Presidente y CEO de Siemens AG
Tribuna

Europa tiene mucho que ofrecer: diversas culturas, excelentes sistemas educativos, una mano de obra altamente cualificada, una aplicación de la ley muy fiable y el mercado único más grande del mundo, entre otros. Sin embargo, llegar a un acuerdo a menudo puede ser un proceso tedioso y lento en Bruselas, si es que finalmente se produce. Con demasiada frecuencia, los europeos perdemos un valioso tiempo en este proceso. Y eso es una desventaja para las empresas europeas y, posteriormente, para las economías de los Estados miembro. Una desventaja que no podemos ni debemos permitirnos en la actual competición con las principales economías mundiales. El nuevo término legislativo y un nuevo liderazgo son una oportunidad para que Europa y sus responsables políticos cambien esto, una oportunidad para defender el multilateralismo y la reciprocidad y hacerlo con una única voz. Para lograrlo de una manera global, necesitamos construir puentes y no cazar brujas. Los acuerdos deben evolucionar sobre la base de escenarios win to win de confianza e inclusión, más que sobre el nacionalismo y proteccionismo.

Joe Kaeser

Vivimos en tiempos emocionantes. Es probable que las próximas décadas sean las más dinámicas de la historia. La geopolítica está impulsando cada vez más la geoeconomía. En términos económicos, estamos en medio de lo que muchos llaman la Cuarta Revolución Industrial. Veremos cambios sin precedentes tanto en magnitud como en velocidad. Y cuando la geopolítica se endurece, cada nación debe estar preparada para gestionar y controlar sus infraestructuras críticas. En este caso, la energía debería ocupar un lugar prioritario. ¿Y qué pasa con las prioridades industriales? Todas las revoluciones industriales fueron impulsadas por las revoluciones de la energía: el uso del carbón para alimentar las máquinas de vapor, el descubrimiento de la electricidad, el uso generalizado del petróleo, el aumento de la energía eólica y solar, etc. La Cuarta Revolución Industrial no es una excepción. Dos realidades están dando forma a este fenómeno.

Joe Kaeser

El desayuno se convierte en una junta del consejo de administración. El consejo de supervisión se reúne a la hora del almuerzo. Y los accionistas han quedado para cenar. Así es como funcionan las empresas familiares: los miembros de la familia son, a la vez, copropietarios, directores y empleados. Su prioridad es siempre la empresa, viven por y para ella. Se identifican con ella y trabajan unidos para garantizar un éxito sostenible. De este modo todos sus miembros dan lo mejor de sí porque se juegan tanto el sustento de la familia, como su reputación. Además, quieren dejar su negocio a la siguiente generación en una situación incluso mejor que la suya propia.

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