Opinión

¿Unirá Trump a China con Europa?

Otra semana más, la relación entre China y EEUU vuelve a estar en el punto de mira
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Con escasa lógica económica o política, Donald Trump, ha introducido algunos de los aranceles más elevados en más de un siglo y los ha impuesto a casi todas las economías del mundo. Luego, de repente, a pesar de su insistencia en que las tasas estaban para quedarse, puso en pausa los nuevos aranceles "recíprocos" para todos los países excepto uno, manteniendo un gravamen general del 10% para el resto. Es el caso de China, con un gravamen mínimo del 145% sobre todos los productos chinos que entran en EEUU, pero esta misma semana el presidente estadounidense ha abierto la mano a llegar a un acuerdo con Pekín.

La Administración Trump apuesta por que el Gobierno chino no pueda soportar las pérdidas económicas derivadas de una fuerte reducción del comercio con EEUU. Algo menos del 20% del PIB chino procede de las exportaciones, y alrededor del 14,7% de sus exportaciones se dirigen a EEUU, el segundo mayor mercado de exportación de China en 2024. Un gravamen del 145% sobre estas exportaciones supondrá una pesada carga para las empresas, los trabajadores y las familias chinas en un momento en el que China lucha por revitalizar una economía estancada.

Pero el lanzamiento de los aranceles por parte de Trump otorga al Gobierno chino una importante ventaja política. A diferencia de las recesiones económicas que pueden atribuirse a la política interna, las bravatas de Trump y las tasas indiscriminados llevarán a la mayoría de los chinos de a pie a culpar del dolor económico al "acoso estadounidense". El gobierno chino insiste repetidamente en los beneficios mutuos del comercio y en que "nadie gana» en una guerra comercial". Al mismo tiempo, ha hecho un llamamiento a la solidaridad nacional. Cuanto menos razonable sea el comportamiento de EEUU, más apoyo interno recibirá el gobierno chino.

Además, China no está sola. Mientras que la administración Biden trabajó asiduamente con sus aliados para aislar a China, Trump ha puesto a China y a los aliados tradicionales de EEUU en el mismo bando. Por ejemplo, aumentó los aranceles sobre las importaciones de la UE en un 20%, y la UE, al igual que China, había anunciado aranceles de represalia antes de que Trump, ante el desplome de los mercados bursátiles y el aumento de los rendimientos del Tesoro, pulsara bruscamente el botón de pausa.

El enfoque de Washington en China puede verse como un esfuerzo por realinear a Europa y otros países contra China. Esto puede funcionar hasta cierto punto. México ya ha ofrecido igualar los aranceles estadounidenses a China. Pero gran parte del daño autoinfligido a los intereses estadounidenses ya está hecho. Incluso si la UE consigue negociar con EEUU, los aranceles y las tensiones sobre Ucrania y Groenlandia tendrán un efecto negativo permanente en la fe de los europeos en EEUU como socio económico y aliado estratégico fiable.

La frustración con EEUU no convertirá de repente a Europa en aliada de China. La UE tiene muchas quejas contra China, especialmente su avalancha de exportaciones de vehículos eléctricos y su apoyo a Rusia en su guerra contra Ucrania. Pero, al hacer que el comercio con EEUU sea más caro e impredecible para todos, Trump ha creado un poderoso incentivo para que Europa estreche lazos con la República Popular.

Además, mientras Trump ha sacado a EEUU del acuerdo climático de París (otra vez), tanto Europa como China reconocen la necesidad de tomar medidas urgentes contra el calentamiento global. Además de liderar la fabricación mundial de vehículos eléctricos y paneles solares, China es también el país que más rápidamente desarrolla tecnologías de energía verde y energía nuclear, una opción energética que ha despertado un renovado interés en Europa.

La guerra de Ucrania y los efectos de las exportaciones chinas sobre los productores europeos son, sin duda, cuestiones espinosas; pero la necesidad de asegurar sus economías contra el caos estadounidense puede motivar a ambas partes a llegar a un compromiso. Es difícil decir cómo podría ser un acuerdo, pero hay muchas opciones. China podría aumentar sus importaciones europeas, limitar sus exportaciones a Europa y permitir la apreciación de su moneda. También podría compartir tecnologías para ayudar a reforzar industrias europeas como la inteligencia artificial, las baterías de vehículos eléctricos y la transmisión eléctrica. Esto convertiría las subvenciones del gobierno chino en estos sectores, que los europeos consideran que dan a China una ventaja injusta, en un beneficio para los productores y consumidores europeos. Europa, por su parte, podría promover la participación china en procesos de toma de decisiones más globales, algo que los líderes chinos llevan tiempo buscando.

Aunque es poco probable que China abandone a Rusia, ha dado muestras de pragmatismo cuando se trata de sus intereses. Si quiere mostrar buena voluntad a los europeos, puede aumentar las importaciones de alimentos ucranianos para compensar parte de la pérdida de importaciones agrícolas estadounidenses, apoyar a los refugiados ucranianos, utilizar su experiencia en la construcción de grandes proyectos de infraestructuras para ayudar a la reconstrucción ucraniana y evitar que mercenarios chinos se unan a Rusia.

La reciente visita del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, a Pekín, y la reunión prevista con los líderes de la UE que el presidente chino, Xi Jinping, acogerá en julio, indican claramente que la segunda y tercera economías más grandes del mundo son muy conscientes de los beneficios de una mayor cooperación. Si la llevan a cabo con éxito, la guerra comercial puede no ser del todo mala para China, y lo que parece una crisis económica puede ser también una oportunidad geopolítica.

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