existencia de un alfabeto de las pupilas que, sin embargo, pasa desapercibido.
En condiciones normales de luz y visibilidad, las pupilas se agrandan ante un estímulo agradable o atractivo; y se contraen ante un objeto que produce temor o rechazo, hostilidad. Cuando los ojos se mueven hacia la derecha, activan funciones cerebrales ligadas a la memoria. Si lo hacen hacia la izquierda, se activa la zona de la creatividad o del cálculo de situaciones, lo que se ha relacionado como signo de mentira. Pese a su riqueza, el lenguaje de los ojos ofrece pocas certezas que puedan resultar efectivas para enriquecer la interacción personal.

La conclusión parece clara: los ojos, pese a su enorme capacidad expresiva, resultarán insuficientes al principio y necesitaremos apoyarnos en otras partes del cuerpo, como las manos. Eso sí, no sucederá de la noche a la mañana. "Tendremos que cambiar", asegura Maribel Miñaca. "Nos adaptaremos como nos hemos ido adaptando desde que estamos en el mundo. Aunque llevará un tiempo".
La psicóloga, que actualmente trabaja en la ONG Nuevo Futuro, señala además que nuestra comunicación no verbal sumará un nuevo límite producto de la era pandémica: la distancia social. La recomendación de situarse a entre 1,5 y 2 metros de distancia con respecto a otros individuos complicará la comunicación interpersonal, especialmente en culturas como la mediterránea: "Nuestra cultura es muy de tocar, de abrazar y mantenernos cerca, de besarnos. Es una manera de empatizar que tenemos. Esto, unido al uso de las mascarillas, va ser un cambio importante a la hora de relacionarnos".
La pérdida de empatía del médico o el enfermero con su paciente, o del profesor con alumnos en un escenario de rostros tapados condicionará sensiblemente su actividad profesional
Miñaca, especializada en la atención a niños y adolescentes en riesgo social, reflexiona asimismo sobre el impacto que estas limitaciones tendrán para profesionales de la salud y de la educación, especialmente en lo referente a la etapa infantil o en hogares de protección de menores vulnerables. La pérdida de empatía del médico o el enfermero con su paciente, o del profesor con alumnos en un escenario de rostros tapados condicionará sensiblemente su actividad profesional.
De la misma manera que los sociólogos aguardan con interés cómo variarán las conductas de las personas en los meses venideros, una vez se haya consolidado la convivencia necesaria con un virus aún sin vacuna, los psicólogos se mantienen en la expectativa de qué provocará en el plano de la comunicación. "Tendremos que ir viendo lo que pasa, porque es algo nuevo para todos", concluye esta profesional.