Retail - Consumo

Un Chanel por menos de 200 dólares: así han conquistado los bolsos de lujo falsos a los clientes

  • La calidad de estas piezas ha mejorado en la última década
  • Pasan sin problemas los controles de aduanas
Un bolso de Chanel. Foto: Dreamstime

La imitación en la industria de la moda existe desde hace siglos. Ya antes de la industrialización -cuando entraron en escena las máquinas que permitieron la producción en masa- las aristócratas y otras mujeres con dinero encargaban a sus costureras que copiasen los estilos más populares. Pero entonces llegó el siglo XIX y los diseñadores se volvieron mucho más recelosos respecto a sus diseños. Aún así, la cultura de la réplica siguió estando ahí y llega hasta nuestros días: basta entrar en la web de Zara o Shein para encontrar prendas inspiradas -y prácticamente iguales- a los últimos diseños de grandes firmas como Celine, Balenciaga o Prada. Sin embargo, estas réplicas no son nada comparadas con las falsificaciones indistinguibles del original.

Siempre se ha sabido que, en determinadas zonas de ciudades como Nueva York o Las Vegas, es posible encontrar un fabuloso bolso de una firma francesa por poco dinero. Prueba de ello es que, en un capítulo de Sex in the City, dos de las protagonistas fuesen en busca de una de estas piezas. Pero este ejemplo se remonta a finales de la década de 1990 y principios de los 2000. Desde entonces, el negocio ha cambiado considerablemente. Aunque previamente las falsificaciones procedentes de China ya copaban una parte importante del mercado, en la última década la calidad de esas piezas ha mejorado hasta pasar sin problemas por los controles de aduanas y conseguir engañar al ojo más experto. "Es un problema tremendo y generalizado", asegura Bob Barchiesi, presidente de la Coalición Internacional contra la Falsificación. Coincide él alguien que se encarga de verificar la autenticidad de estas mercancías en una tienda de reventa, quien señala que los accesorios "son cada vez mejores", hasta el punto de que se trata de grabados interiores o hay que buscar fotos en las web oficiales para comparar los cierres.

Las fábricas chinas, concentradas en su mayoría en Guangzhou, han conseguido producir falsificaciones prácticamente idénticas a los bolsos originales de Chanel o Dior gracias al uso combinado de artesanos -que conocen cada detalle de las piezas a imitar- y materias primas de alta calidad compradas en los mejores mercados de piel, tal y como hacen las casas de moda más exclusivas del mundo. Pero algunos expertos del sector creen que esa calidad se alcanza de otra manera: "Sospechamos que es alguien de dentro de las casas de lujo que se lleva las pieles auténticas. Creo que las -imitaciones- muy, muy buenas tienen que ser de gente que trabaja para las empresas".

Este incremento de la calidad se encontró en 2020 con la llegada de la pandemia con un exceso de ahorros y el aumento de las compras online, lo que alimentó el fervor por los accesorios ilícitos. Una tendencia que, en lugar de decaer con el incremento de la inflación, ha seguido en auge, dado que permite a los consumidores que sueñan con tener una pieza de 10.000 dólares, adquirirla por una ínfima parte de su precio original.

Asimismo, a este boom también ha contribuido la sofisticación de la tecnología de fabricación de estos bolsos y de los propios falsificadores, sostienen los expertos consultados por The New York Times. Entre las innovaciones llevadas a cabo, destaca la implantación de una cadena de suministro desarticulada, plana y difícil de rastrear. El abogado especializado en propiedad intelectual Harley Lewin la define como "una serie de bloques -el financiero, por un lado, los diseñadores, los fabricantes y los vendedores, por otros- sin ninguna relación entre sí". De esta manera, "si se rompe un bloque, lo más probable es que se pueda sustituir en 10 minutos", añade.

Por su parte, las autoridades chinas han optado por correr un tupido velo. El principal motivo es que no tienen ningún incentivo para cerrar estas operaciones, ya que contribuyen a las economías locales, pero también porque, si se supiera que no pagan impuestos y que las condiciones de trabajo son terribles, supondría una vergüenza para los dirigentes políticos y desgastaría aún más las ya de por sí delicadas relaciones de China con las naciones occidentales.

Las autoridades estadounidenses incautaron más de 300.000 bolsos y carteras falsos en 2022, pero el volumen de imitaciones es mucho mayor y no dan abasto para inspeccionar todas las importaciones. Según algunas estimaciones, tan solo tienen capacidad para registrar el 5% de todo lo que llega al territorio norteamericano.

Los vendedores hacen caja

Aunque la industria de la alta costura gasta anualmente miles de millones de dólares en luchar contra las imitaciones de sus bolsos, no ha conseguido detener su producción.

En Reddit es posible encontrar numerosas supervendedoras de bolsos falsos. Una de ellas, por ejemplo, abandonó hace cinco años su trabajo en el sector inmobiliario en Shanghai para vender réplicas de accesorios de lujo. Ella notifica al fabricante el modelo que quiere y en un tiempo reducido lo recibe. En un día, puede llegar a vender más de 30 piezas de Chloé e Yves Saint Laurents a precios que oscilan entre los 200 y los 300 dólares, de los cuales se queda una comisión de alrededor del 45%, mientras que el resto se transfiere a una red de fabricantes que se reparten los ingresos para pagar gastos básicos, materiales y el salarios de los empleados. En total, gana hasta 30.000 yuanes (unos 4.300 dólares) al mes.

Otras vendedoras, consideradas estrellas dentro del sector, pueden llegar a embolsarse 200.000 yuanes cada mes, según se rumorea. Esto equivaldría a unos 350.000 dólares al año.

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