
La fusión truncada entre BBVA y el Sabadell ha supuesto un punto y aparte en la estrategia de continuidad del banco catalán, pero, de momento, no un punto y final. El Sabadell sorprendía esta semana con el nombramiento de César González-Bueno como nuevo consejero delegado, orillando a Jaume Guardiola después de trece años al frente de la entidad. González-Bueno, exconsejero delegado de ING en España llega al banco para reestructurar el grupo y encarrilar la estrategia tecnológica, dando peso en digitalización sobre todo al negocio de particulares, el que menos alegrías da ante los bajos tipos de interés, con el objetivo de elevar su eficiencia y, con ella, la rentabilidad del grupo, una de las más bajas del sector financiero español y cuya ratio (ROE) se situó a cierre de septiembre en el 1,49%, frente al 6,92% de un año antes.
Sin embargo, y pese al pacto del Banco Central Europeo (BCE) con el presidente de la entidad Josep Oliu para que abandone sus funciones ejecutivas -el supervisor recela del modelo de la presidencia ejecutiva- está en cuestión si González-Bueno asumirá de facto todo el poder ejecutivo en el banco. De momento, Oliu, que ya indicó hace un par de meses a los directivos de la entidad que abandonaría pronto sus funciones (que no su cargo), no pone fecha a esta decisión hasta dejar encarrilado el banco.
El nuevo tándem formado por Oliu y González-Bueno se dibuja como un paso intermedio para adelgazar la entidad, impulsar su estrategia digital y hacerla atractiva para una fusión a medio plazo. Un nuevo camino para volver a la casilla de salida.
Las primeras pinceladas avanzadas de la nueva hoja de ruta del banco pasan por vender la filial británica TSB que tantos dolores de cabeza ha dado a la entidad desde los problemas que acarreó el cambio de la plataforma tecnológica en la primavera de 2018. Desde entonces TSB, casi ineficiente, no ha reportado beneficios y, en las conversaciones de fusión con BBVA su venta se apuntó como el primer paso clave a realizar. Además, el Sabadell que ya ha firmado un ajuste con los sindicatos que afectará a 1.800 trabajadores, prevé seguir adelgazando costes con la salida de 2.000 empleados más que se pondrá sobre la mesa a inicios de 2021. En total, este recorte de 3.800 trabajadores supondrá adelgazar la plantilla casi una cuarta parte y unos ahorros anuales de en torno a 300 millones de euros, el 23% de sus gastos de explotación. A estos ahorros, habría que sumarle las sinergias que obtengan si consiguen una estrategia digital eficiente, papel para el que González-Bueno será clave. Sin embargo, a pesar de este nuevo plan para avanzar en solitario, el mercado insiste en que es improbable que el banco puedo continuar sin compañero de viaje a medio plazo.
BBVA sigue en la diana
Las opciones de boda del Sabadell siguen pasando por las actuales, y de momento descartadas, pero que ponen de nuevo en la diana a BBVA (que no recibirá el dinero de la venta de su filial estadounidense hasta el verano), a Kutxabank o una alianza con una entidad europea. Respecto al precio, pocos ven probable que una entidad pueda poner sobre la mesa una cantidad mayor que los 2.500 millones de euros que puso el banco de Carlos Torres. Una cifra que, según las fuentes consultadas en su día, el Sabadell consideró de derribo ante los 12.700 millones de su valor en libros.
Sin embargo, también sería viable la entrada en el capital del Sabadell de una nueva entidad a través de una ampliación, permitiéndole reforzar su solvencia, en un momento en el que el mercado apunta que el banco se verá abocado a realizar una ampliación de capital si quiere continuar en solitario para poder reforzar las provisiones con las que cubrirse de los riesgos de la pandemia y digerir la venta a pérdidas de la filial británica. Aunque Oliu tarde o temprano suelte sus funciones ejecutivas, se perfila improbable que deje el banco a su suerte y a un nuevo ejecutivo sin trayectoria dentro del mismo hasta que el futuro se despeje.