Economista. Miembro del Consejo Editorial de El Economista
Opinión

España encara los próximos años con una presión estructural que trasciende la coyuntura. Aunque su economía presenta aspectos positivos, también muestra patrones con una urgente necesidad de prestarles atención: baja productividad, débil inversión, rigidez institucional y vulnerabilidad fiscal. La productividad por hora trabajada es un 15% inferior a la media de la eurozona, la tasa de empleo está lejos de los países más avanzados y la renta per cápita no progresa. El tejido productivo, compuesto en un 99,8% por pymes –la mayoría con menos de diez empleados– tiene márgenes reducidos que limitan su escalabilidad, innovación y atracción de talento. A esto se suman una elevada tasa de paro juvenil, dualidad laboral, déficit público estructural y escaso acceso a la vivienda para jóvenes y clases medias. Este suma de desequilibrios exige una estrategia nacional, decidida y secuencial, estructurada en una primera etapa en tres fases.

Hace unos días se hizo público el estudio Evolución económica, social, empresarial e institucional de España en el período 2014-2024, que elaboran conjuntamente el Servicio de Estudios del Consejo General de Economistas de España y el de la Cámara de Comercio de España. A lo largo de estos últimos diez años, España ha demostrado capacidad para adaptarse a crisis globales, consolidar su presencia empresarial y de negocios internacionales y resistir en su estructura productiva local. Sin embargo, persisten retos estructurales que deben abordarse.

Desde el Servicio de Estudios del Consejo General de Economistas de España se publicó, a principios de enero de 2025, el Barómetro Económico del segundo semestre de 2024, un análisis que en cierta forma nos vendría a poner de manifiesto las distintas valoraciones de los datos macroeconómicos que se obtienen de las percepciones individuales y colectivas de personas, familias y empresas. Este informe, elaborado a partir de las opiniones de economistas colegiados en toda España, reflejaría un panorama en el que las expectativas a nivel microeconómico se muestran con cierta cautela ante el futuro inmediato, aunque las cifras macro oficiales tienden hacia la estabilización.

La economía española afronta un panorama y retos diferentes, claves, en los próximos diez años, marcados por transformaciones globales como son los avances tecnológicos, la transición ecológica, los cambios demográficos y las tensiones geopolíticas. Estos factores determinarán qué regiones y países emergen como ganadores o perdedores en esta nueva etapa. Para España, los próximos pasos serán cruciales. En este ámbito, las debilidades estructurales de la economía española limitan su competitividad en el contexto europeo.

Recientemente, parecería que ha surgido un cierto interés -al menos desde algunos ámbitos - por explorar la implementación de jornadas laborales más cortas, particularmente la jornada laboral de 4 días semanales e incluso la de 4 horas diarias-. Las jornadas laborales más cortas son modelos que para su promoción y búsqueda de apoyos sus impulsores lo asientan básicamente en destacar que mejoran la calidad de vida de los trabajadores y aumentan la productividad.

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