En el sur de Italia, donde el mar lía su azul más antiguo y el sol tiene el tacto dulce del limoncello, una lancha de lujo se desliza sobre las aguas como un animal de diseño. A bordo, el muchacho que ahora lleva sobre sus espaldas el porvenir del fútbol español: Lamine Yamal. Apenas un hálito lo separa de los dieciocho, pero ya ha tocado con la yema de los dedos esa vida de epopeya moderna que se narra en titulares dorados y fotos robadas.