
Canadá se queda con el 35%. La UE está en el 15%. Suiza, en el 39%, mientras que India finalmente soportará un 50%, y el resto del mundo se sitúa entre esos niveles. Por tanto, la tasa del 10% de Reino Unido es la más ventajosa del mundo. Puede que hayamos llegado a ella por accidente, más que por habilidad negociadora, pero eso es irrelevante. La verdadera tarea es averiguar cómo aprovechar una fortaleza como ésta y utilizarla para reconstruir la industria manufacturera británica. Está claro que las duras negociaciones y las amenazas de represalias no sirvieron de mucho. Mark Carney, primer ministro de Canadá, puede que haya sido elegido para plantarle cara a Donald Trump, pero ha conseguido que su país tenga un arancel del 35% en su mayor mercado.
Dado que una cuarta parte del PIB canadiense depende de las exportaciones a Estados Unidos, ya veremos cómo acaba esto, pero es poco probable que sea algo bueno. La UE puede presumir de ser una superpotencia reguladora y negociadora, pero su presidenta, Ursula von der Leyen, solo ha conseguido un tipo del 15%, al tiempo que ha eliminado las barreras a las exportaciones estadounidenses en un acuerdo que el primer ministro francés, François Bayrou, calificó de «humillación» para el bloque. Por el contrario, y hay que reconocerlo, el primer ministro Starmer ha logrado alcanzar un acuerdo comercial que será el mejor del mundo. Todos sabemos cómo hemos llegado hasta aquí. Fuera de la UE, y con un comercio más o menos equilibrado, hemos conseguido condiciones favorables. Puede que no sea lo que la gente imaginaba cuando votó a favor del Brexit, pero eso ya no importa. En realidad, se ha convertido en un triunfo diplomático. Una ventaja permanente del 5% en la mayor economía del mundo es significativa. Tengamos en cuenta que, según las previsiones de crecimiento actuales, el mercado estadounidense será cada vez más dominante dentro de la economía mundial.
Ya es un 25% más grande que la UE y, con EEUU creciendo un 3 % anual y la UE un 0%, esa brecha no hará más que aumentar. Del mismo modo, los aranceles parecen permanentes. A pesar de todas las predicciones catastróficas de los economistas convencionales, en EEUU la inflación se ha mantenido moderada, el crecimiento es fuerte, la inversión inunda el país y genera enormes ingresos para el Tesoro, con julio batiendo todos los récords y los aranceles aportando 150.000 millones de dólares en efectivo extra para el Gobierno en lo que va de 2025. ¿Por qué abandonar una política que funciona tan bien? La clave para Reino Unido ahora es aprovecharlo y animar a las empresas a trasladar producción a Gran Bretaña para beneficiarse de los aranceles más bajos de los que ahora disfrutaremos. Para empezar, necesitamos reducir drásticamente los costes energéticos. No tiene sentido tener impuestos de exportación más bajos si estos se ven anulados por unos precios de la electricidad que son un 50% más altos o más que en otros lugares.
Necesitamos normas de planificación flexibles para que las empresas puedan expandirse. No tiene sentido trasladar una planta desde Stuttgart o Sevilla si no se puede obtener permiso para construir nada. Pero lo más importante de todo es que tenemos que proclamar a los cuatro vientos lo competitivo que se ha vuelto de repente el Reino Unido en comparación con otros lugares. A pesar de todas las quejas de los partidarios acérrimos de la permanencia, tenemos aranceles cero con la UE, aunque haya que rellenar algunos formularios. Y pertenecemos al bloque de libre comercio que abarca la mayor parte de Asia y Sudamérica. Se trata de la mayor economía del mundo, su mayor mercado único y su región de más rápido crecimiento. Si fuera una partida de póquer, se llamaría full. Una cosa está clara. En materia de comercio, tenemos una portería abierta delante de nosotros, solo tenemos que meter el balón en la red.