Redactor de Internacional. Aprendí a cubrir economía en Argentina, aunque mi pasión siempre ha estado en Reino Unido y EEUU, en las que me centro actualmente, porque si algo no son precisamente estos dos países es aburridos. Estudio sobre el bitcoin y el universo de ideas y fraudes que ha crecido alrededor en mis ratos libres.

Dos semanas después de las elecciones, y 10 días después de que Joe Biden fuese declarado el ganador tras completarse el escrutinio en todos los estados importantes, Donald Trump sigue sin admitir su derrota. Desaparecido de la mirada pública -solo ha tenido un acto público desde entonces, además de acercarse en coche a una manifestación de simpatizantes-, su cuenta de Twitter revela la última esperanza que le queda: teorías de la conspiración, bulos sobre fraude electoral y llamadas para que los jueces o los parlamentarios republicanos anulen los resultados de los comicios y le declaren ganador en su lugar. Una estrategia que, vista la ristra de fracasos en los tribunales -26 casos rechazados de 27-, no parece tener visos de prosperar.

Después de una interminable lista de fechas clave que se iban aplazando hasta el infinito, el Brexit llega por fin a su semana clave. El problema es simple: el calendario. Sin un acuerdo comercial esta semana, aunque sea un borrador más o menos definitivo a falta de los retoques finales, ya no habrá marcha atrás ni patada hacia adelante que valga, porque ya no será posible tramitarlo todo antes del 1 de enero. Y aunque las expectativas siguen siendo que haya un tratado comercial, surge la pregunta: ¿qué ocurrirá si, al final del interminable camino, Reino Unido y la UE parten sin un acuerdo y con reproches mutuos impidiéndolo en un plazo razonable?

Ya no puede haber más prórrogas, ni extensiones, ni aplazamientos, ni últimas oportunidades. Queda una semana para la próxima cumbre de líderes de los Veintisiete en el Consejo Europeo, y Reino Unido necesita tener cerrado para entonces el borrador del acuerdo comercial que regule las relaciones entre ambos una vez el Brexit se haga oficial el próximo 1 de enero. Y nadie está seguro de que se puedan resolver los problemas pendientes en ese tiempo.

Ha tardado tres días en decidirse, pero ha ocurrido. Joe Biden (Scranton, Pensilvania, 1942) ha ganado las elecciones presidenciales este viernes, con una victoria decisiva en su estado natal Pensilvania al contarse los votos por correo, y sostenido por una remontada agónica en Georgia. Un resultado que pone fin a la "era Trump" y que deja al que fuera vicepresidente de Barack Obama a cargo del intento de pasar página e intentar frenar la creciente tensión y división social.

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Si por algo se ha caracterizado la campaña electoral estadounidense es por una mezcla de tensión y desconfianza. Después de la sorpresa de 2016, prácticamente todo el mundo, en ambos lados, se niega a creer las encuestas. Unos, porque creen que Donald Trump va a batirlas de nuevo. Y los otros, porque temen que eso mismo ocurra y se vean más desmotivados aún. Pero los datos son muy claros: el demócrata Joe Biden llega a las elecciones como el claro favorito. Eso, por supuesto, no garantiza nada: con los sondeos en la mano, hay tres posibles escenarios en la noche electoral, con consecuencias muy diferentes.