Durante décadas, la diversificación ha sido la piedra angular de la gestión de carteras de fondos de inversión. Encontrar activos descorrelacionados que protejan frente a caídas y mejoren la eficiencia del riesgo, siendo además activos aptos y traspasables, ha sido casi un arte. Pero, ¿qué ocurre cuando esos activos se desvanecen del mapa?