
El discurso de Mario Draghi en su 'fiesta' de despedida como presidente del Banco Central Europeo (BCE) dejó varios mensajes importantes. A las ya habituales llamadas a la mayor integración, el presupuesto 'euro' o la finalización de la unión bancaria, Draghi dejó entrever que la política monetaria ha alcanzado sus límites dentro del marco actual. Christine Lagarde, la nueva presidenta de la institución que asume hoy el cargo, necesita dar un mensaje diferente que sea recibido como una brisa de aire fresco, que sin embargo no puede revertir el decreciente impacto de una política monetaria agotada. La capitulación parcial anunciada por Draghi coincide con el consenso de los expertos: cambio de caras en Frankfurt con mismas limitaciones.
Cada vez son menos los que creen en la capacidad del banco central. Los propios panelistas del BCE han rebajado sus perspectivas de inflación al 1,2% a corto plazo y al 1,5% en los dos próximos años. Por otro lado, las expectativas de inflación a cinco años dentro de cinco años a través de swaps (la inflación que se espera dentro de 10 años) son del 1,2%, muy lejos del objetivo del 2%. Nick Kounis y Bill Diviney, economistas de ABN Amro, señalan en una nota que "los resultados son particularmente llamativos, dado que el BCE anunció un nuevo paquete de estímulos en septiembre... se está perdiendo la fe en el BCE". Las tendencias estructurales de la economía (demografía, menor crecimiento global, mayor propensión al ahorro...) son difíciles de revertir incluso aunque la política fiscal y monetaria actuasen de forma coordinada.
Nadia Gharbi y Grederik Ducrozet, economistas de Pictet, creen que el BCE aún tiene margen, pero "esta vez es diferente a 2016. La persistencia de las políticas no convencionales durante tantos años ha incrementado los efectos colaterales en el sistema financiero y puede que también en la economía real, hasta el punto de que su impacto neto podría llegar a ser negativo en algunos casos".
Estos expertos creen que las herramientas del banco central están presentando rendimientos decrecientes, "esto es particularmente cierto para los tipos negativos que están cerca del 'tipo reverso' (cuando una política monetaria expansiva tiene efecto contractivo en la economía). Mientras tanto, las compras de activos (QE por sus siglas en inglés) están generando preocupaciones similares sobre sus rendimientos decrecientes".
Draghi y la cruda realidad
Aunque no era la primera vez que Draghi reconocía que la política monetaria ultra-expansiva podía tener efectos secundarios no deseados, sí fue la primera vez que admitía con claridad que la 'magia' monetaria estaba perdiendo parte de su efectividad: "Hoy, estamos en una situación en la que los bajos tipos de interés no están añadiendo el mismo nivel de estímulos que en el pasado, porque la rentabilidad de las inversiones en la economía ha caído". Aún así, el italiano aseguró que la política monetaria todavía es capaz de cumplir con su mandato (llevar la inflación a un nivel cercano al 2%), aunque necesita la ayuda urgente de las políticas fiscales.
Tal es la situación que lo que en el pasado fue señalado como uno de los males de la economía, ahora parece ser la solución. El tan denostado déficit público fue señalado por Draghi como el camino a seguir para estimular la economía y estimular la inflación. "En otras regiones donde la políticas fiscal ha jugado un rol más importante desde la crisis, hemos visto que la recuperación comenzó antes y los precios alcanzaron la estabilidad más rápido. EEUU ha tenido un déficit público medio del 3,6% del PIB desde 2009, mientras que en la zona euro ha sido del 0,5%". Tras haberlo intentado todo, Draghi culpa a la austeridad (entre otras cosas) de la debilidad de los precios y la economía en la zona euro.
Los economistas de Pictet creen que "el comodín está en un estímulo fiscal ambicioso que alivie la presión sobre la banca central, pero incluso en el merco de los escenarios esto llevaría tiempo hasta que se materialice. Como resultado, las opciones pasan por lidiar con las herramientas existentes, o con la puesta en marcha de nuevas medidas, lo que continúa siendo crucial para la credibilidad de las políticas del BCE".
Estos expertos destacan en una nota titulada 'los nuevos límites del BCE', que dentro del menú al que va a tener acceso Christine Lagarde ya se han probado muchos platos y los que aún no han salido de la cocina pueden enfrentarse a la oposición política de países importantes dentro de la zona euro. En un gráfico muestran las posibilidades, su posible efecto sobre el mercado y la oposición política que encontrarían.
La primera opción pasa por incrementar la cantidad de bonos soberanos de un mismo país que el BCE puede acumular en su balance, un límite que ahora se encuentra en el 33%. El impacto de esta medida sería notable y la oposición relativamente baja. Por otro lado están el control directo de la curva de tipos (como en Japón) y la ampliación del universo de activos que el BCE puede comprar (ETFs o deuda bancaria). En este caso la compra de deuda bancaria y ETFs tendría un mayor impacto pero también una oposición política superior.
En penúltimo lugar aparece el desvío de las claves de capital (el peso de cada país en el BCE) para comprar bonos soberanos, es decir, que el BCE pueda comprar todos los bonos españoles e italianos que quiera sin tener que comprar más alemanes, por ejemplo. Por último aparece le 'helicóptero del dinero', la opción más controvertida y la que mayor impacto tendría en los mercados y la economía. Esta herramienta supone la entrega directa de dinero a familias o gobiernos de forma permanentes e irreversible.
¿Qué puede hacer Lagarde?
De modo que Lagarde tiene un escenario complejo. Cada paso que quiera dar más allá del actual marco de actuación tendrá que lidiar con la oposición de una parte del Consejo de Gobierno. Paul Diggle, economista senior de Aberdeen Standard Investments cree que "una barrera gigante se interpone en el camino para que la labor de Christine Lagarde al frente del BCE sea eficaz: los gobiernos nacionales".
La continua desaceleración del crecimiento económico de la Eurozona y la ausencia total de presiones inflacionistas subyacentes significan que Lagarde probablemente presidirá una institución que pondrá en marcha nuevos recortes de los tipos de interés durante su mandato. Reducir aún más el coste de los préstamos sería útil para apoyar la actividad económica, pero con tipos ya tan bajos, la política monetaria no puede sacar a la economía de la Eurozona de su depresión por sí sola.
En cambio, lo que realmente necesita el bloque de la moneda única es que los gobiernos busquen el estímulo fiscal, emprendan profundas reformas estructurales y promuevan la agenda de la integración europea. Todo el mundo lo sabe, y el presidente saliente del BCE, Mario Draghi, ha pasado años repitiendo el mensaje sin cesar.
Thomas Meier, gestor del fondo MainFirst Global Dividend Stars y MainFirst Euro Value Stars, lanza un mensaje un tanto aterrador. "En Europa debemos adaptarnos a las condiciones japonesas", Cuando el Banco Central de Japón redujo gradualmente sus tipos de interés en los años noventa, muchos analistas y expertos vaticinaron que la medida sería temporal. Sin embargo, dado que la elevada carga de la deuda japonesa está frenando el desarrollo económico y la inflación a largo plazo, el Banco de Japón ha mantenido sus tipos de interés cerca de cero durante más de 20 años. "Esta evolución es también un escenario realista para Europa. Actualmente estamos experimentando una japonización en Europa".
Este experto cree que los tipos de interés permanecerán bajos al menos hasta 2030 sean quienes sean los miembros del Consejo de Gobierno y del Comité ejecutivo. Las tres principales razones que explican la política monetaria expansiva del BCE. La transición demográfica en Europa, con una sociedad en declive y envejecida; el alto nivel de deuda estructural en algunos países de la UE, como Grecia, Italia y Portugal; y la ralentización del crecimiento económico mundial impedirán que cambie el sesgo de la política monetaria. "Estas condiciones marco no cambiarán de forma rápida. Por lo tanto, esperamos que los tipos de interés se mantengan estructuralmente bajos en la próxima década", sentencia Meier.