
Los mercados de renta variable y bonos empiezan a moverse al mismo compás después de que en los últimos meses hayan bailado diferentes músicas a diferentes ritmos, una señal de que los inversores podrían estar perdiendo la fe en el tan cacareado reflation trade de Donald Trump.
El Dow Jones ha sumado más de 1.000 puntos en lo que va de año, hasta cerrar el viernes en los 20.821,76 puntos, un nuevo récord para el principal índice norteamericano. El caso es que el precio de los bonos también está subiendo, reduciendo el rendimiento de la última emisión del Tesoro de EEUU a 10 años hasta el 2,317%, la más baja desde finales de noviembre. Los rendimientos caen a medida que sube el precio de los bonos.
Este hecho refleja un claro cambio de tendencia del comportamiento del inversor con respecto a los últimos meses, según recoge The Wall Street Journal. A finales de año los traders vendían bonos para comprar acciones, anticipando que el tan anunciado estímulo fiscal de Donald Trump -rebaja de impuestos y aumento del gasto público- llevaría a una aceleración del crecimiento del país y a la esperada reflación -vuelta a la inflación después de años de deflación o inflación mínima-, una apuesta conocida como reflation trade.
El nuevo patrón abre el debate
Sobre el parqué ya hay quien cree que el creciente mercado de bonos, a menudo visto como un refugio para los inversores, es una advertencia de que los activos de mayor riesgo -acciones, bonos corporativos y activos de mercados emergentes- pueden estar sobrevalorados. El Dow Jones cerró con la del pasado viernes su decimoprimera sesión consecutiva marcando máximos históricos, la racha más prolongada desde 1987, año del conocido lunes negro... ¿Se atisba un crash? El oro y los bonos se mueven como antes del Lunes Negro de 1987.
James Sarni, socio gerente de la firma de gestión de activos Payden & Rygel, se encuentra entre los inversores que compraron bonos del Tesoro en las últimas semanas. "El mercado de bonos está mostrando una visión más realista sobre la perspectiva de la política fiscal de la que está enseñando el mercado de valores", explica Sarni.
Por su parte, Julien Scholnick, gerente de cartera en Western Asset Management, indica que compró bonos del Tesoro a principios de este año cerrando sus posiciones en los bonos basura. "En algún momento acciones y bonos deben reconciliarse", apunta Scholnick.
En el otro lado de la balanza se encuentran los que aún confían en que los activos de mayor riesgo sigan su empuje alcista. Apoyan su teoría en diversos factores, la mejora de las perspectivas económicas de EEUU, Europa y China, la recuperación de los beneficios empresariales en EEUU tras la reciente caída, el más que probable aumento a corto plazo de los tipos de interés de la Reserva Federal (Fed) y que los bancos centrales de la zona euro y Japón continúan comprando bonos.
¿Fase bajista?
El escollo en el camino de la renta variable no es tanto la implementación de los planes económicos del inquilino de la Casa Blanca sino el comportamiento de los rendimientos del bono del Tesoro a 10 años, aunque ambos factores estén implícitamente relacionados.
Según la última encuesta global a gestores de fondos que elabora Bank of America Merrill Lynch, en estos momentos la rentabilidad del Treasury "es demasiado baja como para entorpecer la carrera alcista de la renta variable patria". Aún así, el 64% de los gestores sondeados estimaron que si el bono americano tocase niveles de entre el 3,5% y el 4% podríamos entrar "en un mercado bajista".
Teniendo como referencia este punto de inflexión, se puede comenzar a hacer cábalas sobre cuánto recorrido tienen todavía las acciones de las cotizadas norteamericanas. "Consideramos que durante las próximas semanas, el mensaje derivado de las actas de la Fed y el discurso de Trump ante el Congreso el próximo 28 de febrero siguen poniendo una presión alcista en los tipos de interés", señala Ralf Preusser, analista de BofAML. Precisamente, el banco estima que el bono americano a 10 años terminará el año con un rendimiento del 2,85%.
Quien fuera el rey de la renta fija, Bill Gross, gestor de Janus Capital, advertía a comienzos de este mes que si el Banco Central Europeo y el Banco de Japón eliminasen su dieta a base de bonos soberanos "la rentabilidad del Treasury a 10 años subiría rápidamente al 3,5% y la economía de Estados Unidos estaría abocada a una recesión". Dicho esto, "la bondad" de los bancos centrales internacionales servirá de colchón para que esta subida sea algo más gradual y su efecto en la renta variable siga siendo limitado, por no decir inexistente.