
Aunque solo aporta un 5% de los asalariados, el contrato fijo discontinuo es uno de los protagonistas del debate sobre la reforma laboral, debido al protagonismo que le concedió la norma como alternativa a los desaparecidos temporales por obra y servicio, aunque para muchos expertos son igual de precarios o incluso más. Una discusión que sigue lejos de resolverse a tenor de los últimos datos de Seguridad Social, que muestran que estos trabajadores ganan un 48% menos y tienen un porcentaje de parcialidad del 49% (un 20% superior a la media). Por si esto fuera poco, sus condiciones penalizan más a las mujeres, que ganan un 21% menos que los hombres, la mayor brecha salarial de género del mercado laboral.
La base media de cotización de un trabajador con contrato fijo discontinuo se situaba a cierre de 2024 en 1.124,2 euros al mes, un 48,9% menos que la media general, un 50,7% menos que un indefinido ordinario y un 40,9% menos que la de un temporal. También cae un 60,5% frente a los asalariados 'sin contrato', un colectivo que incluye a funcionarios y cargos públicos.
¿Por qué esta diferencia? La clave está en que los fijos discontinuos son empleos mucho más volátiles que el resto, como hemos contado en varias ocasiones en elEconomista.es. A pesar de que, en cifras absolutas, las bajas por finalización de un contrato temporal más que duplican las provocadas por el pase a la inactividad de los fijos discontinuos (2,18 millones en el primer trimestre de 2025 frente a 909.192) la tasa de bajas de afiliación sobre el total de afiliados con ese tipo de contrato la supera. Una paradoja de la que el Banco de España se hacía eco en su último Informe Anual.
Los indefinidos fijos discontinuos tienen una ventaja clara sobre los temporales: la empresa no puede extinguir el contrato por cumplir la duración determinada para el trabajo, solo puede hacerlo mediante un despido. Esto implica una indemnización más alta: como mínimo 20 días por año frente a los 12 días por caducidad, aunque aquí hay que recordar que si el temporal es despedido antes de cumplir con su contrato la indemnización es exactamente la misma que un indefinido.
En el caso del fijo discontinuo, cuando estas actividades eventuales se interrumpen, el trabajador pasa a la inactividad hasta volver a ser llamado. Esto, por un lado, supone que tiene una garantía de reincorporarse con la que no cuentan los temporales, pero mientras tanto no cobra salario, no cotiza porque es baja a la Seguridad Social y tampoco percibe ningún tipo de compensación por este pase a la inactividad. Su única opción es buscar otro empleo o cobrar una prestación por desempleo.
Esta fórmula, aunque compleja, es más barata para las empresas cuyo negocio dependen de actividades eventuales. En la práctica estos contratos se han limitado históricamente a actividades estacionales y recurrentes, como el turismo, y no de forma general: en Baleares, por ejemplo, es el modelo preferente, mientras en Canarias apenas se usa. Pero la reforma laboral flexibilizó las restricciones para ampliar su uso, incluyendo la posibilidad de las ETTs de utilizarlos.
El resultado parece limitado en términos de ocupación: los fijos discontinuos pasaron de suponer el 2,4% de los cotizantes asalariados en diciembre de 2021 al 5,1% a cierre de 2024. En el mismo periodo, los temporales han pasado del 29,4% al 13,6%, y los indefinidos ordinarios del 60,6% al 72,6%.
Pero al tener una volatilidad tan elevada, estos datos son dudosos. Los datos de afiliación y de cotizantes nos dicen cuántos fijos discontinuos están trabajando actualmente, pero no sabemos cuántos inactivos hay esperando el llamamiento. Podemos hacernos una idea con la cifra de inscritos como demandantes de empleo, pero estos no son todos. Pero hay un número indeterminado que no acuden a las oficinas
Más volátiles, peor pagados
Así las cosas, en 2024 había una media mensual de 928.000 afiliados activos, un 157% más que en 2021. Pero los servicios públicos de empleo contabilizaban 688.000 inscritos como demandantes de empleo (aunque la gran mayoría de estos no cobraba el paro). Sin embargo, tampoco sabemos cuántos de estos habían vuelto a ser llamados y mantenían esa demanda, que hay que renovar cada tres meses.
Esta volatilidad explica también la diferencia en la remuneración con el resto de contratos, especialmente con los temporales. En diciembre de 2021, la base media de cotización de un fijo discontinuo era un 44% inferior a la general. En el mismo mes de 2024 era de un 48,9%. Respecto a un indefinido, la diferencia era del 45,2%, y tres años después había subido al 50,7%. Pero respecto a un temporal ha pasado del 20,8% al 40,9%.
Esta diferencia responde a que los fijos discontinuos son los únicos cuya base de cotización han descendido desde que entró en vigor la norma. Mientras la de los indefinidos ordinarios ha aumentado un 6,91% y la de los temporales un 29,05%, la suya ha retrocedido un 3,81%.
Al firmarse menos temporales y tener una causalidad más clara y definida para eliminar a aquellos más 'precarios' su base cotización media repercute mucho mejor las subidas salariales acumuladas desde 2021. Incluso que los indefinidos ordinarios, aunque la de estos sigue siendo más alta. Con los fijos discontinuos ocurre lo contrario: su número se duplica casi tras la reforma, pero además sus puestos se han visto más flexibilizados, lo que hace que la mayor volatilidad contrarreste las ganancias salariales.
Pero hay otro motivo que explica esta diferencia en la base de cotización: la mitad de los cotizantes fijos discontinuos, un 49%, trabajan a media jornada. La tasa es del 20,6% entre los indefinidos ordinarios y del 29,7% entre los temporales. La reforma laboral ha tenido un efecto desigual en esta variable. Entre los indefinidos ordinarios se ha elevado dos puntos, el mismo incremento que entre los fijos discontinuos. Pero entre los temporales ha retrocedido cuatro puntos, lo que apuntala la tesis de que, aunque se firman menos contratos de este tipo, su 'calidad efectiva' ha aumentado.
Estas diferencias penalizan claramente a un colectivo: las mujeres. Suponen el 58,2% de los fijos discontinuos, un porcentaje levemente inferior al 59% que representan entre los cotizantes con contratos temporales.
Sin embargo, la la hora de analizar las remuneraciones, se aprecia un fenómeno sorprendente: la brecha salarial entre los eventuales es negativa. Es decir, las trabajadoras cobran un 2,9% más que sus compañeros varones. Antes de la reforma era un 2,2% pero a la inversa, a favor de los hombres.
Entre los indefinidos ordinarios ellos siguen ganando bastante más que ellas, un 17,1% en el caso de los ordinarios, si bien en 2021 se llegaba al 18,5%. Pero entre los fijos discontinuos la brecha se eleva al 21,1%, la más elevada de todos los modelos de contratación. Son tres puntos menos que antes de la reforma, pero ahora afecta al doble de trabajadoras.
Estos desequilibrios plantean una pregunta: ¿no se podía haber previsto? Tenemos un contrato que ante de la reforma laboral ya tenía los salarios más bajos, el mayor porcentaje de parcialidad y la brecha de género más elevada. Tres años después en lugar de ver corregidos estos problemas, como se ha logrado con los temporales y, en menor medida, con los indefinidos ordinarios, comprobamos como siguen muy presente y han elevado a los afectados por la apuesta de flexibilizar la figura.
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