Economía

Las claves de la 'gran y bella' reforma fiscal de Trump para el mercado: dos alivios y dos preocupaciones

  • Con la ley aprobada, EEUU evita entrar en default en agosto
  • El déficit se dispara y la deuda ya es un problema acuciante
  • La principal amenaza internacional, la 'sección 899', ha decaído
Donald Trump, este miércoles. Foto: Reuters

Durante los meses de debate, las claves de la gran reforma fiscal de Trump que se acaba de aprobar se han mantenido constantes, con una fuerte bajada de impuestos concentrada en el 10% más rico y un fuerte recorte de ayudas, especialmente aquellas dirigidas a los más pobres. Pero los mercados se han centrado en cuatro claves que afectarán de forma especial a EEUU, a corto y a medio plazo: el 'techo de la deuda', la 'sección 899', las ayudas a las renovables y el aumento del déficit.

El principal alivio a corto plazo es que EEUU no entrará en suspensión de pagos. El Departamento del Tesoro había avisado de que EEUU impagaría su deuda en agosto si el Congreso no aprobaba una nueva autorización para emitir deuda nueva con la que pagar sus gastos corrientes. Esta ley hace eso, dando una nueva autorización para emitir 5 billones de deuda adicional. El déficit del último año fue de 1,8 billones, y esta ley lo disparará a cerca de 2,2 billones, por lo que este límite se volvería a alcanzar para 2028. Una patada hacia adelante que evita lo que habría sido un caos financiero sin precedentes.

Ese alivio para los mercados se verá contrarrestado precisamente por el fuerte aumento del déficit y la deuda. Actualmente, la deuda pública de EEUU (descontando la interna entre ministerios y agencias gubernamentales) es del 98% del PIB. Con esta ley, para 2024, la deuda pública total se habrá disparado hasta el 130% del PIB, según el Comité por un Presupuesto Federal Responsable, un think tank conservador que aboga por reducir los déficits. Con la rentabilidad de la deuda por encima del 4%, el efecto a medio plazo sería muy preocupante, y el propio Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, lo tachó de "insostenible" el pasado martes.

El gran problema, como ha descubierto Elon Musk, es que recortar el presupuesto de forma apreciable es casi imposible: Musk apenas logró picotear algunas partidas minúsculas con su Departamento de Eficiencia Gubernamental, y los recortes sanitarios de esta ley son extraordinariamente impopulares en los sondeos. Además, los republicanos siempre quieren gastar más dinero en Defensa e Inmigración, los demócratas quieren crear más ayudas sociales, y los intereses de la deuda no paran de crecer. Si sumamos pensiones y la sanidad pública para jubilados, más de un 60% del gasto actual es políticamente intocable. Y el resto no es mucho más de lo necesario para gestionar una administración pública en un país de 340 millones de habitantes y mantener una mínima red de seguridad social.

Y aquí hay una tensión irresoluble: los demócratas prometen deshacer la mayor parte de los recortes de gasto, y los republicanos nunca se cansan de recortar impuestos. Salvo que el objetivo final sea que EEUU tenga un déficit del 100% y su presupuesto se financie únicamente a base de deuda, en algún momento alguien deberá subir impuestos.

De ahí que Trump haya apostado por los aranceles, pero su efecto se quedará muy lejos de compensar las bajadas de impuestos: hasta el 30 de junio han recaudado 50.600 millones de dólares más que en 2024, una cifra históricamente alta pero lejos de los 410.000 millones de déficit que provocará esta ley anualmente. Y los aranceles son, en la práctica, un impuesto regresivo que costará un mayor porcentaje de sus salarios a los más pobres que a los más ricos. Una combinación, junto a los propios efectos de la guerra comercial, que no ayudará al crecimiento.

El sueño de Trump, como no para de repetir, es que los impuestos de EEUU los paguen los países extranjeros, en una especie de sistema tributario en el que los habitantes del resto del planeta pagan de su bolsillo el gasto público de EEUU. El magnate lleva décadas repitiendo su creencia de que los aranceles los pagan los países extranjeros, en vez de los importadores estadounidenses, que trasladan esos costes extra a los consumidores de su país. Los efectos de las tasas que el propio Trump impuso a las lavadoras en su primer mandato, que provocaron fuertes subidas de precios que tuvieron que pagar los estadounidenses de sus bolsillos, demuestran que su sueño de que los extranjeros 'paguen' a EEUU es solo eso, un sueño.

'Pipa de la paz' mundial

Si los aranceles son un ataque económico al resto del mundo, la declaración de guerra total se ha quedado en el tintero. La llamada "sección 899" habría permitido a Trump cobrar un "impuesto de venganza", imponiendo tasas a las firmas extranjeras que operan en EEUU y que pertenezcan a países con un "sistema fiscal discriminatorio". La teoría era atacar al acuerdo para imponer una tasa mínima del 15% a las multinacionales, negociado a nivel mundial por el Gobierno de Joe Biden. Pero la amenaza es que ese poder podría usarse también para atacar a países con tasas sobre las tecnológicas estadounidenses, como la UE, o incluso a todos los países con un IVA, dado el odio del actual Gobierno estadounidense hacia ese impuesto.

Wall Street había temblado con esa posibilidad, que abría la puerta a una serie de batallas fiscales entre todo el mundo y EEUU y que desincentivaría de forma drástica las inversiones extranjeras en ese país. Por suerte, el Senado ha borrado ese artículo sin miramientos.

Lo que sí van a volar son las ayudas a las energías renovables. Los cambios a la ley han acelerado el fin a los incentivos aprobados por Joe Biden para las instalaciones renovables. Las plantas que quieren aprovechar estas ayudas tendrán 12 meses para comenzar las obras. La ley terminará con las ayudas para la compra de vehículos eléctricos, las reformas de viviendas y la construcción de casas sostenibles, y a la producción de energías limpias.

El efecto de todos estos cambios será reducir el ritmo de la transición energética. La producción de energía solar y la instalación de baterías sigue aumentando con fuerza, mientras que la eólica se ha estancado, según el World Resources Institute. El odio de Trump a los molinos -"son feos y hacen que las ballenas se vuelvan locas", ha dicho- ha golpeado al sector.

El problema al que se enfrentan los republicanos es que estos sectores están creciendo con más fuerza, precisamente en los estados que dominan, como Texas. Muchos diputados conservadores van a tener que enfrentarse a votantes enfadados por la paralización de plantas de renovables y la cancelación de proyectos en sus pueblos. Y Musk amenaza con lanzar un partido conservador alternativo que esté a favor de las energías limpias. Más allá de acelerar el cambio climático, las consecuencias de estos cambios pueden tener mucha cola.

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