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Trump saca el manual de Reagan para americanizar las empresas automovilísticas alemanas a cañonazos arancelarios

Mercedes. iStock

Uno de los objetivos de Donald Trump en su retorno a la Casa Blanca es situar a los EEUU a la cabeza de la producción manufacturera mundial, un trono que actualmente ocupa China. Además del acelerón de su producción industrial, Pekín ha logrado mejorar la calidad de sus productos, convirtiendo el 'made in China' en una expresión de fiabilidad y eficacia, tal y como ve en su dominio de la fabricación de coches eléctricos. El magnate quiere afianzar la hegemonía económica estadounidense en el mundo, y para ello está dispuesto a activar una bomba de racimo arancelaria cuyos fragmentos también alcanzarán al Viejo Continente. Con la economía alemana a medio gas y Francia atravesando turbulencias políticas, Europa observa cómo el republicano planea llevarse las joyas de la industria automotriz continental a suelo estadounidense.

A finales de septiembre, Donald Trump afirmó en un mitin en Georgia, estado bisagra con importantes centros industriales, que quería "convertir a las compañías automovilísticas alemanas en firmas estadounidenses". "Quiero que construyan sus plantas aquí" señaló el entonces candidato republicano, indicando que las firmas extranjeras que se negaran a fabricar sus productos en EEUU se enfrentarían a un "considerable arancel". De ejecutar esta hoja de ruta, el magnate asestaría un duro golpe a la economía alemana, la cual está atravesando un momento muy complicado, con la industria automotriz de capa caída.

Aunque de momento no ha mencionado directamente a Europa, hay motivos para la preocupación en el Viejo Continente. No solo porque Trump haya afirmado que la palabra arancel es "música" para sus oídos, sino porque el nuevo presidente estadounidense ha señalado que, lo primero que hará al llegar a la Casa Blanca, será establecer aranceles a los productos de China, Canadá y México. Concretamente, el magnate planea imponer una tasa del 10% a los productos chinos, y del 25% a los productos fabricados en Canadá y México.

La imposición de estas tasas sobre los bienes producidos en estos dos últimos países podría anular el tratado de libre comercio entre EEUU, Canadá y México (USMCA), impulsado en el anterior mandato del propio Trump, y que sustituyó al Tratado de Libre Comercio de America del Norte (NAFTA). Semejante movimiento confirmaría el giro de Washington con sus aliados comerciales, disparando las alarmas en Europa, concretamente en Alemania.

Así, los titanes germanos de la industria automotriz como Volkswagen, Mercedes-Benz y BMW han comunicado profit warnings en los últimos meses, señalando como principales causas la debilidad económica y la ralentización de la demanda de en China, el país con el mercado automovilístico más grande del mundo. En este sentido, Mercedes-Benz también recortó sus previsiones financieras en septiembre, y Volkswagen comunicó ese mismo mes su plan para cerrar fábricas en Alemania por primera vez en 87 años de historia.

En este escenario, Rico Luman, economista de ING, ha indicado que el sector automovilístico alemán se encuentra significativamente expuesto a las amenazas arancelarias de Trump. Alemania es el mayor exportador de turismos hacia EEUU, unas ventas que ascendieron en 2023 hasta los 23.000 millones de euros (24.200 millones de dólares). Suponen, además, el 15% de todas las exportaciones alemanas hacia territorio estadounidense.

Según Luman, el sector automovilístico constituye el "corazón" de la industria manufacturera, ya que está ligada al sector acerero y químico, involucrando asimismo toda la cadena de suministro. Por ello, Berlín mira con preocupación al otro lado del Atlántico, en un momento crítico en términos políticos, con elecciones legislativas en el horizonte y la extrema derecha en auge.

Realmente, Donald Trump pretende repetir con Europa la misma jugada que Reagan ejecutó con Japón en los años 80. En 1980, después de décadas de extraordinario desarrollo de la industria automotriz, Tokio adelantó a Washington como máximo productor automovilístico a nivel mundial. Además, durante aquel periodo las firmas japonesas lograron regar las autopistas estadounidenses con sus vehículos, en un contexto de crisis global de petróleo y en plena recesión estadounidense. En otras palabras, los coches japoneses comenzaron a comerse la tarta de combustión estadounidense.

La situación era crítica para el sector automotriz estadounidense, tanto que algunos congresistas aseguraban que Japón estaba exportando desempleo a Estados Unidos. Así, en 1981, Ronald Reagan, adalid del neoliberalismo, consiguió que Japón limitara "voluntariamente" la exportación de vehículos hasta un volumen de 1,6 millones de unidades durante anuales, restricción que concluyó en 1994. Ello permitió que el sector estadounidense se recuperara y alcanzara en 1984 los 10.000 millones de dólares de beneficios. Además, al año siguiente se firmó el Plaza Accord mediante el cual el yen se apreció un 32% respecto al dólar, lo cual afectó a las exportaciones niponas. Ello provocó que numerosas numerosas firmas automovilísticas japonesas se instalaran en Estados Unidos con el objetivo de producir allí.

Resta saber el grado exacto en el que se desarrollará la política arancelaria de Trump, y en qué medida afectará a Europa. Por otro lado, conviene recordar que el magnate es gran opositor de los coches eléctricos, rumbo hacia el cual se dirige el futuro de la industria automotriz. Bien lo saben en China, que concentra el 60% de las ventas de coches eléctricos a nivel global, pero también en la UE. Bruselas tiene una hoja de ruta que, de momento, mantiene el objetivo de prohibir la venta de coches de combustión en 2035. Ante el deterioro de la industria automotriz europea, voces autorizadas como la de Mario Draghi se han alzado para reclamar una mayor coordinación que permita el Viejo Continente incrementar su competitividad en el actual contexto internacional.

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