Mejor Imposible

La población está muy cansada ya de Bárcenas. No esperan nada de lo que el lunes vaya a decir el presidente del Gobierno. El que tiene buena información sabe como es este caso y los que tienen menos información se conforman con pensar; “son todos iguales”. Así las cosas, ni unos ni otros esperan nada nuevo. Lo que parece curioso es que un Gobierno deba estar todo el día defendiéndose de algo presuntamente sospechoso. Los máximos dirigentes del PP saben que las pruebas son muy difíciles y la justicia sabe que, sin datos, todo parece casar bien. Ni unos ni otros pueden llegar a las últimas conclusiones y se aferran a sus sospechas. Política y justicia se revuelca en la charca del profundo desprestigio, que la sabiduría popular pone de manifiesto. Ya está bien de Bárcenas, resulta muy cansino.

Que el periodismo está en crisis no ofrece ninguna duda; que hay periodistas corruptos, no ofrece ninguna duda; que estamos perdiendo esos valores básicos de la profesión: verdad, libertad, defensa de valores primordiales, etc. no ofrece duda… En fin, esta profesión se encuentra en la encrucijada. Hoy nos desayunamos con una pregunta dictada desde Moncloa a un periodista de un medio de los grandes para que se la realice al presidente del Gobierno y accede sin temblarle el pulso. ¿Dónde va la profesión más bonita del mundo? Y no será que los medios se han visto, tal como querían sus empresarios, rejuvenecidos. Y esa bisoñez no nos ha conducido a luchar por los valores tradicionales del periodismo. Todo esto hace que se sigan perdiendo audiencias y que nosotros luego nos lamentemos y nos preguntemos qué está pasando. Mis queridos colegas salgamos urgentemente de las garras de los empresarios de la comunicación que son unos impostores y piensan que vender información es como vender leche, o vender coches, o vender cualquier otra cosa y que, además, aquí todo vale y se mezcla la información con la publicidad y el reportaje en profundidad con el publirreportaje. Basta ya. No más, por favor.

Alto grado de fracaso escolar entre nuestros escolares; el número de titulados medios es menor que el de nuestros competidores más próximos; ninguna de nuestras universidades se encuentra entre las 150 mejores del mundo… Precios por puesto escolar en la enseñanza pública más alto que la media de los países OCDE. Son algunos titulares que hemos leído en los últimos días, tras el informe de la OCDE en la que nos hacen un análisis de la situación de nuestros sistema educativo ¿Qué está pasando en nuestro sistema educativo? Ocurre lo de siempre, en política nadie se ha atrevido a hacer una reforma en profundidad y los únicos que se atrevieron a ello, en gobiernos de Felipe González, no tuvieron la suficiente altura de miras para hacer algo serio, sino simplemente un cambio hacia una educación en la que no se premiaba el esfuerzo y se quedaron simplemente en meter una fuerte carga ideológica a la educación, sin más y menos consecuencias que sacar unas generaciones cuyos frutos ahora recogemos. Y menos mal que, como a esos mismos ideólogos les gusta, se pueden cuantificar los frutos de aquellas reformas. Y los hechos nos dan los resultados. La lástima es que no se pueda aprender que hay materias que deberían estar lejos de la política y una de ellas es la educación. Y la sociedad sigue pidiendo un pacto por la educación, como aquel que en su momento no apoyó el PP con el ministro Gabilondo y que ahora tampoco apoyaría el PSOE con el ministro Wert y así es muy difícil avanzar en educación.

Convulso principio de siglo el que nos ha tocado vivir. Los políticos que nos dirigen son los máximos responsables del permanente despropósito y del surrealismo tan alto que hemos alcanzado en pocos años. Un Evo Morales o un Maduro que no merecen media línea de reflexión; una vicepresidenta andaluza que hace lo contrario de lo que piensa, un Egipto donde impera la irracionalidad y, en general, unos políticos que no nos merecemos. En nuestro país ya han caído en los niveles más bajos de prestigio, pero no es un problema solo nacional, es un problema universal. Miremos a nuestro alrededor y comprobemos si no nos sonrojamos con el panorama que nos ofrecen esos que deberían ser nuestros líderes, esos a los que les debería animar el espíritu de servicio a sus ciudadanos, la magnanimidad frente al hociqueo personal, el animo de hacer pueblos fuertes, cultos, grandes,… Busquemos políticos que nos los merezcamos y que sepan hacer grande a un país y a sus gentes. Lo contrario, hociquear.