La pasada semana publicábamos que Telefónica alcanzaba el ‘dividendo de la bestia’. Al cruzar su cotización los 6,66 euros, con los cuarenta céntimos con los que retribuye, su rentabilidad por dividendo superaba el 6%. El problema es que el inversor en Telefónica sufre ceguera al cambio, teoría que consiste en que los giros dramáticos en el campo visual a menudo pasan desapercibidos si se introducen de forma gradual. Por este motivo, el dividendo es un gran reclamo para quien quiere comprar, pero un pobre consuelo para quien lo hizo mucho más arriba en precio. De nada sirve que la primera gran decisión de José María Álvarez-Pallete fuera devolver a Telefónica a la senda de la retribución real, quitando el dividendo dopado de César Alierta, y que Telefónica esté haciendo un ingente esfuerzo en reducir la abultada deuda, que se ha recortado un 17% desde que en 2016 alcanzase máximos históricos al superar los 52.500 millones de euros.

Director adjunto de elEconomista. Asesor del Fondo Tressis Cartera Eco30. Promotor del Eco10 y Eco30 Stoxx