
Estados Unidos es la primera economía del mundo, por delante de China, y es el país que marca la pauta por su liderazgo en tecnología e I+D. Su actual ciclo expansivo dura ya más de 10 años, y se encuentra muy avanzado.
Sin embargo, y aunque nos encontramos en su fase final, creemos que todavía queda algo de recorrido. Por el momento, no se ha producido un recalentamiento de la economía por escasez de algún factor productivo: la tasa de desempleo está en niveles mínimos de casi 50 años, pero el índice de costes laborales medido por el Employment Cost Index no termina de tensionarse. El petróleo y otras materias primas industriales (por ejemplo, el cobre) también se mantienen en niveles muy contenidos de cotización. Y la capacidad utilizada se encuentra por debajo del 80%. Todo ello nos lleva a un IPC del 1,8%, por debajo de los niveles de riesgo.
La economía americana se encuentra en buen estado. El PIB sigue creciendo a buen ritmo (2% en el segundo trimestre de este año). El empleo se mantiene fuerte; aunque se ha ralentizado la contratación de personal y se han revisado a la baja las cifras anteriores, pero lejos de cifras de inicio de una recesión. La tasa de crecimiento de los salarios es superior a la inflación y esto junto a un petróleo controlado, unos tipos de interés bajos y una Reserva Federal más dovish, apoyan al consumo, que representa el 70% del PIB en EEUU. Se espera que la Fed baje 25 puntos básicos los tipos este miércoles y otros 25 en octubre. Dado que el tipo de la Fed está 50 puntos básicos por encima del tipo del bono americano a dos años, no debería defraudar. Entre los temas que pueden estar preocupando a la autoridad monetaria se encontrarían: el crecimiento global, y en particular en Europa donde el sentimiento de los empresarios está renqueante, la guerra comercial y su impacto económico, así como las expectativas de inflación bajas provocadas por el alto nivel del dólar. El conjunto de los bancos centrales sigue en modo dovish y adicionalmente en Europa se está hablando de la posibilidad de estímulos fiscales en países como Alemania y Holanda, que tienen margen a nivel de endeudamiento público.
A pesar de la reciente inversión en la curva de tipos de interés, de la que los inversores han tomado nota, por el momento no se ha producido un deterioro en las condiciones crediticias: el Conference Board US Leading Index Leading Credit Index se encuentra en niveles mínimos y nos tranquiliza (ver gráfico).

Tal vez lo más relevante que hemos observado recientemente ha sido que, a pesar del negativismo de los inversores, la bolsa se ha mantenido firme frente a las malas noticias con la que nos han bombardeado los medios de comunicación (Brexit, guerra comercial,…). Esto mismo lo hemos podido comprobar a nivel sectorial, donde las empresas cíclicas (industriales, semiconductores,…) se han comportado razonablemente bien, como para descartar una recesión.
El S&P 500, que se encuentra cerca de los 3.000 puntos, ha multiplicado por 4,5 desde el mínimo que marco en el año 2009 (ver gráfico). Típicamente cuando la bolsa descuenta una recesión, las caídas son de alrededor del 50%. Lo vimos en el año 2000 y en 2007. Por eso, hay que mantenerse vigilante por lo que pueda venir. Anticiparse a lo que pueda pasar no suele salir bien. Funciona mejor reaccionar ante lo que sucede, ya que los hechos incrementan las probabilidades de éxito a nuestro favor.
Los niveles a los que cotiza la renta fija, con rentabilidades en mínimos históricos, pueden arrastrar a muchos ahorradores a asumir riesgo, buscando retornos en otros activos como la renta variable. Convendría estar atentos a los flujos de dinero, porque si esos inversores que ahora no están participando de la subida de la bolsa comenzasen a incorporarse y el negativismo se disipase, podría ser el momento de tomar beneficios y reducir exposición de riesgo. Dada la fase del ciclo en la que nos encontramos, conviene seguir de cerca la evolución de los distintos indicadores para vislumbrar la transición hacia la fase de la lucha por la liquidez. En especial conviene vigilar si empeoran las condiciones de crédito, si repunta la inflación, especialmente si viene acompañada de una reducción en el crecimiento, y si se produce un deterioro fuerte en el mercado laboral.