Ya no puede haber más prórrogas, ni extensiones, ni aplazamientos, ni últimas oportunidades. Queda una semana para la próxima cumbre de líderes de los Veintisiete en el Consejo Europeo, y Reino Unido necesita tener cerrado para entonces el borrador del acuerdo comercial que regule las relaciones entre ambos una vez el Brexit se haga oficial el próximo 1 de enero. Y nadie está seguro de que se puedan resolver los problemas pendientes en ese tiempo.
La UE lleva más de un mes aplazando el momento de la verdad. Inicialmente iba a ser la Cumbre del pasado 14 de octubre, pero no hubo movimientos. Reino Unido, enfadado, bloqueó las negociaciones durante una semana y retrasó el siguiente encuentro decisivo a la primera semana de noviembre, cuando el primer ministro, Boris Johnson, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se reunieron para tratar los avances. De nuevo, una patada hacia delante llevó la fecha clave a la siguiente cumbre, el próximo jueves 19. Y ya no parece que vaya a haber más oportunidades, por un mero problema de calendario: cualquier acuerdo debe ser tramitado por los Veintisiete, por la Eurocámara y por Londres, antes del 31 de diciembre. El tiempo está ya muy justo.
El portavoz del equipo negociador europeo, Daniel Ferrie, recordó esta misma mañana que "solo quedan 50 días" para que se consume la salida británica, y tiempo es lo que menos sobra. Es posible que, si faltan algunos flecos, los líderes den su visto bueno en principio en la próxima cumbre y se cierren los últimos detalles en la última semana del mes, pero el límite está ya en diciembre: si no hay un acuerdo para entonces, habrá que prepararse para un 'salto desde el barranco', según la jerga británica.
Los problemas de la negociación siguen siendo los que llevan bloqueando el acuerdo desde hace meses: Bruselas insiste en que Londres tiene que renunciar a la posibilidad de dar ayudas estatales a sus empresas, como ya hacen los Veinitisiete, y mantener una competencia "justa", con leyes laborales, fiscales y medioambientales compatibles con las de la UE. Johnson, que estudia la posibilidad de crear un 'Google británico' a base de subsidios masivos, es reacio a entregar esa carta. Y entre medias están los acuerdos pesqueros, un asunto relativamente menor pero que, por el poder de presión de la pesca, mantienen también trabada la negociación.
Sin embargo, estos últimos días han ocurrido dos eventos que pueden ayudar a destrabar las conversaciones. Por un lado, la victoria de Joe Biden en EEUU entierra la posibilidad de un acuerdo comercial angloamericano si Johnson no cierra antes uno con la UE. Y, por otro, la Cámara de los Lores vetó este lunes la ley con la que Johnson pretendía romper el tratado de salida de la UE en lo que respecta a la situación de Irlanda del Norte, una de las 'píldoras envenenadas' que bloqueaban la negociación. Sin la 'vía Trump' y sin la posibilidad de ignorar sus obligaciones con Irlanda, la mejor salida para Johnson es un acuerdo con Bruselas.
Luchas internas en Downing Street
La posibilidad de que finalmente no haya acuerdo es relativamente pequeña y el propio Jonhson dijo que, de ocurrir, sería "un fracaso de Estado". Sin embargo, según la BBC, esa no es la opinión en Europa, donde creen que "todo depende de Downing Street". Por el momento, algo parece moverse en Londres: este mismo jueves ha dimitido el que iba a ser el nuevo jefe de Gabinete de Johnson, Lee Cain, entre protestas de varios ministros.
La opinión general es que los 'brexiteros' que dirigieron la campaña del referéndum, como Cain o la mano derecha de Johnson, Dominic Cummings, tienen demasiado poder, y el Partido Tory está intentando reafirmarse frente a la camarilla que rodea a su líder. La gran pregunta es si el cambio llegará a tiempo, o si se consumará antes la ruptura con la UE. Una situación que difícilmente ayudará a la economía europea, pero especialmente a la británica, sobre todo en medio de la crisis del coronavirus.