Tras meses de incertidumbre, encarecimiento descontrolado de los precios, continuas subidas de tipos de interés, caída del comercio internacional y el resurgir del oro como activo refugio, los tambores de recesión no han cesado. Es más, este conjunto de indicadores parece apuntar a que se trata de un escenario casi inevitable, solo queda saber cuál será el desencadenante y cuándo tendrá lugar. Según el Índice de Probabilidad de Recesión de la Reserva Federal de Nueva York, hay un 68% de posibilidades de que se produzca en abril de 2024. No obstante, hasta que suceda, todo son estimaciones. Y la última de Bank of America (BofA) señala que el impacto de producirse finalmente una desaceleración económica y una contracción del crédito podría ser el impago de un billón de dólares de deuda corporativa.