Opinión

Macroeconomía-microeconomía: expectativas cruzadas

  • Los jóvenes de hoy en día son los más expuestos a la volatilidad laboral y financiera
  • Las empresas se enfrentan a mayores retos con una competencia más globalizada
  • El fortalecimiento de la cohesión territorial parece estar siendo un factor crucial

Desde el Servicio de Estudios del Consejo General de Economistas de España se publicó, a principios de enero de 2025, el Barómetro Económico del segundo semestre de 2024, un análisis que en cierta forma nos vendría a poner de manifiesto las distintas valoraciones de los datos macroeconómicos que se obtienen de las percepciones individuales y colectivas de personas, familias y empresas. Este informe, elaborado a partir de las opiniones de economistas colegiados en toda España, reflejaría un panorama en el que las expectativas a nivel microeconómico se muestran con cierta cautela ante el futuro inmediato, aunque las cifras macro oficiales tienden hacia la estabilización.

El informe nos traslada, por ejemplo, ciertas diferencias generacionales en la percepción económica. Entre los economistas más jóvenes, solo un 11,1% cree que su situación mejorará en el próximo semestre, mientras que el 33,3% prevé un deterioro. Por su parte, los mayores de 60 años, que muestran una percepción estable en el presente con un 79,7% que considera que su situación no ha cambiado, son a la vez igualmente cautos respecto al futuro, con un 27,1% que anticipa un posible empeoramiento. Estos dos ejemplos nos reflejarían cómo las experiencias y contextos económicos vienen a moldear las expectativas individuales, con los jóvenes más expuestos a la volatilidad laboral y financiera, junto a los retos de la vivienda y el reclamo del necesario reconocimiento al esfuerzo y el mérito.

En el ámbito territorial, si incidimos en los porqués, los datos analizados muestran también percepciones muy variadas. A nivel provincial, un 44,5% considera que la situación económica permanece sin cambios, las opiniones sobre el futuro revelan que un 34,8% anticipa un deterioro, frente a un 23% que espera mejoras. En el ámbito autonómico, el 41,1% percibe estabilidad, aunque las opiniones negativas llegan hasta al 35,1%. Estos porcentajes nos vendrían a sugerir una preocupación por las dinámicas económicas regionales, influenciadas por factores estructurales y externos. Sin embargo, es a nivel nacional donde se traslada un mayor grado de cautela. Aunque, por un lado, el porcentaje de quienes consideran que la economía española ha empeorado se redujo ligeramente del 50,9% al 46,6%, esta percepción mayoritaria de empeoramiento sigue predominando. Pero quizás la clave nos la trasladan los economistas a nivel de expectativas cuando opinan sobre los próximos seis meses, ahí un 51,2% prevé que nuestra economía no va a mejorar, y solo un 16,7% anticiparía una mejora. Estos resultados, no podemos negarlo, nos revelarían un cierto contraste entre el comportamiento de los indicadores macroeconómicos y las percepciones individuales... En lógica económica esos porcentajes deberían ser mayores y positivos –lo que los economistas denominamos "correlación"–, por lo que quizás las respuestas de los economistas españoles nos podrían estar sugiriendo, que mientras el crecimiento del PIB se suele utilizar como referente de estabilidad, no se traduce de manera tangible y rotunda en la vida cotidiana, al menos de momento para una parte de la sociedad.

La situación empresarial vendría a reforzar esta tesis. En sectores como el comercio se muestran por ejemplo más pesimistas, un 83,3% de los economistas que interactúan en este ámbito esperan un deterioro en los próximos seis meses. En contraste, los que lo hacen en el ámbito del sector público se mantienen como los más optimistas, con un 23,5% que anticipa mejoras. En cualquier caso, las empresas parece que son las que deben afrontar los mayores retos, como aumentos en los costes laborales y energéticos, restricciones en el acceso al crédito y una competencia cada vez más globalizada. Adicionalmente, los meros anuncios de nuevos impuestos sobre la banca y las energéticas, aunque puedan haber sido justificados para fortalecer las arcas públicas, han generado una clara incertidumbre sobre su posible impacto en la inversión y el coste de bienes y servicios.

Este desajuste, podríamos decirlo así, entre las cifras oficiales y las realidades percibidas, no deberíamos negarlo, y vendría a poner en el centro del debate las prioridades de la política económica. Las percepciones negativas sobre los costes de la vida y las dificultades para ahorrar podrían indicarnos, o al menos alertarnos, sobre que pudiera existir una cierta desconexión entre los avances macroeconómicos y las realidades microeconómicas. Ante este panorama, el Barómetro entendemos que también nos sugiere palancas clave para superar estas tensiones y restaurar la confianza plena en la marcha de la economía. En primer lugar, parece que los economistas nos están indicando que es esencial fomentar medidas que impulsen la competitividad empresarial, como la simplificación fiscal, el apoyo a la innovación y la reducción de barreras al crédito. En segundo lugar, se requiere un enfoque más directo en el poder adquisitivo de las familias, que podría lograrse mediante incentivos y ahorros fiscales, programas de apoyo al ahorro, a la familia, a los jóvenes, y políticas que moderen los costes energéticos. Finalmente, la valoración de las respuestas a nivel provincial, autonómico y nacional, nos podría estar señalando, aunque estemos en el terreno de la especulación, que el fortalecimiento de la cohesión territorial parece que se está reclamando como crucial para abordar las desigualdades regionales, favoreciendo un desarrollo más equilibrado.

Por tanto, el Barómetro Económico del segundo semestre de 2024, incluso el análisis de tendencias, junto a los resultados de las anteriores ediciones, no solo es un reflejo de las condiciones económicas actuales, sino también una llamada a la acción para buscar cerrar esa brecha entre las cifras macroeconómicas y la realidad vivida por las personas, al menos por una parte de ellas. Las expectativas para los próximos meses nos subrayarían la urgencia de políticas económicas que combinen estabilidad con inclusión competitiva, asegurando que los beneficios del crecimiento lleguen a todos los niveles de la sociedad. Este puente entre cifras y realidad, será por tanto la clave para construir un futuro económico más sostenible y que deje atrás la cautela.

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