Mejor Imposible

Un pacto al año no hace daño, así lo manifestaron ayer ciertos sectores educativos, conscientes de que la nueva ley Wert se puede discutir si es mejor o es peor, pero lo que no se puede discutir es que cuando se produzca la alternancia política en España, la ley la volverán a cambiar. Esta es una de esas leyes, junto con el resto de nuestro sistema educativo, que se hace necesario pactar entre todos los partidos políticos para que dentro de unos cuantos meses no tengamos que volver a otro sistema universitario. Parece de chiste que cuando todavía no está completamente asentada la reforma del tratado de Bolonia y contrastada su validez pongamos en marcha un cambio que es más profundo de lo que a primera vista parece. El cambio de cuatro a tres años de grado y dos de master es profundo. Para las universidades una modificación de esas características las pone en situación de supervivencia, en concreto, algunas universidades privadas. No parece que las casi cien universidades que componen el panorama universitario español puedan sobrevivir con esta falta de planificación a las que les somete el gobierno de turno. ¿No hubiera sido más razonable pactar esta nueva ley, para no tener que cambiarla en poco tiempo?

La salida de Bárcenas de la cárcel nos pone de nuevo en la picota la cuestión de la corrupción. Parece que todo un sistema se tambalea con la puesta en libertad de este individuo. Es cierto que si todo apunta a ser como parece, el extesorero del PP volverá a estar entre rejas, pero aun así no parece que sea un modelo normal el que tenemos, pues con una justicia normal el personaje mencionado ya habría sido definitivamente juzgado y puesto en libertad o castigado. Pero no, este sistema en el que nos movemos no hay por dónde cogerlo: la justicia no termina de cumplir unos plazos razonables; la devolución de lo adquirido de manera irregular tampoco funciona; la ejemplaridad para otros políticos tampoco funciona… En fin, que esto no termina de arrancar y la corrupción va adquiriendo tintes cada vez más dramáticos con todo lo que eso significa para todo un sistema democrático.

Las reiteradas caídas del crudo no bajan proporcionalmente la gasolina, tal y como se viene demostrando en las últimas semanas, pues si hubieran bajado los precios al mismo ritmo que las del crudo la gasolina estaría muy debajo del euro el litro. Resulta curioso que cuando el precio del barril ha subido la repercusión sobre la gasolina ha sido inmediata y, sin embargo, cuando es al revés, las consecuencias son rácanas y lentas. Las consecuencias de la bajada del crudo y, consecuentemente, de las gasolinas deberían repercutirse de inmediato en los precios de estas últimas y no sería perjudicial para la economía española, n i mucho menos, como tratan algunos de decirnos para seguir fingiendo la mentira de las subidas. Alguien debería tomar cartas en el asunto, como por ejemplo, el ministro del ramo y si no que siga buscando gasolina en Canarias hasta que la encuentre.

España tiene en este momento dos fenómenos mediáticos que están fuera de contexto completamente: Podemos y el pequeño Nicolás. Si ambos los contemplamos desde fuera de cualquier estructura seria de estado tienen cierta gracia y se puede decir que forman parte de la idiosincrasia de un país que sabe tomarse a broma casi todo y dar solo importancia a lo que verdaderamente la tiene. Podemos, como partido político, efectivamente aguanta el enfado de muchos españoles que ven como sus representantes legales les han engañado y quieren dar un castigo, pero ideológicamente no es un partido que se sustente en bases fuertes; es simplemente producto de un rechazo. En cuanto al pequeño Nicolás no aguanta un análisis de medio minuto en conversación de bar. Las últimas declaraciones de ambos son esperpénticas. Podemos anuncia que va a hacer un boicot a no sé qué empresas y empresarios por importar productos de fuera de España. Creo que hay que ofrecer alternativas económicas a esa decisión. Y el pequeño Nicolás asegura que llega tarde a un juicio porque le han secuestrado en un bar. Lo dicho, ninguno de los dos merecen ni una línea más, ni un análisis serio, en un país como España asentado sobre unas bases sólidas.

El aumento de algo más de 400.000 cotizantes a la Seguridad Social durante 2014 resulta una muy buena noticia. Además, el paro en ese mismo periodo se ha reducido en algo más de 250.000 personas, lo que supone ser el mayor descenso desde el año en que se considera que comenzó la crisis, 2008. Esto sí que es un nuevo indicador que dice que la tendencia está cambiando, sobre todo porque el dato es el elevado número de nuevos cotizantes, lo que significa que la actividad se recupera. Ahora falta que la estabilidad política acompañe a los buenos resultados económicos. Si la política de los próximos meses se centra sobre las elecciones municipales y autonómicas, para desembocar pocos meses después en las generales, el augurio económico no es bueno. Las promesas electorales siempre son las que los ciudadanos quieren oír y eso no es la mejor manera de gobernar. Confiemos en que la cordura prevalezca sobre un puñado de votos.