Profesora de la Escuela de Gestión Kellogg de la Universidad Northwestern y directora fundadora del China Econ Lab y del China Lab de Northwestern.

Con escasa lógica económica o política, Donald Trump, ha introducido algunos de los aranceles más elevados en más de un siglo y los ha impuesto a casi todas las economías del mundo. Luego, de repente, a pesar de su insistencia en que las tasas estaban para quedarse, puso en pausa los nuevos aranceles "recíprocos" para todos los países excepto uno, manteniendo un gravamen general del 10% para el resto. Es el caso de China, con un gravamen mínimo del 145% sobre todos los productos chinos que entran en EEUU, pero esta misma semana el presidente estadounidense ha abierto la mano a llegar a un acuerdo con Pekín.

El mundo se tambalea tras el Día de la Liberación del presidente estadounidense Donald Trump, cuando anunció los aranceles más altos en más de un siglo. EEUU sube los impuestos a las importaciones de casi todos los países del mundo. Unos zapatos fabricados en Bangladesh y vendidos a mayoristas estadounidenses por 20 dólares costarán ahora al menos 27. Una pieza de maquinaria que General Motors importa de Europa por 200 dólares costará ahora al menos 240. Los nuevos aumentos arancelarios de la Casa Blanca, supuestamente "recíprocos", van del 11% para la República Democrática del Congo (RDC) al 50% para San Pedro y Miquelón y Lesoto. Para la UE y China, que ya se enfrentaban a aranceles estadounidenses, la tasa aumenta un 20% y un 34% adicionales, respectivamente. Inmediatamente después, los mercados mundiales se han desplomado, desatando el temor a una recesión mundial.

Las primeras salvas de la guerra comercial del presidente estadounidense Donald Trump han conmocionado al mundo entero. En las últimas tres semanas, su administración ha roto con décadas de ortodoxia del libre comercio, amenazando con imponer aranceles no solo a adversarios estratégicos como China, sino también a aliados de larga data como Canadá y México. Incluso Dinamarca -miembro de la OTAN y firme aliado de EEUU durante y después de la Guerra Fría- se ha encontrado en el punto de mira de Trump.

Donald Trump sigue liderando las encuestas de cara a las elecciones presidenciales estadounidenses, por lo que muchos se preguntan cómo abordaría China una segunda administración del líder republicano.

En mayo, China informó de que el desempleo juvenil (entre las personas de 16 a 24 años) había alcanzado la cifra récord del 20,8%, y que los puestos de trabajo altamente remunerados y cualificados para los que se forman los licenciados universitarios son cada vez más escasos. Desde mediados de 2021, se han eliminado cientos de miles de puestos en el sector tecnológico, debido a la pandemia del COVID-19, a las estrictas regulaciones de capital y antimonopolio, y a la "mano dura tecnológica" más amplia del gobierno. Y, a medida que la rápida evolución del entorno político se suma a la incertidumbre, los recortes también llegan a otros sectores altamente cualificados, como el financiero.

El mes pasado, China finalizó su política de cero COVID, poniendo fin de forma tumultuosa a las restricciones después de casi tres años. La brusquedad de la medida sorprendió a casi todo el mundo. El proceso podría haber sido mucho más gradual, con un cambio más lento de los cierres forzosos masivos a políticas más flexibles, como la autoexclusión voluntaria y el distanciamiento social. En lugar de ello, el gobierno ha tirado la cautela al viento.

Nueve meses después de que Rusia invadiera su país, los ucranianos están recuperando su territorio y dando a su pueblo la esperanza de una victoria militar. Pero en lo que respecta a la paz y la prosperidad a largo plazo, una victoria militar sería sólo el final de la primera fase. La siguiente fase -la reconstrucción- será mucho más larga y difícil, y requerirá un apoyo económico continuo y amplio de los amigos y aliados del país.

E l bloqueo ruso de los envíos de alimentos a Ucrania y la posible pérdida de las cosechas ucranianas debido a las interrupciones de la guerra han dominado los titulares de los últimos meses. Entre febrero y junio, los precios mundiales del trigo subieron más del 60%, alimentando la preocupación humanitaria y las advertencias de los organismos internacionales de desarrollo sobre el aumento de la inseguridad alimentaria en los países pobres de África y Asia.

El 5 de marzo, China anunció que su objetivo de crecimiento del PIB para este año sería de alrededor de un 5,5% el más bajo desde 1991. Pero eso no debería sorprender. En 2013, los economistas del Banco Mundial y el Consejo de Estado chino proyectaron que la tasa de crecimiento anual del país bajaría hasta un 5% para 2030. Eso todavía podría ser una sobreestimación, ya que se determinó que las tasas de crecimiento durante 2010-16 estuvieron infladas en 1,8 puntos porcentuales, además del hecho de que el crecimiento promedio en las economías de la OCDE es de alrededor de un 3%.

Parece inconcebible que, transcurridos 20 años desde los ataques terroristas del 11-S y dos décadas de guerra en Afganistán, decenas de miles de muertes y los miles de millones gastados no hayan bastado para reconstruir el país asiático.