Ningún virus va a arruinar la anhelada primavera sueca. Ni siquiera uno que ha causado ya la muerte de casi 50.000 personas en todo el mundo y que roza el millón de contagios. Mientras los países más afectados se encuentran sumidos en un confinamiento estricto, y todos los que registran un número relevante de casos han aplicado medidas restrictivas de distanciamiento social, Suecia disfruta de sus primeros rayos de sol después del crudo invierno. La vida en las terrazas, al aire libre y la práctica de deporte continúan con normalidad, pese a unas cifras que no auguran nada bueno: Suecia suma hoy más de 4.000 contagios y al menos 223 muertos en una población de 10 millones de habitantes. Las últimas víctimas se están registrando en las residencias de ancianos, donde los casos sospechosos se extienden a lo largo de 90 municipios del país.
Ocupa la posición 13 dentro de los países con mayor número de infecciones en el continente europeo, justo por debajo de sus vecinos noruegos, con 4.226 infecciones y 28 muertos. Dinamarca aparece en la posición 16, con 2.577 casos y 90 fallecimientos por el coronavirus originado en la ciudad china de Wuhan.
Individualistas, responsables, progresistas, con confianza en sus gobernantes, ecologistas... Las sociedades escandinavas comparten múltiples valores, estilo de vida y desarrollo común y, curiosamente, han elegido formas muy diferentes de combatir la propagación de la enfermedad Covid-19. Mientras que Dinamarca, con 500 casos, fue de los primeros países que aprobó medidas tan duras como el cierre de sus fronteras y de actividades como la enseñanza y la hostelería, seguida por Noruega tras la expansión del número de infecciones, los suecos han entrado en el mes de abril celebrando los placeres de la vida.
Las imágenes de este fin de semana dejan en evidencia que las restricciones aplicadas por sus vecinos daneses y noruegos poco tienen que ver con la estrategia sueca, que ha apostado por la libertad individual y la económica. Teniendo en cuenta que el primer ministro, Stefan Löfven, representa a un gobierno socialdemócrata, el escenario riza un poco más la paradoja. "Los adultos tenemos que ser eso exactamente: adultos. No hay que extender el pánico ni los rumores", afirmó Löfven en una declaración institucional el pasado fin de semana, cuando se registraron más de 3.000 personas contagiadas por coronavirus y se superó el centenar de muertos.

Löfven, al igual que otros jefes de gobierno europeos, insistió en exigir una responsabilidad a los ciudadanos: "Nadie está solo en esta crisis, pero cada persona tiene una gran responsabilidad". Estas palabras, miméticas a las pronunciadas en múltiples ocasiones por Pedro Sánchez en España o Giuseppe Conte en Italia desde el inicio de la emergencia sanitaria no podrían reflejar realidades más distintas.
La responsabilidad a la que insta el Gobierno socialdemócrata sueco se reduce a que sus ciudadanos sigan unas guías, pero no a cumplir ninguna medida, salvo la restricción de concentraciones mayores de 50 personas, que rige desde el pasado domingo. Además, las autoridades han optado por el cierre de los centros de enseñanza para mayores de 16 años, es decir, los institutos profesionales y las universidades. Con el aumento de los casos sospechosos en las residencias de ancianos, el hogar de la población más vulnerable, el Gobierno prohibió este miércoles las visitas a estos lugares para evitar una propagación que ya es incontenible: 230 ancianos se han contagiado del SARS-CoV-2 en residencias de la región de Estocolmo, de los que 50 han fallecido.
Mantener a los ancianos alejados de la Covid-19 era el principal objetivo del epidemiólogo que gestiona la pandemia a nivel estatal, Anders Tegnell, quien ha tenido que reconocer este jueves el fracaso: "Obviamente, no lo hemos logrado. Es muy desafortunado, ya que era lo que intentábamos conseguir a toda costa".
Más de la mitad de los hogares de Suecia están compuestos por una persona, lo que dificulta la expansión del coronavirus
Entre las guías de actuación 'sugeridas' por las autoridades, se cita el frecuente lavado de manos, el teletrabajo en los casos en los que sea posible, permanecer en casa ante síntomas de enfermedad o en el caso de personas ancianas y evitar viajes innecesarios.
Los restaurantes y bares siguen abiertos -solo queda vetado acodarse en la barra-, la happy hour funciona sin complejos, y los gimnasios y estaciones de esquí continúan su actividad. El sol que ha saludado el fin del duro invierno sueco ha arrastrado a sus habitantes a las calles de Estocolmo sin demasiado esfuerzo, dejando animadas escenas de terrazas y zonas deportivas de parques llenas de gente entrenando.

Con esta estrategia, la libertad individual queda protegida, y también la actividad económica, que apenas sufre estragos a nivel de negocios locales con baja dependencia internacional. En el polo opuesto, Noruega, regida por el gobierno conservador-liberal de Erna Solberg, se apresuró a cerrar todos los centros educativos, locales de hostelería, gimnasios, iglesias, peluquerías y establecimientos culturales después de que Dinamarca lo hiciera. También mantiene suspendido el tráfico aéreo y marítimo exterior, y ha restringido incluso la compra de algunos bienes de farmacia altamente demandados como geles hidroalcohólicos o mascarillas de protección.
Solberg ha llegado a prohibir a los noruegos que se trasladen a pasar la cuarentena a segundas residencias, las populares cabañas en exuberantes áreas naturales del país nórdico, debido a que esto podría perjudicar los puntos de salud de estas zonas, dotados de menores recursos.
¿Suecia 'is different'?
La pregunta de si es posible que las meras guías de actuación puedan funcionar de manera más efectiva en una sociedad con las características de la sueca queda pendiente de respuesta. En este país más del 50% de sus habitantes está teletrabajando estos días, la ocupación en el transporte público ha descendido un 50% y, lo que supone el elemento más diferenciador: más de la mitad de los hogares de Suecia están compuestos por una persona.
La vida menos familiar en el país se erige como un factor que favorece objetivamente el menor riesgo de contagio. También la cultura del teletrabajo y la flexibilidad horaria común en el tejido empresarial, como recuerda la Stockholm Business Region, la mayor asociación de emprendedores de la capital escandinava. Estas características, sin embargo, no resultan muy divergentes con respecto a sus vecinos nórdicos.
"La comunidad empresarial sueca considera que la aproximación del Gobierno sueco ante la pandemia es mucho más sensata que en la mayoría de países", ha asegurado a la BBC Andreas Haztzigeorgious, directivo de la Cámara de Comercio de Estocolmo. "Tenemos que combinar la minimización de los efectos sobre la salud del virus y el impacto económico de la emergencia", ha defendido. Sin embargo, la protección máxima de la salud parece la otra cara de la moneda de la reducción de la destrucción económica. ¿Es esto posible? ¿Es posible tenerlo todo?
En los últimos cinco días, las cifras del impacto de la pandemia en Suecia no han ofrecido datos tranquilizadores: los contagios se han disparado un 25%, hasta los 4.028 y, más importante, las muertes casi se han duplicado, del centenar de la semana pasada a las 180 que se registraron el miércoles por la noche. Hoy se suman al menos 43 fallecidos más. Esto lo convierte en el país escandinavo con mayor número de fallecimientos y la letalidad más elevada del coronavirus, hasta un 4,4%.

Por el momento, no parece existir una fuerte contestación ciudadana. Encuestas realizadas tras la llamada a la calma del primer ministro Lövnen este fin de semana reflejan que la mayoría está satisfecha con la excepcional estrategia adoptada. La alta confianza de los escandinavos en sus gobernantes juega a favor de su Ejecutivo. Su línea de 'no actuación' les deja solos en el mundo tras el 'volantazo' acometido por Boris Johnson, quien aplicó en Reino Unido un plan similar hasta que los números de contagios y muertes se volvieron en su contra. Sólo algunos epidemiólogos del país cuestionan una táctica que podría tener un alto coste en vidas mientras que la economía sigue su curso.
La expansión de la epidemia por residencias de ancianos de todo el país conocida este jueves podría dar un vuelco a la opinión pública. Löfven, en su comparecencia pública de este jueves tras publicarse los nuevos -y preocupantes- datos, ha apostado por no realizar ninguna autocrítica: "Sucede en casi todos los países, no lo vemos como un fracaso".
El primer ministro de Suecia, lejos de tomar medidas más restrictivas, ha insistido en la autodisciplina y en que los ciudadanos piensen si van a poner en riesgo las vidas de otros viajando en Semana Santa. Será su decisión personal e individual, porque siguen siendo libres de hacerlo.
Los escandinavos se miran unos a otros, esperando que el tiempo confirme quién acertó y quien recibirá el juicio más severo de su población, y de la del mundo.