Economía

Aranceles, estanflación y presidentes abrasados: Trump aviva el fuego de las peores crisis de EEUU

  • Trump toma a Reagan de inspiración, pero sus políticas 'invocan' a Carter y Ford
  • Una subida de los aranceles fue una de las causas de la Gran Depresión de 1929
  • El magnate invoca como 'héroe' al presidente que acabó con la recesión más larga
George W Bush saluda a Donald Trump. Foto: Alamy

En poco más de mes y medio, Trump ha logrado despertar el monstruo más temido de la economía: la estanflación. Sus idas y venidas con los aranceles han despertado el miedo a que EEUU entre en recesión, a la vez de disparar las expectativas de un escenario inflacionista, con las dificultades que planea para el comercio. Además, está despertando el riesgo de que se acabe trasladando a las economías de todo el mundo, con precios más elevados en muchos productos.

El actual presidente de EEUU está jugando con un fuego que terminó quemando a muchos de sus antecesores. Por la estanflación quedaron abrasados el republicano Gerald Ford (1974–1977) y el demócrata Jimmy Carter (1977–1981) en la década de los setenta. La culpa la tuvo el embargo del petróleo de 1973, cuando la OPEP disparó los precios al restringir la producción. La consecuencia fue una inflación disparada en los países que apoyaron a Israel en la Guerra del Yom Kipur, incluido EEUU.

Ahora mismo, de la ecuación de estanflación está fuera la subida de precios del petróleo, pero la situación es lo suficientemente peligrosa para achicharrar a casi cualquier mandatario. De hecho, en EEUU es habitual que los presidentes cumplan los dos mandatos consecutivos, salvo crisis inesperada. Ford y Carter solo duraron uno. El republicano además tuvo que cargar con la herencia del Watergate de Richard Nixon, y en el caso del demócrata, es difícil dar estabilidad a un país con una inflación rondando el 15%. Carter fue derrotado por goleada por Ronald Reagan en las elecciones de 1980.

A favor de Trump es que está al principio del mandato si se desata una crisis económica, con lo que queda la duda de si habrá un giro en sus políticas cuando la economía y Wall Street le acorralen.

Donald Trump saluda a Ronald Reagan, en un cartel de campaña. Foto: Alamy

La historia y la sombra de Reagan persiguen a Trump

Considerados como outsider de la política y del partido republicano, Ronald Reagan y Trump supusieron un giro ideológico profundo. Y los dos entraron en la Casa Blanca con la maleta llena de medidas muy parecidas.

En 1981, a Reagan no le tembló la mano para despedir a más de 11.000 controladores aéreos que estaban en huelga. En su momento, fue tan controvertido como los despidos que ha realizado Musk. El veterano actor aplicó una de las mayores rebajas de impuestos de la historia de EEUU con la Economic Recovery Tax Act (1981). Trump también prometió recortar los impuestos como una de las grandes promesas de la campaña electoral, pero todavía no hay noticias de ella.

A Reagan le falló controlar el déficit y la deuda, otras de las obsesiones de Trump. La combinación de bajadas fiscales y aumento del gasto militar con Reagan generaron un descontrol en materia presupuestaria, a pesar del discurso oficial de control del gasto. Y durante los primeros años de mandato, Reagan amenazó con aranceles a Japón para frenar las exportaciones de automóviles. Además, impuso cuotas al acero asiático y europeo.

La historia dice que los republicanos tienen muy mala suerte con las crisis económicas. Ya sea de manera fortuita o buscada, siempre terminan atropellados por grandes accidentes económicos. Eso le pasó a George W. Bush, que tuvo que gestionar nada menos que dos recesiones: el estallido de la burbuja puntocom en el año 2001 y la crisis financiera de 2008, que estuvo cerca de tumbar el sistema financiero mundial.

La desregulación bancaria y financiera durante su mandato, unida a una burbuja inmobiliaria, provocó la mayor crisis económica de EEUU desde la Gran Depresión. Para noviembre de 2008, ya había caído Lehman Brothers, se había rescatado a varios gigantes bancarios de Wall Street y la economía caía en picado. Aunque la presidencia de Bush y las expectativas electorales de los republicanos estaban ya hundidas por la mala gestión de la catástrofe provocada por el huracán Katrina, la crisis fue el golpe de gracia definitivo. Barack Obama solo tuvo que pasearse por la alfombra roja en las elecciones. El gran perjudicado de la situación fue el candidato republicano John McCain, que perdió contra Obama por el mayor margen de todas las elecciones celebradas este siglo.

Personas desempleadas durante la Gran Depresión. Foto: Alamy

Herbert Hoover y la Gran Depresión

Pero el ejemplo que más pánico le debería dar a Trump es el de Herbert Hoover. El presidente republicano está considerado como uno de los responsables de la Gran Depresión que sacudió al mundo tras el 'crac' de la Bolsa de Nueva York de 1929, y del que se ha culpado del ascenso del fascismo en Europa.

Es cierto que esta crisis mundial tuvo numerosos causantes: el aumento del dinero en circulación para financiar la I Guerra Mundial y el intento de absorberlo con el patrón oro es uno de ellos. Y, como consecuencia del oro, la Reserva Federal no pudo actuar como prestamista de último recurso, porque no podía imprimir dinero fresco para rescatar a los bancos y estimular la economía.

Pero la responsabilidad por la que Hoover ha pasado a la historia es la de haber aprobado la ley de aranceles Smooth-Hawley. Esta ley aumentó el arancel medio de EEUU hasta el 20%, una subida de 8 puntos de golpe. Todos los productos a los que se aplicaba esta ley tenían que pagar un arancel del 60%. Las importaciones de los bienes afectados se hundieron un 66% y, pese a ello, el coste aduanero se disparó. Además, los demás países respondieron a la guerra comercial estadounidense con contraaranceles que hundieron las exportaciones de EEUU un 61%.

Los aranceles no mejoraron en absoluto la situación económica del país, y desde entonces hay un debate entre los expertos sobre si la empeoraron o si no cambiaron mucho la situación, que ya era dramática. De cualquier forma, Franklin Roosevelt ganó en 1932 con un programa en el que prometía eliminar esos aranceles como parte de sus reformas económicas. Y, desde luego, la liberalización aprobada en 1934 no hizo ningún daño a la recuperación económica de EEUU. Lo que está claro es que los aranceles masicos de Trump, inspirados en estos, no hacen ninguna ilusión a los economistas: más bien lo contrario.

Ulysses S. Grant y la Larga Depresión

Yendo hacia atrás, la depresión más extensa que ha vivido EEUU fue la llamada "Larga recesión", que duró 65 meses consecutivos, un récord en la historia estadounidense. Aquella crisis empezó en 1873 y no terminó hasta 1879. Pero, además, se reprodujo en distintas formas hasta 1900. En aquellos 27 años, EEUU se pasó casi la mitad del tiempo en recesión, una situación que acabó con las carreras políticas de 6 presidentes. En total, entre 1876 y 1896, ningún presidente consiguió la reelección, en la que es la racha más larga de presidentes con un solo mandato de la historia. (A esa lista hay que añadir a James Garfield, que murió en el cargo).

Pero el nombre propio que queda unido a esa enorme crisis es el de Ulysses S. Grant, héroe de la Guerra de Secesión y responsable de desatar aquella recesión interminable con una decisión: volver a implantar el patrón oro para 'normalizar' la economía tras aquella guerra civil contra los estados esclavistas del sur.

Pongámonos en situación. Para financiar aquella guerra, los dos bandos habían tomado grandes cantidades de deuda, que habían financiado emitiendo dólares sin respaldo. Grant insistió en cancelar todos esos billetes usando oro y volver a un sistema metálico. Pero la ley que aprobó para tal fin en 1873 iba un poco más allá: no solo eliminaba los billetes de banco sin respaldo, sino que también eliminaba la plata como metal valioso. A partir de entonces, solo el oro contaría como respaldo para el dinero: era el principio del patrón oro estricto, que duró un siglo con diversos altibajos.

El problema es que mucho dinero en circulación estaba acuñado en plata, y numerosas minas estaban extrayendo este metal. Su retirada del sistema monetario provocó una caída de su valor y una deflación generalizada. Como el oro en circulación tenía que absorber todo el dinero que hasta entonces estaba respaldado por plata y billetes, el resultado es que el oro existente disparó su precio, aumentando el valor del dinero y hundiendo el precio de los productos. Los salarios cayeron un 25% de golpe, hubo una ristra de bancarrotas cuando muchas personas se declararon incapaces de pagar las deudas que habían asumido cuando los salarios estaban más altos, y la economía se estancó. Aunque la población crecía a un ritmo mayor del 17%, el PIB apenas subió un 7%, con lo que la renta per cápita cayó con fuerza.

Aquella recesión duró varias décadas porque los partidos se enzarzaron en batallas sobre la solución al problema: unos proponían abrir las fronteras y eliminar los aranceles para rebajar los precios, otros querían aprobar una ley de 'reflación', imprimiendo billetes para causar inflación y romper el ciclo de caídas de precio. Finalmente, las elecciones de 1896 fueron una batalla entre dos opciones completamente opuestas: el populista demócrata William Jennings Bryan quería recuperar la plata como moneda, acusando a Grant de 'traición'. El republicano McKinley, por su parte, apostaba por fijar el patrón oro y aumentar los aranceles. McKinley ganó, la larga recesión terminó tras 'digerir' el impacto deflacionario del oro, el republicano rompió la maldición de los presidentes de un solo mandato... y por ello, Trump le ha designado como uno de sus héroes personales. El problema es que la política de Trump tiene más posibilidades de enfriar la economía, no de estimularla. Y que la situación del país en aquel momento no se parece en nada a la del gigante que es hoy.

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