
La efervescencia de la subida en bolsa del mes de noviembre se ha cocinado a una velocidad inesperada. Cualquier cartera de exposición al clásico 60/40 (renta variable/renta fija) debería cerrar el año con una rentabilidad superior al 10%.
Lo que ha hecho la bolsa en noviembre es sobreponerse del pánico extremo en el que concluyó octubre, comprando que 2024 será el año de la bajada del precio del dinero, y que además se producirá un recorte de los tipos de interés ordenado porque la economía sorteará la recesión. Las bolsas han declarado oficialmente el estado de felicidad, y lo han hecho incluso con la convicción de que no puede pasar nada malo, incluido que el próximo 5 de noviembre, en las sexagésimas elecciones en EEUU, Trump resulte ganador. Hemos olvidado que la noche electoral que salió elegido los futuros de Wall Street se pusieron de un rojo desconocido hasta que vimos aparecer la Covid.
Declarado el estado de felicidad bursátil, también se ha instalado en mercado otra tradición: Wall Street se empieza a pagar caro y la bolsa europea está todavía barata frente a los multiplicadores de beneficios históricos. ¡Un clásico! Nada nuevo bajo el sol de la inversión cuando se pega un calentón el mercado. Incluso en el caso de que el guiso se arrebate dejará la bolsa americana con algo de descuento y la europea con mucho.
Aunque la posición estratégica para quien pretende estar en bolsa es mantenerse siempre en mercado, la lógica invita a pensar que después de un exceso como el que se ha vivido tácticamente habría que recoger algo de carrete ante el temor de que el guiso rápido sea una desaguisado. Cruzar el 10.000 del Ibex, que se ha vuelto a llevar la portada de los diarios económicos, es algo anecdótico porque se ha hecho 65 veces desde que se consiguió por primera vez en 1998. El Ibex con dividendos lleva las últimas semanas en máximos históricos, y es difícil que en un cierre de año alcista dé muestra de agotamiento y posibilite la oportunidad de entrar a un precio otra vez atractivo, para lo que se tendría que producir una corrección del 10%.
Los años alcistas como el actual no suelen coincidir con una capitulación de los inversores, y suelen servir para comerse la potencial ganancia del año próximo. Si el estado de felicidad se intensifica en diciembre seguramente tendremos que admitir que se pondrá muy cuesta arriba esa intuición de que 2024 será el año que acabe con la maldición de los años pares, tras los desplomes de 2018, 2020 y 2022.
Hay un factor que invita a pensar que en diciembre se producirá una contención de las subidas de noviembre. Y es la posición táctica de mucha carteras estándar, esas que ganan más un 10% anual, y que en el examen de fin de año y planificación del que viene aprovecharán para acelerar el trasvase de lo que ganan en bolsa a una renta fija en la que el 4%/5% de ganancia es casi seguro.