Opinión

¡Es la desglobalización! Nos lo señala Jaime Requeijo

Acometer reformas estructurales es vital para reducir el impacto en España de la recesión global

Acierta, una vez más, Jaime Requeijo, cuando nos señala que el colosal choque económico derivado de la pandemia del coronavirus provoca la aparición del fenómeno de la desglobalización y eso, ¿por qué es tan importante para España, y por qué debe estudiarse con extraordinario interés?

En el mundo, tras el complemento de las cuatro grandes revoluciones que surgieron en el paso del siglo XVIII al XIX -la revolución científica, la industrial, la liberal-democrática y la revolución de la ciencia económica (ésta provocada por los grandes economistas de la Escuela clásica)-, se produjo un cambio enorme conforme avanzó el siglo XIX. Pero desde Federico List y también por el papel creciente de Estados Unidos y por el auge de novedades revolucionarias, surge un nacionalismo económico, y la tesis de que el progreso material de un pueblo debe recibir un apoyo frente a competitividades procedentes de otros. Como consecuencia de las influencias generadas tras la independencia norteamericana y, muy especialmente, por el impulso del presidente Lincoln, el proteccionismo económico acabó triunfando, y no digamos con las decisiones en la Alemania de Bismarck. Esto tuvo un apoyo posterior en numerosos países, aunque chocase con mucho de lo que indicaban grandes economistas, en esa línea que empezó con David Ricardo y llega, con Viner, prácticamente hasta ahora. Mas la oposición a estas ideas fue considerable y ha llegado, concretamente en España, hasta hace menos de un siglo. Efectivamente, había críticas al planteamiento nacido desde List en adelante, como en España la de Perpiñá Grau; pero no parecía que existiese una oposición general importante para el denominado nacionalismo económico. Se seguía, por muchísimos políticos, elogiando cómo Alemania había progresado gracias a ese cierre frente a los mercados internacionales, mediante, se decía, el pacto entre el acero renano y el centeno prusiano, ambos propios.

Tratar de imitar ahora los Pactos de la Moncloa no resolverá la crisis económica

Pero después de la II Guerra Mundial, sobre todo liquidando la posibilidad de que mereciese la pena continuar con planteamientos secesionistas dentro de Europa, y al observar la precisión de borrar para siempre los conflictos bélicos del continente, así como evitar los avances del proyecto soviético de crear una Europa que continuase las ideas de Moscú, surgió la idea -y aquí aparece la colaboración de Estados Unidos-, de asumir las ventajas derivadas de grandes mercados, fusionando las economías nacionales del continente, y observando los beneficios de la ampliación de las conexiones económicas en áreas mundiales cada vez más amplias.

Este proceso se fue ampliando desde 1945. Hubo intentos de reaccionar de otra forma, en ámbitos regionales concretos, como por ejemplo, con el planteamiento en la política económica del mensaje derivado de Prebisch, que se asumió, en parte de América, por la CEPAL. Pero el impulso de apertura se generalizó cada vez más, y desde luego surgió en España, con claridad, desde el 25 de febrero de 1967, con la llegada al Ministerio de Comercio de Alberto Ullastres y la retirada sucesiva de los Suances y los Gual Villalbí. Esto, en el caso concreto de España, sirvió para que apareciese una nueva orientación de su economía, que pasó, casi inmediatamente, a la búsqueda de la vinculación con el llamado Mercado Común Europeo. Este proceso, cada vez más amplio, ha llegado hasta el 2020. Podemos ver sus consecuencias, por ejemplo, en el artículo de Jaime Requeijo, La competitividad de la economía española (2008-2018) publicado en la revista del Colegio de Economistas de Madrid, Economistas, febrero 2020, donde se lee (pág. 11) que la "competitividad de la economía significa la capacidad de sus empresas e instituciones para competir, retener y expandir los mercados exteriores". Y todos los economistas están de acuerdo con lo que Adam Smith, en La riqueza de las naciones escribió para siempre como título del capítulo III, La división del trabajo está limitada por las dimensiones del mercado. Y hay que tener presente que la división del trabajo provocaba el desarrollo. Si no hay división del trabajo, que es la magnitud que demuestra la competitividad, desaparece el camino adecuado para la política económica. La línea Adam Smith -Alberto Ullastres pasó a quedar bien marcada, y quedaría palpable en multitud de análisis. Requeijo nos aclara la raíz de la prosperidad creciente de España a lo largo de lo que llevamos de siglo XXI, gracias a la exportación creciente de bienes y servicios, pasando del 22,7% del PIB en 2009, al 34,3% en 2018, alegando Requeijo que "en el trasfondo de esa capacidad competitiva figuran, sin duda, dos acontecimientos especiales: la incorporación al Mercado Común Europeo en 1985 y la adopción del euro en 1999", porque eso "ha supuesto para las empresas españolas, un mercado de creciente dimensión y mucho más competido, dada la eliminación progresiva de las presiones internas y hasta cierto punto, de las aplicables a terceros países".

La falta de voluntad reformista del Gobierno pasa factura ahora con la pandemia

Claro que, inmediatamente, para que este proceso pueda proseguir, el profesor Molero ha planteado el reto de la urgencia de poner en marcha una reindustrialización en España, derivada de una incorporación a nuestra economía de las más recientes novedades científicas y tecnológicas que entran continuamente en el tráfico, cada vez más amplio, de un mundo efectivamente globalizado. Para eso fue necesario asumir que España debería tener en cuenta que, en estos momentos, era preciso que subiese el incremento de la productividad total de los factores, que se situaba "por debajo de las medias de los países de la Unión Económica Monetaria, pese a lo ocurrido desde 2010".

Y a todo esto debemos añadir lo que Fernando Fernández Méndez de Andrés y Carlos Poza Lara, en el artículo, en la misma revista, titulado Deuda externa, posición de inversión internacional y vulnerabilidad financiera de la economía española, señalan como algo que puede alterar ese panorama (pág. 63): "La elevada posición deudora de la inversión internacional neta de la economía española, es un claro elemento de vulnerabilidad frente a eventuales turbulencias en los mercados financieros internacionales", como se nos señala, con claridad, en el Informe de estabilidad financiera del Banco de España en la primavera de 2019. Y de ahí que sea obligado tener en cuenta, además, que existe en este artículo un enlace entre diversas realidades macroeconómicas, que mucho afectan a España: "la inestabilidad política y la subordinación de la política fiscal a los intereses electorales", con lo que a partir del 2019 se complicaron notablemente toda una serie de situaciones negativas para nuestra economía. La explicación en este artículo es clara: "Una señal preocupante, no tanto por la magnitud de sus equilibrios actuales en el contexto del tipo de interés sin cambios previsibles desde sus actuales mínimos históricos, sino por su escasa voluntad de corrección al margen de las mejoras cíclicas empujadas por la coyuntura internacional", afecta directamente a nuestra economía y se vincula por estos economistas como "una falta de voluntad reformista que puede pasar factura al cambiar los animal spirits".

El problema para España es que tal realidad política, en un momento en que es preciso alterar multitud de aspectos de la política económica -que constituyen precisamente la base de la permanencia en el poder, del Gobierno Sánchez-, choca con un reformismo obligado. No existe otro modo de reaccionar contra una crisis que genera obligadamente una recesión considerable, como expuso en elEconomista Carmen Reinhart. Y no hay otra opción. Esas ideas de imitar los Pactos de La Moncloa carece de sentido. Esos acuerdos supusieron, entonces, un conjunto de rectificaciones de errores cometidos en la economía española, pero ajenos a lo que sucedía en el mundo. Ahora, las equivocaciones de la política económica española, como se indica por todos los economistas serios, están inmersos en una coyuntura económica mundial, y sólo pueden ser superados a través de reformas especiales para ligarnos a orientaciones positivas en ese marco mundial. Por ejemplo, es ridículo hablar de reformas de las medidas de flexibilidad laboral puestas en marcha por el Gobierno Rajoy, y mucho menos todavía creer que algo sirve para disminuir el déficit del sector público, el incrementar la presión impositiva, y en cambio no reducir el peso del gasto público, medidas necesarias que se consideran, por quienes apoyan al actual gobierno, como intolerables.

Nos encontramos necesitando un planteamiento nuevo para mantener las mil ventajas alcanzadas, gracias a la globalización. Por eso, hay que buscar el alivio teniendo presente que la desglobalización, como nos señala Requeijo, lo cambia todo.

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