
Wall Street ha tardado 74,5 sesiones de media en recuperarse de las seis crisis de mercado que se han sucedido desde la devaluación del yuan de aquel agosto de 2015 que tanto recuerda al de este 2019. Ese verano, el mercado entró en shock al descubrir los desequilibrios de China y la incertidumbre que implicaban para el resto de actores. Desde ese momento, la amenaza de una contracción general de la economía provocada directamente por el gigante asiático o por su pulso con Estados Unidos por la hegemonía mundial no han abandonado el horizonte, apareciendo en forma de episodios de pánico. Correcciones que el S&P 500 ha resuelto en periodos de entre 149 y 10 jornadas, en los que se han disipado, o al menos aplazado, las dudas, y cuya profundidad no ha rebasado el 20% que el índice llegó a perder a finales de 2018, el momento más crítico del lustro.
La última oleada de ventas en las bolsas, relacionada con una reescalada de la guerra comercial entre ambas potencias y una tercera devaluación del yuan, dura ya 17 sesiones y se extiende cerca de un 4,5% en Wall Street y un 4,61% en Europa -tomando como referencia el EuroStoxx 50-, desde principios del presente agosto. Su gravedad vuelve a depender de que se apaguen o no las alarmas de recesión.
"Cada cierto tiempo, se producen fases de volatilidad en las bolsas a medida que los inversores van reaccionando con nerviosismo ante los cambios en las coyunturas económicas, políticas y empresariales", explica el equipo de analistas de Fidelity, que incide en que "si hay algo que desagrada especialmente a los mercados financieros es la incertidumbre" y recuerda que "los mercados tienden a reaccionar en exceso ante los acontecimientos que nublan las perspectivas a corto plazo", por lo que es conveniente "aprovechar los precios bajos, en lugar de anotarse pérdidas vendiendo a precios bajos movidos por las emociones", concluye.
"Si Estados Unidos y China llegaran rápidamente a un acuerdo comercial parcial, la agradable sorpresa podría poner fin al riesgo de recesión global y apuntalar un repunte temprano en el crecimiento económico", apuntan desde Berenberg. "Los bancos centrales de todo el mundo han tomado medidas para amortiguar el impacto de la desaceleración del comercio mundial", añaden los expertos de Lombard Odier. Estas son las claves que permiten apostar por la séptima resurreción de Wall Street desde 2015 y por la continuidad de la tendencia alcista.
Y, por tanto, también por la recuperación del resto de mercados, aunque el rendimiento del EuroStoxx 50 y de los demás índices europeos sea menos eficiente por los problemas estructurales y los riesgos políticos propios del Viejo Continente. "En Europa, la crisis del Brexit exacerba la incertidumbre de la guerra comercial y de la desaceleración china", insisten en Berenberg, donde destacan que "Alemania está al borde de la recesión debido a su orientación hacia la producción de bienes de inversión cíclicos, lo mismo que ocurre con Italia que, además de su exposición externa, sufre serios problemas políticos".
Cronología de las últimas caídas
Con la intervención de su divisa en 2015, la fábrica del mundo anunció extraoficialmente la necesidad de amortiguar su aterrizaje y su intención de convertirse en una economía con clase media propia, más terciarizada y de un crecimiento menor pero más estable, tras décadas a un ritmo anual de dos dígitos que la instalaron como la segunda potencial global, solo por detrás de Estados Unidos. Entonces, el S&P 500 llegó a perder algo más de un 11% ante el riesgo de que una transición brusca e incontrolada del gigante asiático rompiese el orden establecido, adelantando el final del ciclo expansivo. Pese a que aquel capítulo provocó el último récord de volatilidad, con el Vix, conocido como el índice del miedo, superando los 40 puntos, la sangre no llegó al río y 60 sesiones después, el principal índice norteamericano recuperó todo lo perdido.
49 jornadas bursátiles tardó el índice en reponerse del casi 12% que cedió a principios de 2016 tras la segunda devaluación del yuan, a la que acompañó un desplome del petróleo de alrededor del 50%, desde los 50 dólares a los cotizaba la referencia norteamericana, el West Texas, en octubre de 2015, hasta los 20 dólares de febrero del año siguiente.
Los descensos no han rebasado el 20% que se llegó a perder en el pico de tensión de diciembre de 2018
En ese mismo ejercicio, las bolsas tuvieron que digerir la inesperada decisión de los británicos de abandonar la Unión Europea en el referéndum celebrado el 23 de junio. Por supuesto, el Brexit resonó más en Europa que en Wall Street, que apenas se demoró 10 sesiones en recuperar el 5,3% que llegó a caer, mientras que el EuroStoxx 50 tuvo que esperar semanas para borrar las pérdidas del 11% que acumuló tras la votación, que permanece como un riesgo global desde aquel día ante la falta de acuerdo de desconexión.
El siguiente capítulo de pánico no se vivió hasta principios de 2018, cuando el rápido incremento de la rentabilidad de la deuda de Estados Unidos provocó un efecto aspiradora en las bolsas que se intercaló con nuevas dudas sobre el crecimiento económico global. Aquello le costó 146 sesiones en cama al S&P 500, mientras que el EuroStoxx 50 jamás ha retomado niveles previos.
Estas mismas incertidumbres resurgirían con fuerza en el mayor pico de tensión de la guerra comercial, al final del año pasado, haciendo suelo en una dramática semana de Navidad en la que se temió la entrada definitiva de los mercados en tendencia bajista -técnicamente se considera que ocurre cuando los descensos superan el 20%-. El resarcimiento completo exigió 149 jornadas, tras las que el S&P 500 reeditó máximos históricos antes de las que los mismos fantasmas se aparecieran en mayo -provocando una corrección del 6,5% que consumió 33 días de mercado para ser reparada- y hayan vuelto en verano. "Es probable que el apoyo de los gobiernos y de los bancos centrales tenga un impacto positivo en el crecimiento, pero será limitado porque la guerra comercial sigue siendo la amenaza más importante para la economía global", consideran desde Lombard Odier.
Pesimismo en el corto plazo
La fragilidad de las treguas comerciales que Estados Unidos y China han firmado durante los últimos meses revelan que el conflicto arancelario va más allá y están detrás de la debilidad de la confianza de inversores, empresarios y consumidores de los principales mercados. "Cuando se intentan acertar con los tiempos del mercado y se entra y se sale, se puede correr el riesgo de erosionar las rentabilidades futuras, ya que se pueden perder los días de mayor recuperación del mercado y las oportunidades de compra más atractivas que generalmente aparecen en periodos de pesimismo", reflexiona el equipo de analistas de Fidelity.
Desesperanza y desmoralización como la que reflejan hoy los indicadores. Un día antes de que el pasado miércoles se conociera la contracción del PIB de Alemania en el segundo trimestre, la encuesta Zew de confianza empresarial del país reveló la peor lectura desde la crisis de deuda de 2012. Una debilidad que sugieren también los indicadores PMI -las encuestas a empresarios de Markit sobre confianza con mayor seguimiento en el mercado-, que desde enero describen un panorama especialmente frágil para la industria de la eurozona, que apuntan a una caída de la actividad en China desde abril y que en Estados Unidos, aunque todavía prometen expansión, se sitúan en mínimos desde la crisis. "Con los PMIs globales ya por debajo de 50 puntos -el límite del sondeo entre la expansión y la contracción-, este no es un buen momento para una mayor incertidumbre", lamentan en Citi.
La tragedia también se palpa en indicadores como el índice de sorpresas económicas, que apunta a que los datos macro publicados desde febrero han estado por debajo de lo esperado de general, o como el Sentix Global, que ha entrado en terreno negativo este mismo mes de agosto por primera vez desde el turbulento arranque de 2016, que también estuvo marcado por las dudas sobre el aterrizaje de la economía china en su proceso de transformación hacia el sector servicios y el consumo interno.
Este pesimismo no transforma los pilares del mercado. "Las cotizaciones de los activos se desvían regularmente de su valor intrínseco cuando los mercados reaccionan excesiva o insuficientemente, por lo que los inversores pueden esperar que la volatilidad de los precios genere oportunidades", continúan los expertos de Fidelity, quienes concluyen que "a largo plazo, los precios de las acciones se mueven al son que marcan los beneficios empresariales". Unas expectativas de ganancias que aunque han sufrido recortes en los últimos meses, principalmente en sectores cíclicos como los industriales o los relacionados con los recursos básicos, siguen apuntando en general a crecimientos en los próximos años.