Mejor Imposible

Entre las 35 empresas que cotizan en el Ibex hay 467 sociedades domiciliadas en paraísos fiscales, sin que eso signifique que esas empresas estén inmersas en el fraude fiscal, pero eso sí esas empresas tienen unos privilegios tributarios especiales. Es decir, lo normal es que no tributen como lo harían en España. Según un estudio de 2012 del Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa, el Santander tiene 79 sociedades en paraísos fiscales; ACS, 70; Repsol, 44; BBVA, 33; FCC, 32. Es decir los grandes tienen un abultado número de sociedades fuera de España. Un axioma que siempre se cumple es el de que a mayor presión fiscal, mayor fraude fiscal y si no hay fraude, al menos, se bordea la ley.

Como estoy hasta la coronilla y el único tema del que se podría escribir es ese precisamente, hoy no escribo ni una línea más.

Parece que ahora en época electoral sí se pueden bajar los impuestos, al comienzo de la legislatura del PP no era posible, ahora sí. Pues algo pasa. Es cierto, que hemos avanzado en el lastre que nos dejó Zapatero, no cabe la menor duda. Pero de ahí a que hayamos avanzado tanto, cuesta creerlo. Y si nuestra deuda alcanza ya a la casi totalidad de nuestro PIB, tanto no hemos avanzado. Hay dos motivos por los que se pueden bajar los impuestos: por un aumento importante de los ingresos o por una reducción drástica de los gastos. Parece que ninguna de las dos cosas son exactas. Para aumentar ingresos en necesario es necesario hacerlo vía impuestos y para reducir gastos es necesario hacerlo cortando todo lo que le sobra al Estado. Esto último tiene un coste muy elevado electoralmente. Pero qué le sobra en este momento al Estado. Existe una larga lista de instituciones que podrían desaparecer sin tener ninguna consecuencia para el funcionamiento de nuestro país. Además, podrían adelgazarse muchos organismos que tienen una validez relativa multiplicada, como en la actualidad, por 17. Pero hacer una reforma por esta vía es muy caro electoralmente hablando.

El que fuera gobernador del Banco de España, Jaime Caruana ha puesto una vez más el dedo en la llaga, advirtiendo que no hemos salido de la crisis y que además se cierne sobre la economía una nueva crisis, porque los errores del pasado se vuelven a repetir. Además, señala que el nivel de endeudamiento de los países industrializados no es sostenible y no se hace nada por reducir con rapidez la deuda que las economías mundiales acumulan. Por otra parte, el ex gobernador asegura que la asignación de los recursos de empleo y capital no es correcta. Así las cosas y aunque entremos en un largo periodo electoral en España se hace necesario adoptar medidas urgentes. Durante la época de regidor del Banco de España, Caruana lanzó mensajes de peligro sobre la peligrosa situación de los Bancos y lamentablemente sólo el tiempo le dio la razón, y cuando hizo esas advertencias todavía había alguna salida. El gobierno tiene que dejar de ser populista y acometer una reforma en profundidad, en la que nuestra deuda tiene que reducirse; nuestros Bancos no pueden volver a las andadas; y el empleo y el capital necesitan ser nuevamente encauzados.

Cuando todavía no hemos terminado la crisis económica en la que nos encontramos, voces internacionales se levantan advirtiéndonos de que llega otra crisis. Al parecer la manera de cerrar la crisis anterior, financiera cien por cien, no ha sido de la mejor forma y consecuentemente la amenaza persiste y solo se ha salvado en un primer momento por la potencia económica de algunos países. Nadie, ciertamente, explica bien cuál es el motivo por el que nos llega una nueva crisis, ni el mismísimo Pizarro, gurú de la economía, ha explicado con datos reales la situación por la que nos amenaza una nueva crisis. Pero advertidos estamos: peligro, que llega la crisis. El momento, sin embargo, para advertir de una nueva crisis es malo porque estamos en período electoral y, consecuentemente, España va bien y como las elecciones son europeas, Europa va como un tiro. Es el momento en que periodistas, políticos y economistas sepan transmitir el mensaje. Espero que esta vez no lleguemos demasiado tarde.

Nadie duda de la necesidad de que existan fuerzas que contrarresten el poder a los poderes y esta necesidad en el mundo laboral parece clarísima. Sin embargo, tampoco existe ninguna duda de que los sindicatos que tenemos necesitan reinventarse, esos contrapoderes del siglo XIX ya no son válidos. Necesitan una nueva cultura, apropiada a los tiempos que corren y que sepan reconocer sus debilidades y sus fortalezas y, por supuesto, no convivir con la corrupción. Es verdad que ni los sindicatos, ni los empresarios, ni los políticos son corruptos, pero también es verdad que hay sindicalistas, empresarios y políticos que sí son corruptos. En otros tiempos los sindicatos fueron correa de transmisión de los partidos políticos, con el tiempo se despegaron algo. En la actualidad no se sabe bien lo que son y se han metido en unas estructuras poco claras y han perdido su identidad en defensa del trabajador. Así las cosas, reinventarse o morir.

Parece buen camino el tomado por el gobierno que quiere mejorar los horarios de los españoles. Es labor más que difícil cambiar las costumbres tan arraigadas de horarios de comida, de descanso, de diversión, etc. etc. Pero sí parece aconsejable optimizar nuevos horarios en nuestro país, que además se acomoden a otros similares a los de los países de nuestro entorno. En una entrevista concedida a la revista Nuestro Tiempo, la profesora del IESE y experta en la materia Nuria Chinchilla, analiza la cuestión de los horarios y señala que ya solo con la flexibilización de los horarios laborales se podría avanzar mucho en esta materia. No es cuestión fácil, pues la península ibérica ya representa una gran variedad de horarios distintos: no es lo mismo vivir en Madrid que en Valencia, por ejemplo; ni son iguales los horarios en Galicia que en Cádiz. Pero, ciertamente, sí se puede mejorar y me parece muy acertado ese primer gesto de intentar adelantar los horarios de los informativos de la noche. Adelante.

Esta semana hemos conocido el resultado del déficit público para todo el conjunto de 2013 y el dato del 6,6 por ciento del PIB cuando el objetivo era el 6,5 no está mal. Tal y como dijo Montoro en una comparecencia pública, “no muera usted por la décima”. Sin lugar a dudas es así. Pero parece que no preocupa algo que se mira mucho desde Europa y poco en España y que se llama el déficit primario, que es el que mide la diferencia entre ingresos y gastos pero excluyendo la devolución de la deuda y sus intereses. Es decir, que se gasta más de lo que se tiene y eso está en contradicción con la teoría preelectoral de Montoro de que se pueden bajar los impuestos. Además, hay que descubrir –lo que no es nada difícil- dónde está el motivo de esa déficit y atajarlo. Como bien es sabido el déficit se origina en el desorbitado gasto de nuestras administraciones públicas que multiplican por 17 una misma gestión y a lo que no se le quiere poner solución, porque es poco electoral. Pues ese déficit primario es el peligro y al que hay que poner soluciones.

Las compañías de teléfono son unos maestros en premiar la deslealtad. Han creado toda una cultura por la cual si dejas de ser leal a una empresa te lo premia la de al lado y, además, te lo premia fuertemente. Vodafone prepara una campaña de captación de clientes, una vez que se ha hecho con ONO por 7.500 millones de euros, con ofertas inimaginables hasta ahora. Obviamente para aumentar clientes necesita quitárselos a otros, en este caso, será especialmente a Movistar. Los dos titanes de la comunicación lucharán por robarse el uno al otro a sus usuarios. Mientras tanto los abonados se dejarán querer y aprenderán de la falta de lealtad de sus proveedores. Y con todo este maremágnum se demuestra que efectivamente los precios son abusivos y que se pueden mejorar considerablemente y que algunos empresarios se ganan su fama a pulso.

Todo apunta a que se prepara para los próximos meses una revolución fiscal. De nuevo y, como parece más justo, los impuestos indirectos toman el protagonismo sobre los impuestos directos. Es decir, se grava el consumo, con el IVA y los impuestos especiales, y se reduce presión sobre los impuestos provenientes de las rentas de trabajo. Es normal que quien más consuma más pague, dentro de unos tipos impositivos normales, y que no se penalicen las rentas de trabajo. Parece normal. Sin embargo, cuando llegó el PP al poder no hicieron eso, ahora de nuevo volvemos a estas otras fórmulas. Es claro que no existe la posibilidad de hacer una planificación fiscal, no digo ya a niveles mercantiles, sino a niveles familiares. Aquella situación a la que se sometió a la población española, ahora parece que se le quiere aliviar algo. El nivel de ingresos para el Estado tendrá que seguir siendo similar y por eso parece que lo que hicieron en su día, ahora será de otra manera. Es posible que el Ejecutivo de Rajoy cuente con un aumento del consumo y del empleo que supongan un incremento de los ingresos con los que compensar las pérdidas por un IRPF más bajo, no se sabe bien, pero lo que sí se sabe es que así es muy difícil planificar tanto las empresas, como los profesionales, como las familias. España no se merece una fiscalidad electoralista.