La economía de Portugal está siendo una de las sorpresas dentro Europa. La mayor resistencia a la crisis del covid (en comparación con sus vecinos del Mediterráneo) no ha impedido que el rebote posterior haya sido incluso superior que el de los países que más cayeron. Esto ha permitido a Portugal recuperar los niveles de PIB previos a la pandemia mucho antes que otros países europeos y, sobre todo, mucho más rápido que España. En este contexto, el mercado laboral portugués presume de estadísticas tras el valle del virus. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Pese a todos los datos positivos y los elogios lanzados sobre la economía vecina, aún existe una mota que empaña este 'milagro' portugués: el desempleo de larga duración.
Los datos confirman el buen estado de forma del mercado laboral portugués sobre el papel. La tasa de paro se encuentra en unos niveles muy bajos (un 6,5% en el último trimestre de 2022), no vistos desde comienzos de los 2000. La cifra de parados inscritos en los centros de empleo ronda los 300.000 y el pasado agosto bajó de ese nivel, representando el dato más bajo desde 2003. El sintagma pleno empleo aparece en algunos análisis y los empleos vacantes registran niveles máximos (alrededor del 1,4% del total de ocupados).
En su último informe, el Banco de Portugal destaca el histórico momento que vive el mercado laboral luso. Los economistas del banco central esperan que el dato final de 2022 sea un 5,9% de desempleo y que esa cifra se mantenga hasta 2025. Se trata, señalan, de "una cifra históricamente baja" que permite que el mercado laboral "se acerque al pleno empleo", es decir, al límite del paro estructural, una tasa de desempleo que ya ni se reduce ni en las mejores épocas de bonanza.
"Aunque se prevé desaceleración de la actividad, creemos que la tasa de desempleo se estabilizará en 2023-25 en medio de la escasez de mano de obra", enfatizan, haciéndose eco de que "la proporción de empresas que reportan dificultades para contratar mano de obra cualificada sigue siendo históricamente alta en los principales sectores de actividad". Desde el banco central explican que una tasa elevada de vacantes y un crecimiento esperado de la fuerza laboral muy limitado alentarán a las empresas a retener a los trabajadores.
Con todos estos datos de fortaleza laboral, se espera que los salarios nominales en el sector privado hayan aumentado un vigoroso 5,4% en 2022 y muestren un crecimiento promedio similar en 2023-25. Estas estimaciones incluyen los incrementos al salario mínimo observados en 2022 (6%) y los anunciados para 2023-25 (7,8% en 2023, 6,6% en 2024 y 5,6% en 2025), según las previsiones del Banco de Portugal.
Mientras esto sucede, el paro de larga de duración presenta datos preocupantes. Durante los tres primeros trimestres de 2022, los desempleados de larga duración (es decir, los que llevaban un año o más sin trabajar) y los de muy larga duración (más de dos años) representaban el 46,4% y el 29,4% de la población desempleada. Asimismo, un trabajador que pierde el empleo en Portugal tarda 22 meses de media en encontrar un nuevo trabajo, el doble que en la Eurozona, según datos de la OCDE. Aunque los porcentajes siguen lejos del 60% que se llegó a registrar en 2014, tras los peores efectos de la Gran Recesión, el problema persiste.
¿Cómo puede explicarse la aparente paradoja entre estos porcentajes en máximos de empleos vacantes por cubrir y el elevado paro de larga duración? Es evidente que algo no cuadra, lo que están demandando las empresas portuguesas no es lo que oferta la mano de obra.

Una forma gráfica de analizar este desequilibrio (demanda y oferta del mercado laboral) es a través de la Curva de Beveridge, que representa la relación inversa entre la tasa de paro y la tasa vacantes. Esta curva es un concepto o indicador clave para los mercados laborales que da información acerca de la eficiencia a la hora de emparejar demandantes de trabajo (empresas) y oferentes (trabajadores), o también de los problemas que sufre el mercado de trabajo. Su nombre se debe al economista británico William Beveridge, que fue quién comenzó a investigar la relación inversa entre desempleo y vacantes (los puestos de trabajo que las empresas intentan cubrir). En Portugal se encuentra en máximos históricos.
Los analistas del servicio de estudios económicos de CaixaBank apuntan en un informe del pasado mes de enero que la respuesta puede estar en dos factores como el nivel educativo y la edad. "El desajuste entre las competencias que las empresas buscan y las que los candidatos presentan puede explicar la coexistencia de un elevado paro de larga duración con un también elevado número de vacantes. Pero también podría ser una consecuencia, ya que el desempleo de larga duración acarrea una erosión del capital humano en forma de pérdida de cualificaciones de los desempleados", clarifica Vânia Duarte, analista de CaixaBank Research.
Al analizar el nivel educativo de los desempleados de larga duración en Portugal, los economistas del banco observan que el 44,2% tenía como mucho un nivel básico en 2021 (último dato disponible), en comparación con un 40,3% de media en la Eurozona. Sin embargo, después de la pandemia se observa un cierto aumento de la importancia concedida a la formación y a la educación para poder reintegrarse con éxito en el mercado laboral, ya que el 17,1% de los parados de larga duración participaron en actividades de educación y formación ese mismo año, por encima del 11% registrado en 2019.
"Este desajuste entre la cualificación de los demandantes de empleo y los perfiles que buscan las empresas podría explicar, por ejemplo, que el número de parados y de vacantes aumentara significativamente en el sector del comercio entre 2019 y 2022. Este dato subraya algunos de los desafíos de la digitalización", expone Duarte. Lo cierto es que la transición digital demanda nuevas competencias. Más allá de la alfabetización digital, el pensamiento crítico o la data literacy figuran entre las 10 que registrarán una mayor demanda en los próximos años. Todo ello sucede en un contexto en el que el 27% de la población tiene unas competencias digitales reducidas o nulas (entre los desempleados el porcentaje supera el 33%), refuerzan desde CaixaBank.
El otro gran factor en juego es el de la edad. Es patente que la tasa de paro de larga duración aumenta con la edad: si en 2021 el 27% de los parados entre 15 y 29 años llevaban más de 12 meses sin trabajar, la proporción alcanzaba el 53% entre los parados de entre 45 y 49 años, y el 59% entre los parados de 50 años o más.
Este comportamiento también está ligado, en buena parte, al nivel educativo. "Si analizamos el conjunto de la población activa, los individuos de más edad presentan menores niveles de educación; de hecho, el 35% de las personas activas con edades entre los 55 y los 64 años y el 47% de las personas entre los 65 y los 89 años tienen, como mucho, un nivel educativo básico, lo que contrasta con el tramo de edad de los 25-34 años (3%). Esto dificulta su reinserción en el mercado laboral en caso de desempleo, lo que contribuye a periodos más largos de paro y acaba por desalentarles en la búsqueda", ilustra Duarte.
Aunque los expertos ven más factores detrás del paro de larga duración, como la actividad económica de origen, actualmente lo que más explica el elevado número de empleos vacantes por cubrir es principalmente el citado desajuste entre las competencias que buscan las empresas y las que ofrecen los candidatos, recalcan desde CaixaBank.

Ponen como ejemplo el caso de la industria manufacturera, donde el 43% de las empresas que indicaban sufrir obstáculos en su actividad en octubre, alrededor del 29% apuntaba a dificultades para contratar personal cualificado (la segunda causa principal), un porcentaje que se aumenta a casi el 67% de las empresas en la construcción y las obras públicas que afirmaban sufrir dificultades en su actividad, y a casi el 86% en el caso de las empresas en el sector del alojamiento y la restauración (en ambos casos apuntado como el principal obstáculo).
"Es de vital importancia redoblar los esfuerzos en la mejora de la cualificación y las competencias de los trabajadores, uno de los objetivos del Plan de Recuperación y Resiliencia de Portugal, que destina cerca de 1.370 millones de euros a dicha partida", remachan desde el servicio de estudios de la entidad. El momento puede ser propicio dados los positivos indicadores macro que está dejando el país vecino.
La economía de Portugal creció un 6,7% en 2022, lo que supone el aumento" más elevado desde 1987", según informó la pasada semana el Instituto Nacional de Estadística (INE) luso. Además, este fuerte crecimiento ha permitido a Portugal reducir su deuda pública en 18 puntos porcentuales desde los niveles máximos alcanzados en el primer trimestre de 2021. Sin tener en cuenta el 'distorsionado' crecimiento del PIB de Irlanda (cuyo producto está muy ligado al beneficio de las multinacionales), Portugal ha sido la economía de la Unión Europea que más ha crecido en 2022.
La Comisión Europea destacaba en sus últimas previsiones que el consumo privado y las exportaciones netas contribuyeron significativamente a la expansión, beneficiándose de un fuerte repunte del turismo tras el levantamiento de las restricciones por el covid-19. Por el lado de la oferta, la producción industrial y la construcción se mantuvieron relativamente débiles, particularmente en el último trimestre del año, debido a las condiciones externas desfavorables y la volatilidad de los precios de las materias primas.
En términos nominales, PIB aumentó un 11,5% en 2022 (frente al 7,1% de 2021), alcanzando los 239 millones de euros. Este fuerte crecimiento del PIB nominal ha permitido que la deuda pública caiga con fuerza desde casi el 140% del primer trimestre de 2021 hasta el 120% del último trimestre de 2022. Para el ratio de deuda sobre PIB se utiliza la producción nominal (sin descontar el deflactor del PIB), lo que ha permitido que la economía lusa rebaje en más de 18 puntos su deuda en solo dos años.