"Todos tenemos que renunciar a nuestras preferencias personales". Así de filosófico se mostraba de madrugada el presidente del Congreso de EEUU, Mike Johnson, en medio de una negociación agónica con dos decenas de diputados rebeldes que amenazaban con tumbar la gigantesca reforma fiscal si no lograban cambios. Pero una persona sí que ha conseguido lo que quería: Donald Trump ha conseguido el que probablemente sea su mayor triunfo legislativo de su segundo mandato, con una gigantesca bajada de impuestos para los más ricos que disparará el déficit, recortará el gasto sanitario y aumentará los fondos para su programa de deportaciones masivas. Por 4 votos, 218 a 214, el Congreso ha aprobado la votación definitiva tras una nueva sesión maratoniana.
Al igual que en su paso por el Senado, la sesión clave de la Cámara de Representantes se demoró más de 30 horas, en medio de negociaciones infinitas entre los líderes republicanos y los diputados rebeldes. Para que Trump pudiera firmar la ley el 4 de julio, en el 250 aniversario de la independencia de EEUU, la ley tenía que aprobarse sin enmiendas en su último trámite. Pero el ala más radical del partido quería modificar el texto para reducir el gigantesco agujero contable de más de 3,3 billones de dólares que esta reforma dejará en las ya delicadas cuentas públicas del país.
El problema es que el partido llevaba tanto tiempo negociando entre sus diversas alas que cualquier modificación podría hacer que estallara por completo el delicadísimo e infeliz equilibrio que habían alcanzado. "No me gusta, pero esto es lo mejor que vamos a poder aprobar", se resignaba un diputado en plena madrugada. Al final, solo dos republicanos votaron en contra, dentro del margen de cuatro votos que podían permitirse perder.
Fue una última conversación entre Trump y su vicepresidente, JD Vance, y los rebeldes la que logró la cuadratura del círculo. Vance había insistido en que dejar sin seguro público de salud a más de 11 millones de personas era "irrelevante". "Lo que llevará al país a la bancarrota es la inmigración. Las previsiones de déficit, el balance presupuestario, los detalles de la política sanitaria... todo ello es irrelevante en comparación con los fondos para la Agencia de Control de Inmigración", dijo Vance en la red social X.
En concreto, la ley triplicará el presupuesto de la agencia que detiene y expulsa inmigrantes, hasta los 45.000 millones de dólares, y dedicará otros 45.000 millones a financiar un sistema de prisiones para inmigrantes con capacidad de detener a 116.000 personas al día. Estos fondos son un 60% más que lo que el país invierte en sus cárceles ordinarias para criminales. Además, se destinarán otros 45.000 millones para el muro fronterizo, más que triplicando lo que Trump invirtió en su primer mandato, según el American Immigration Council.
Trump, por su parte, prometió a los rebeldes que usaría órdenes ejecutivas (una especie de real decreto que especifica cómo aplicar una ley, pero que no puede modificar el texto aprobado por el Congreso) para modificar a posteriori algunas cláusulas de la ley que no les gustaban. Queda la pregunta de si Trump cumplirá esa promesa y qué 'cambios' podrá hacer, dado que no podrá tocar el texto que se ha aprobado.
Pero esos detalles no le preocupan al presidente por ahora. Trump está exultante por "haber derrotado a los demócratas de nuevo" con "una ley pro-crecimiento" que reduce drásticamente los impuestos a los más ricos, pagándolo con fuertes recortes a las ayudas sociales que reciben los más pobres. "EEUU va camino de romper todos los récords de CRECIMIENTO. Los recortes de impuestos que promueven el crecimiento nunca fallan. Uno de los proyectos de ley más trascendentales de la historia. EEUU es el país más "caliente" del mundo, ¡por mucho!", celebró el presidente en su red social, Truth.
Sin embargo, los economistas están dando señales de alarma. Según la Universidad de Wharton, el 10% más rico del país se llevará el 80% de los beneficios de esta ley, y su efecto sobre la economía será reducir el PIB un 0,3% y reducir el salario medio un 0,4% en los próximos 10 años. A cambio, el enorme aumento de la deuda de EEUU presionará aún más al bono y al dólar. A eso se suma el golpe a las renovables, retirando los incentivos aprobados hace cuatro años para pasar a subvencionar el carbón, con fuertes efectos sobre el medio ambiente y la competitividad energética de EEUU a medio plazo.
Y, políticamente, dejar sin sanidad a más de 11 millones de personas, muchos de ellos votantes republicanos, es una bomba de relojería. "No hay que tocar la sanidad", advirtió Trump a sus congresistas antes de que hicieran precisamente eso.
El portavoz demócrata en el Congreso, Hakeem Jeffries, aprovechó esa debilidad para hablar durante casi nueve horas, batiendo el récord del discurso más largo hecho en la Cámara Baja. En él, señaló uno a uno a los diputados que iban a aprobarla. "Los republicanos reconocieron que esta ley dañará la economía de energías renovables y dañará a sus propios votantes. Pero votaron a favor de la ley y rogaron que el Senado la cambiara. El Senado la ha empeorado, y ahora la van a aprobar igualmente", se jactó. Y recordó que el año que viene, en las legislativas de noviembre de 2026, los ciudadanos les pasarán la factura por los efectos de esta ley. Para bien o para mal, uno de los mayores experimentos fiscales de la historia está a punto de ponerse en marcha.