Cuando un político de derechas con inclinaciones autoritarias (al estilo de Donald Trump) corteja a un dictador genocida como Vladimir Putin, reaccionamos con disgusto, pero no nos sorprendemos. Cuando un exdefensor de los derechos humanos y héroe de la clase obrera apoya a dictadores culpables de carnicerías abominables, reaccionamos primero con asombro y luego con repulsión. Es lo que siento cuando veo al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, abrazando a Putin y al déspota venezolano Nicolás Maduro. Lo de Lula es un descalabro moral de proporciones desoladoras.

Decano de la Escuela de Políticas Públicas de la London School of Economics y exministro de Hacienda de Chile