
Cuando en los últimos días de 2021 se aprobó la reforma laboral, no fueron pocas las voces que advirtieron de que sus efectos serían más intensos en las estadísticas que en la realidad de los empleos. Este entonces, el análisis se ha centrado en la diferencia entre "temporalidad contractual" y "temporalidad empírica". Es decir, si el desplome de la contratación eventual se traslada a una mejora de la calidad real de los empleos. Algo que los datos cuestionan: en marzo se produjeron 1,86 millones de altas y 1,7 millones de bajas de afiliación a la Seguridad Social, cifras que superan en un 11,4% y un 19,6% respectivamente las registradas de hace un año y se sitúan en niveles de máximos históricos para un mes de marzo.
Hay que remontarse a 2020 para encontrar un tercer mes del año con más bajas mensuales de afiliación, mientras que las altas sí marcan un récor de la serie. Este comportamiento se explica, en parte, porque hay más gente trabajando que nunca (los afiliados superan los 21 millones) con lo cual es lógico que las entradas y salidas necesarias para mantener este impulso también crezcan.
Pero este argumento choca con los efectos de una modificación del marco legal que ha disparado la contratación indefinida y, en teoría, más estable. Los asalariados con contrato indefinidos suponen el 78,7% del total, cuando en 2019 apenas llegaban al 62,3%. Los considerados empleos de mayor calidad, los indefinidos ordinarios a jornada completa, han escalado del 48,8% al 58,3% del total. ¿Cómo es posible hablar de estabilidad que por cada 100 altas en marzo se produzcan 91,4 bajas?
La volatilidad del mercado laboral parece haberse incrementado desde 2012 (cuando arranca la serie histórica del Tesorería General de la Seguridad Social). Aunque las cifras fluctúan enormemente entre meses, si tomamos como referencia solo los de marzo se aprecia que esta tendencia se mantiene en máximos, pese a la reforma.
Los datos muestran un serio problema del mercado laboral: aunque el 'saldo' entre unas y otras parezca positivo (a priori se crea mucho más empleo del que se destruye) cualquier cambio o incertidumbre puede hacer que las tornas se inviertan. Esta es la razón por la que España destruye mucho más empleo en las crisis que cualquier otro país europeo y explica que en las fases de recuperación creemos más empleo que las grandes economías europeas... manteniendo una tasa de paro muchísimo mayor.
Por este motivo, Bruselas siempre nos ha exigido medidas para reducir la brecha entre unos empleos mucho más estables y otros condenados a la volatilidad. Aunque su diagnóstico sobre esa dualidad peca de limitado porque se limita a la diferencia entre el porcentaje de contratos temporales y el de indefinidos. Al centrarse en corregir esta desprorporción, la reforma de 2021, impulsada por la vicepresidenta segunda y Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y pactada con patronales y sindicatos, ha logrado el aprobado de la Comisión, aunque la visión de los expertos es más crítica.
La pregunta es: ¿está nuestro mercado laboral mejor preparado ahora para afrontar momentos de frenazo económico, como podría ser el desencadenado por una guerra arancelaria a gran escala? El veredicto de la literatura confirma que no se ha producido un avance que permita "reducir los niveles de precariedad de los segmentos más vulnerables del mercado de trabajo".
Temporalidad contractual vs. empírica
Esta idea la recoge Xavier Cuadras-Morató, presidente del Instituto Catalán de Estadísticas (Idescat) en un informe presentado en el 'Congrés d'Economia i Empresa de Catalunya' celebrado en marzo y que hace unos días compartió en un evento organizado por PIMEC. Un análisis que se centra en lo ocurrido en Cataluña, pero que no deja de resultar llamativo cunado esta es la comunidad autónoma con menor porcentaje de asalariados en empleos eventuales, es decir, 'temporalidad contractual': un 11,2% según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA). Toma sí la delantera al conjunto del país (que registra un 15,5%) para alcanzar niveles "prácticamente idénticas a las de la mitad de los países de la UE 27".
Pero el experto toma en consideración el concepto de "temporalidad empírica", acuñado y desarrollado, entre otros, por los investigadores de Fedea, José Ignacio Conde Ruiz y Florentino Felgueroso en diversos estudios que coinciden en una tesis similar: hay menos trabajadores con contrato temporales, pero la rotación laboral de altas y bajas se mantiene en niveles similares, con pautas estacionales similares.
Una de las claves que explica esta diferencia ente la "temporalidad contractual" y "empírica" es el trasvase de comportamientos propios d los temporales a los indefinidos, especialmente los fijos discontinuos (que apenas llegan al 5,6%), pero también al resto de modalidades 'estables'. Esto ha compensado el descenso de las bajas de afiliación de asalariados de contratos eventuales. En marzo, se produjeron 19.600 bajas diarias de afiliación de asalariados indefinidos ordinarios y 19.300 de fijos discontinuos, frente a 39.000 de temporales.
Si dibujáramos el gráfico con las altas, en lugar de con las bajas la evolución sería similar. Sin embargo, este enfoque adolece de cierto efecto composición: al haber más contratos indefinidos y menos temporales es lógico que las bajas se deriven hacia los primeros, en especial los fijos discontinuos, una figura diseñada para empleos de duración determinada, pero recurrente.
Es decir, aunque los datos apuntan que hay un desplazamiento de la 'precariedad' no se puede afirmar que los empleos bajo estas figuras contractuales sean 'peores' o más inestables. La reforma laboral ha reforzado el peso de los contratos indefinidos ordinarios, con lo que el incremento de la rotación puede concentrarse en ciertos sectores y trabajadores (sobre todo los recién contratados), con lo cual su impacto general en el conjunto del mercado laboral es menor.
Para despejar esta cuestión, Cuadras-Morató da un paso más y entra a analizar la duración efectiva de los empleos asociados a cada tipo de contrato. Un ejercicio clave para comprobar la temporalidad empírica pero que solo puede hacerse recurriendo a la Muestra Continua de Vidas Laborales (una estadística completa pero compleja cuyo acceso está limitado a investigadores). El Anuario de Estadísticas Laborales del Ministerio de Trabajo recoge un extracto de la media anual, pero no permite reflejar la volatilidad diaria.
El estudio de Cuadras-Morató abarca el periodo diario entre 2019 y 2024, cuando estudios anteriores de Fedea llegaban a 2022, el primer año de aplicación de la reforma laboral. Lo que dos años después se confirma es una enorme dualidad entre asalariados indefinidos ordinarios, fijos discontinuos y temporales con hallazgos que, aunque centrados en el mercado laboral catalán, pueden extrapolarse al resto del Estado.
La duración media de los empleos ha aumentado un 9,94% respecto a los niveles de 2019, de 226 a 248 días. Peor esta mejora es engañosa y responde a que hay más contratos indefinidos. Lo que no implica que los nuevos trabajadores sujetos a esta modalidad sean más estables. De hecho, su duración n media de los primeros ha caído un 35,74%, de 1.296,55 a 833,11.

La de los fijos discontinuos se ha desplomado un 43,91%, pasando de 117,92 a 66,14 días, un síntoma de "precarización", mientras la de los temporales se ha incrementado un 23%, de 73,08 a 89,91 días gracias a las restricciones al abuso de la temporalidad incluidas en la norma. Aun así, Cuadras recuerda que el ritmo de entradas y salidas de empleo de estos asalariados eventuales "se mantiene estable", lo que implica a una mejora limitada.
A la reforma le faltó ambición
"Habrá que estar dispuestos a la evolución del mercado laboral en los próximos años para comprobar si la reducción de la temporalidad contractual se traduce finalmente en patrones más estables de creación y reducción de puestos de trabajo", incide el experto que, por el momento, destaca tres conclusiones de este análisis.
La primera es que "la tasa de temporalidad contractual seguramente ya no es el mejor indicador de inestabilidad del mercado de trabajo", puesto que ahora muchos trabajadores que todavía están en situación de precariedad no tienen un contrato temporal, sino indefinido.
En segundo lugar, critica que la reforma "ha demostrado no ser suficientemente ambiciosa", ya que la restricción de los empleos eventuales temporales no ha impedido "que se replicara, en gran parte, la situación previa" en lo que se refiere a la temporalidad empírica.
Por último, advierte de que la "asignatura pendiente" sigue siendo que las empresas apuesten por la creación de puestos de trabajo "con mayores niveles de estabilidad". Considera que las tendencias demográficas de los próximos años (los trabajadores serán más escasos) y el "deseable cambio hacia una economía de puestos de trabajo de mayor valor añadido podrían contribuir de forma muy relevante" esta transformación.
Pero son tres cuestiones en las que no parece estar el foco de los próximos cambios legislativos en materia laboral. El Ministerio de Trabajo se ha volcado con la reducción de jornada, mientras sigue estudiando sus cartas para llevar adelante el plan para para 'destopar' las indemnizaciones por despido improcedente. Dos cuestiones que Bruselas no está pidiendo a España, ya que sigue más pendiente de que la cuarta economía de la zona euro deje de ser también la más precaria en términos laborales.
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