
Cada cierto tiempo, los profanos del mercado recuerdan que existen las posiciones cortas. Se hable de invertir en corto, posición bajista o venta al descubierto, al final se trata de apostar a la contra sobre algún activo. El concepto puede chocar a los neófitos de la inversión y de hecho colisiona con los preceptos religiosos y morales de algunos inversores. Lo delicado de apostar al derrumbe de algo es que, en situaciones excepcionales o de crisis, las autoridades prohíben esta operativa. Con el truculento 2022 que llevan las bolsas, esta práctica vuelve a encontrar altavoz.
"El uso de posiciones cortas para gestionar el riesgo y adoptar una visión direccional sobre una acción o mercado era un arte que había quedado en el olvido para muchos después del imparable repunte de la renta variable en los últimos años. Pero ya no más", señala Ben Laidler, estratega de mercados de eToro. El analista destaca la potencial resurrección de esta operativa con el mal año que lleva Wall Street, golpeado especialmente por el giro hacia el endurecimiento de la Reserva Federal de EEUU ante la galopante y persistente inflación.
El S&P 500 ha bajado un 20% este año, su peor comienzo desde 1970, superando ese porcentaje en momentos puntuales y, por tanto, entrando en mercado bajista. Como apunta Laidler, la cantidad de sesiones en el -2% está cerca de cuatro veces su media. Haciendo un repaso a la historia más cercana, solo lo supera la crisis financiera mundial. El clima parece propicio para la inversión en corto. Además, añade el experto, el interés en posiciones cortas como porcentaje de la capitalización de mercado del S&P 500 está por debajo de sus mínimos del 1,5% en 2021, pero sigue siendo solo la mitad de los niveles de la crisis de 2008.
Si la ventana de oportunidad es interesante, el riesgo de 'pillarse los dedos' con ella sigue ahí. "Las posiciones cortas tienen riesgos únicos y más altos que deben entenderse bien. Cualquier uso del apalancamiento magnifica los beneficios, pero en ambas direcciones. Su riesgo de mercado es ilimitado, ya que una acción solo puede caer hasta cero, pero puede subir indefinidamente. Los stop loss (establecer un límite para detener la operación) son clave", advierte Laidler.
De hecho, el estratega hace énfasis en el riesgo de short squeeze, un concepto que se extendió tras la pandemia con el fenómeno GameStop. Aunque la traducción literal al castellano sería algo así como una 'agitación o contracción de los cortos', viene a significar un alud repentino de compras de la acción que acabe ahogando a aquellos con posiciones cortas abiertas. El hecho de que estos bajistas se vean abocados a cerrar sus posiciones, alimenta más al alza los precios.
La fiebre de inversores minoristas aliados en Reddit para espolear los títulos de compañías 'random' como GameStop en ese momento doblaron el brazo a importantes fondos de Wall Street que tenían posiciones cortas, como Melvin Capital. La secuencia ya se había dado mirando para atrás en la historia. En los años 20, hubo un sonado short squeeze con la cadena de supermercados Piggly Wiggly.
Laidler también resalta como riesgos "posibles dolores de cabeza con los dividendos" y la regulación de las autoridades. Se refiere en este último punto a las referidas ocasiones en las que se prohíben temporalmente estas operaciones en momentos de zozobra en los mercados. Por ejemplo, en los días más duros tras el estallido del covid, las principales prohibieron las ventas en corto. Tras la crisis financiera ocurrió lo mismo. Entre 2012 y 2013, en un momento especialmente delicado para la economía española, se vetaron estas operaciones durante varios meses.
Por supuesto, Laidler no olvida el mayor peligro de todos: los mercados normalmente suben. "Los mercados alcistas promedian cuatro veces más de beneficios y son más grandes que los mercados bajistas", apostilla. El encanto está en saber elegir el momento. Quizá el caso más mediático sea el llevado primero a la literatura y después al cine con La gran apuesta. Es el relato que Michael Lewis hace de una serie de inversores anónimos hasta ese momento que, por una razón u otro, supieron ver que la mole de las hipotecas subprime en EEUU tenía que caer.
A través de complicados derivados destinados a apostar contra el mercado inmobiliario, inversores luego célebres como Michael Burry consiguieron pingües ganancias mientras el mundo temblaba y la peor crisis en décadas lo asolaba todo.
El otro caso más mediático es el de George Soros. El célebre gurú de la inversión y de la filantropía cobró fama y bastante dinero en 1992 con una gigantesca apuesta en corto contra la libra esterlina que consiguió echar a la lona nada más y nada menos que al Banco de Inglaterra (BoE). La pericia de su operador Stanley Druckenmiller hizo que supieran aprovechar la debilidad de la libra en un contexto de divisas europeas dominado por el fuerte marco de una Alemania que no quería recortar sus tipos.
Buscando ofrecer una guía al inversor, Laidler agrega que, aunque la mayoría de los inversores optan por ir en corto en acciones individuales, cabe echar un vistazo a los ETF cortos o inversos: "El ETF 'inverso' o corto más grande de EEUU es el SQQQ de 4.000 millones de dólares, que ofrece rentabilidades cortas apalancadas de 3 veces el Nasdq 100 y ha subido un 70% este año".
También hace mención al SH, de 3.000 millones de dólares, que ofrece un apalancamiento similar de 3 veces las ganancias, pero del S&P 500. Su subida es del 18% este año. Por último, habla del TQQQ, que ofrece un apalancamiento 3 veces 'largo' al Nasdaq 100 y tiene más de 12.000 millones de dólares en activos. 'Casi nada' en comparación con los 350.000 millones de dólares del mayor ETF de renta variable estadounidense (SPY) de solo posiciones largas.