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En busca del arca perdida: la desaparición de los activos financieros descorrelacionados

  • Los fondos de gestión alternativa pueden ser útiles para este fin
Imagen: Istock.

Durante décadas, la diversificación ha sido la piedra angular de la gestión de carteras de fondos de inversión. Encontrar activos descorrelacionados que protejan frente a caídas y mejoren la eficiencia del riesgo, siendo además activos aptos y traspasables, ha sido casi un arte. Pero, ¿qué ocurre cuando esos activos se desvanecen del mapa?

En España, la normativa limita las opciones de inversión cuando hablamos de fondos traspasables. El oro, tradicionalmente visto como refugio en tiempos de volatilidad, no está disponible como activo directo en estos productos. El Bitcoin, pese a su creciente popularidad y potencial de descorrelación, tampoco es una opción viable en este espacio debido a la falta de instrumentos regulados compatibles. Esto deja un vacío que históricamente ha sido llenado por la deuda pública.

La deuda pública, especialmente en su versión estadounidense (los famosos treasuries), ha sido durante mucho tiempo el activo descorrelacionador por excelencia. Pero en los últimos tres años, su volatilidad ha alcanzado niveles insólitos, desdibujando su rol como refugio seguro.

¿Qué ha pasado? La política fiscal estadounidense tiene mucho que ver. La aprobación de iniciativas como el proyecto "One, Big, Beautiful Bill" de Donald Trump no parece que vaya a ser capaz de solucionar la trayectoria de déficit creciente en la que dejó Biden a la economía estadounidense, elevando el riesgo de sus bonos. Además, las continuas negociaciones sobre el techo de deuda y la falta de consenso político incrementan la incertidumbre. Añadamos la sensibilidad de los treasuries a los movimientos de tipos de interés por parte de la Reserva Federal, y tenemos un activo que ya no es el ancla segura que solía ser.

En Europa, aunque los bonos soberanos tienen un comportamiento algo diferente, también enfrentan retos importantes. Los cambios en la política monetaria del Banco Central Europeo y los debates sobre el control de déficits nacionales complican su rol como refugios. Esto obliga a los gestores e inversores a pensar fuera de lo convencional.

Liquidez: la última frontera

Con el oro, el bitcoin y los treasuries descartados, ¿qué nos queda? Una de las respuestas más evidentes es la liquidez. En entornos inciertos, mantener una mayor proporción de efectivo o activos equivalentes en cartera puede ser una estrategia razonable. Esto ofrece flexibilidad y la posibilidad de aprovechar oportunidades cuando los mercados se tambalean.

Sin embargo, la liquidez tiene un coste. Los tipos de interés reales (ajustados por inflación) suelen ser negativos, lo que implica que mantener liquidez a largo plazo puede erosionar el poder adquisitivo de los inversores. Las últimas bajadas de tipos del BCE nos acercan cada vez más a ese punto en el cual, el dinero en fondos monetarios, letras o depósitos deja de cubrirnos frente a la inflación. Así, aunque la liquidez es útil como amortiguador, no puede ser la única respuesta.

Los fondos de gestión alternativa al rescate

Otra alternativa interesante son los fondos de gestión alternativa bajo la normativa UCITS. Estos fondos, diseñados para cumplir con los estrictos requisitos regulatorios europeos, ofrecen estrategias que pueden incluir arbitraje, posiciones cortas y otros enfoques que buscan generar rentabilidad independientemente de la dirección del mercado.

El atractivo de estos fondos radica en su potencial para ofrecer descorrelación en un mundo donde los activos tradicionales han perdido ese carácter. Sin embargo, también requieren un análisis cuidadoso, ya que sus estrategias pueden ser complejas y sus costes, elevados. Además, es clave que los inversores se aseguren de comprender los riesgos asociados a estos productos para evitar sorpresas desagradables.

En el caso de Tressis, nos centramos en estrategias de renta fija, donde los riesgos que asumen los gestores son más bajos que en los fondos de materias primas o los long/short equities.

Ante este nuevo panorama, los inversores deben replantearse cómo construyen sus carteras. Esto incluye no solo elegir activos, sino también ajustar las expectativas. La diversificación perfecta puede ser un ideal inalcanzable, pero un enfoque pragmático que combine liquidez, estrategias alternativas y una gestión activa puede mitigar los riesgos.

En este sentido, es fundamental que los inversores evalúen de manera continua su tolerancia al riesgo y sus objetivos financieros. Las condiciones de mercado cambian rápidamente, y la capacidad de adaptarse será clave para el éxito.

La desaparición de los activos descorrelacionados tradicionales no es solo un desafío, sino también una oportunidad para innovar en la gestión de carteras. Mientras buscamos ese "arca perdido", los inversores y gestores deben estar dispuestos a experimentar y adaptarse.

En un mundo donde la estabilidad es más la excepción que la norma, tal vez la mejor inversión sea en conocimientos y en asesor financiero que nos ayude a identificar nuestros objetivos y nos ayude a gestionar los momentos de máxima tensión de los mercados. Porque, al final, el éxito financiero no depende tanto de encontrar activos perfectos como de entender cómo navegar por un mar de incertidumbres.

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