En el mercado de materias primas los inversores han empezado ya a discriminar, separando el grano de la paja (o más bien, el grano de los metales) y los resultados que se consiguen en distintos tipos de activos empiezan a ser muy diferentes. Si bien, en la recuperación después del Covid-19 los recursos básicos se han movido todos en grupo, con subidas de precio se mirase donde se mirase, ahora el mercado está confirmando que, quienes avisaron de la necesidad de ser más selectivos a la hora de comprar, tenían mucha razón.
En las últimas semanas se ha producido un cambio sustancial en las materias primas; hay un grupo que se ha separado del rebaño y ha empezado a corregir con fuerza, mientras el resto de recursos básicos continúa con el rally alcista que empezó en el año 2020. Son los metales industriales, un grupo de materias primas muy ligado al ciclo económico; precisamente, es el miedo a que se produzca una ralentización en el crecimiento económico mundial, o incluso una recesión en próximos meses, el que está castigando al precio de estos recursos básicos con especial intensidad.
Después del shock inicial que generó en los precios de las materias primas el inicio de la guerra de Ucrania, el miedo a una recesión que ha surgido posteriormente se ha llevado por delante buena parte de estas subidas, e incluso ha llegado a borrar por completo la revalorización que habían experimentado los metales industriales desde el inicio de año. El temor a que se empiece a producir una destrucción de la demanda por los altos precios que han llegado a alcanzar los recursos básicos en los últimos meses es otro de los argumentos con los que los analistas defienden la corrección que se está produciendo en muchos de estos activos.
Una corrección del 22%
Las materias primas en su conjunto han corregido ligeramente desde los máximos históricos que tocaron hace un mes. El 18 de abril el índice de recursos básicos que pondera Bloomberg, el Bloomberg Commodity Spot Price Index, tocaba los 675 puntos, y desde entonces su cotización ha caído en torno a un 4%. Sin embargo, el descenso de los metales industriales es muy superior en el mismo periodo, de más del 15%, y desde los máximos del año, que en su caso se alcanzaron el 7 de marzo, la cesta de metales que recoge la agencia pierde un 22,4%, y ha vuelto a los niveles en los que se movió durante prácticamente todo el año pasado.
Las caídas que se han producido desde máximos no han borrado toda la subida que han experimentado los recursos básicos en 2022, en general, salvo la excepción de los metales industriales. Entre las principales materias primas que recoge Bloomberg, se aprecia cómo los recursos energéticos y los agrícolas siguen experimentando un encarecimiento generalizado en 2022. El gas natural es el mejor ejemplo, la materia prima que más se ha encarecido este año, con un repunte de más del 116% en el mercado estadounidense. Por detrás, el petróleo ha subido un 37,1%, en el caso del barril Brent de referencia en Europa.
El caso de los recursos agrícolas es similar: el trigo se revaloriza un 55,6% en 2022, el maíz un 30,6%, la soja un 26%, el arroz un 15% y el azúcar un 3,5%. Ninguno de los cereales o recursos alimentarios que destaca la agencia como los más importantes se deprecia en lo que va de año.
Por debajo de estas rentabilidades es donde se ubican los principales metales industriales. El zinc es el único que se revaloriza desde que empezó el año, y todavía aguanta una subida del 1,4% en 2022. A partir de ahí, las pérdidas con el cobre superan ya el 5% en la Bolsa de Metales de Londres, el plomo se abarata un 12%, el estaño un 15,5% y la aleación de aluminio un 17,8%. Los metales preciosos tampoco están siendo capaces de evitar la corrección, y la revalorización del oro se mantiene ahora en el entorno del 0,4% en 2022; el platino, sin embargo, retrocede casi un 3% en este periodo.
Qué temen los metales
La caída que vienen sufriendo los metales industriales tiene su explicación en la parte de la demanda. Después del confinamiento, la demanda mundial, ya fuese en bienes de consumo o materias primas, se disparó, sin que la oferta fuese capaz de abastecer, al ritmo al que se le exigía, todo ese incremento del consumo. El problema ahora no es tanto la oferta, como el miedo a que la demanda se frene, y han surgido varios peligros que explican el temor de los inversores y otros agentes del mercado.
"Está aumentando el miedo a que se produzca una caída en el crecimiento por los efectos de la guerra en Ucrania, por la pelea en la que se ha metido China contra la pandemia y por el impacto que esto puede tener en las cadenas de suministro", explica Norbert Rücker, economista jefe de Julius Baer. El experto recuerda cómo "la fuerza con la que llegó el rebote económico [tras la pandemia] y el shock geopolítico que se ha producido han sido extraordinarios en su magnitud, velocidad e impacto, y explican, en su mayor parte, el repunte excepcionalmente pronunciado que han experimentado los precios de las materias primas", señala Rücker.
Pero, sin problemas en la parte de la oferta, y con una demanda que sufre las consecuencias del frenazo del crecimiento, las perspectivas para las principales materias primas no son muy positivas por parte del economista: "La demografía de China es un obstáculo para que se produzca un nuevo superciclo alcista muy prolongado", y destaca cómo el abastecimiento de metales industriales, como el cobre, parece asegurado en este momento: "Va a haber menos demanda por parte del sector inmobiliario en China y el sudeste asiático, y probablemente se va a poder evitar que haya escasez, incluso en las áreas que están experimentando los crecimientos estructurales más fuertes. Teniendo en cuenta la persistencia de los riesgos geopolíticos, continuamos esperando precios más bajos para este año", indica.
El argumento principal que han utilizado los analistas para explicar el descenso de los metales es la destrucción de la demanda que generará la inflación. Si el repunte generalizado de los precios continúa, el poder adquisitivo de las familias y los ahorradores se reduce, y termina generando un frenazo en el crecimiento económico si no se consiguen suavizar las tasas de inflación.
El dato de PIB de Estados Unidos en el primer trimestre ha sido la primera señal de que la economía se está empezando a resfriar, y los resultados empresariales de empresas del sector del consumo minorista, como es el caso de Target y de Walmart, confirman que esta ralentización es una realidad. Al mismo tiempo, China no ha logrado todavía quitarse de encima la última ola de contagios, la más intensa desde que empezó la pandemia, y las medidas para mitigarlo también contribuyen al menor crecimiento. "La recuperación de los precios de los metales industriales se mantiene sobre terreno inestable", explica Daniel Briesemann, analista de Commerzbank, argumentando que "las preocupaciones sobre el crecimiento en China están detrás de esta renovada caída de los precios", indica.
Equilibrismo de los bancos centrales
Lo que los inversores deben tener muy claro en este momento es que la clave para los mercados en los próximos meses la tienen los bancos centrales. Ahora, su juego es uno de equilibrio, en el que tienen que conseguir reducir la subida de la inflación, evitando al mismo tiempo que las consecuencias de sus medidas, de retirada de estímulos, se lleven por delante el crecimiento económico.
La reacción que están teniendo los metales más cíclicos es la mejor prueba de que los mercados esperan que la lucha contra la inflación castigue al crecimiento, y lo que ahora está en duda es si se va a terminar por generar una nueva recesión (el dato de PIB de Estados Unidos en el primer trimestre sorprendió a todos con una caída inesperada), o si van a ser capaces de evitarla mientras consiguen meter en cintura los repuntes inflacionistas.
Las perspectivas para el crecimiento económico no están nada claras, y marcarán el devenir de las materias. Los analistas están divididos, entre aquellos que creen que lo peor ya ha podido llegar y que se va a evitar una recesión, y otros que creen que lo peor está todavía por llegar.
En el primer grupo se han situado esta semana Goldman Sachs y JP Morgan, quienes, aunque reconocen la amenaza de recesión en Estados Unidos, consideran que el pesimismo está siendo excesivo en este momento. "Una recesión no es inevitable", explican desde Goldman; "los inversores están descontando una probabilidad muy elevada de que ocurra, que choca con los datos económicos más recientes". Para el banco estadounidense, la probabilidad de que haya una recesión en los próximos 2 años es ahora del 35%. Álvaro Sanmartín, economista jefe de MCH Investment Strategies, quien cree que "hay un nerviosismo excesivo por la posibilidad de que haya estanflación o recesión".
Para otros, lo peor está aún por llegar: "La parte más dura de la ralentización del consumo y de la producción industrial todavía no ha llegado", explica el economista jefe de Tressis Daniel Lacalle.