
Mario Draghi vuelve a la primera línea tras aceptar el encargo de intentar formar un nuevo gobierno en Italia. Doctorado en economía, nació en 1947 en Roma, y es una de las figuras más destacadas del mundo económico internacional.
Reconocido por haber conseguido salvar a Europa tras la crisis financiera, cuando se hizo cargo de la presidencia del Banco Central Europeo en 2011, en plena crisis de deuda en la zona euro, tiene un perfil técnico en economía y un historial detrás que avala su elección como próximo presidente del Gobierno del país.
Draghi llegó a la presidencia de la máxima autoridad monetaria de la zona euro en 2011, pero antes pasó por varias etapas, en el la docencia, la política y el sector privado.
Pasó su primera etapa profesional como profesor universitario en Italia, entre 1974 y 1991, asumiendo también el cargo de director ejecutivo del Banco Mundial entre los años 1985 y 1990. A partir de ese momento pasó a ser director general del Tesoro en el país transalpino y presidente del Comité de Privatizaciones, hasta el año 2001.
Fue entonces cuando empezó su etapa en el sector privado, al ser nombrado vicepresidente del banco Goldman Sachs en Europa, un cargo que mantuvo entre los años 2002 y 2006.
El banquero central que salvó al euro
Tras dejar el banco estadounidense, Draghi empezó su carrera como banquero central, empezando un camino que le ha llevado a ser uno de los perfiles más reconocidos de las últimas décadas en este campo en todo el mundo. Fue Gobernador del Banco de Italia entre 2006 y 2011, momento en el que dejó la entidad para asumir el cargo de presidente del Banco Central Europeo.
El aterrizaje de Draghi al frente del BCE no fue nada sencillo. Europa se revolvía, muy dañada tras la crisis financiera de 2008 y los desequilibrios eran evidentes en la región. La supervivencia del euro estaba en el aire; los líderes europeos trataban de achicar agua con el diseño de paquetes de rescate con los que intentaban asegurar la estabilidad financiera y la continuidad del proyecto europeo, pero la especulación de la ruptura de la Unión Monetaria seguía presente. Las primas de riesgo estaban disparadas en los países de la periferia, con la eurozona sumida en una fuerte recesión y no parecía haber manera de poner la situación bajo control.
Entonces, después de varias bajadas de tipos de interés que no estaban funcionando para salvar la situación, llegó el momento clave en la carrera del italiano. El 26 de julio de 2012, en una conferencia en Londres, Draghi pronunció unas palabras que contribuyeron a calmar a los mercados, e inyectaron una dosis de confianza que Europa necesitaba en aquel momento. "El BCE está listo para hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y, créanme, será suficiente".
El italiano convenció a los mercados, y pocos días después, la presentación del BCE de una nueva política de estímulos a base de compras de deuda pública terminó de meter en vereda las primas de riesgo.
Con los mercados más calmados, la implementación de esta política no fue necesaria, pero puso el primer ladrillo para lo que vendría después: un programa de compras de deuda, similar al que Estados Unidos, y antes que él, Japón, ya habían puesto en marcha para intentar animar el crecimiento de la inflación en sus economías.
Fue en 2015, cuando la deflación amenazaba a la zona euro, el momento en el que el BCE empezó a comprar deuda de la zona euro. Así nació el QE (Quantitative Easing) en Europa, una práctica se ha mantenido hasta el día de hoy, con sucesivas rondas con las que el BCE ha inyectado billones de dólares en la economía europea, inundándola de liquidez.
Además, con Draghi llegaron las rondas de financiación a la banca (TLTRO), operaciones con las que la entidad ayuda a los bancos de la zona euro a mantener liquidez, con condiciones atractivas en muchos casos, a condición de que canalicen el dinero a la economía real. Esto ha sido vital para evitar el colapso de los bancos europeos, que llevan años teniendo que vivir con los tipos de interés en el 0%, y la facilidad de depósito (lo que el BCE les cobra por dejar su dinero aparcado en la institución) a tipos negativos.
Un gran comunicador
Como presidente del BCE, Draghi llegó a comprender bien la importancia de la comunicación. El poder de los bancos centrales en los mercados se ha hecho tan enorme que cualquier palabra de más puede desencadenar movimientos bruscos en la renta fija y la bolsa del país.
Por ello, en los últimos años se ha hecho necesario que los discursos se preparen con gran minuciosidad, y que en las entrevistas y ruedas de prensa no haya errores que puedan dar lugar a segundas lecturas por parte de los inversores (Christine Lagarde aprendió bien la lección cuando, el año pasado, en el momento de más tensión en la crisis del Covid-19, una frase suya disparó las primas de riesgo de la periferia europea en un par de días). Draghi se movió en todo momento como pez en el agua en este sentido. Después de todo, debió hacerse consciente del poder que tenía su discurso cuando pronunció su famosa frase en 2012.
Un hombre de Europa
Las principales defensas que tiene Italia, y el resto de la zona euro, para combatir la crisis del Covid-19 tienen su origen en Bruselas. Tanto el propio BCE con su programa de compras de deuda contra la pandemia (PEPP), como el Plan de Recuperación acordado por los líderes europeos, son un apoyo comunitario, son el grueso de los estímulos que han recibido los distintos países de la zona euro.
En este sentido, parece que Draghi es un candidato perfecto para la presidencia de Italia, por la experiencia que atesora en las instituciones europeas y sus contactos en la zona euro. A eso se le suma su experiencia pasada en la política italiana y su paso por el sector privado.