Bolsa, mercados y cotizaciones

Los errores que cometí al hacer mi cartera (II)

Seguramente el mayor error que he cometido en mercado es pensar que soy mejor que los demás. El alto ego te dice: estoy en mercado porque soy capaz de batir a los índices, o porque los productos que hay ofrecen tanta mediocridad que puedo superarlos. Es como el corredor que sabe que es más rápido que los demás. Pero, salvo en el caso de los velocistas, no es el hijo del viento el que gana, sino el que mejor conoce sus objetivos, y gestiona los contratiempos cuando hay ventisca.

Una cartera es una carrera de largo recorrido, en la que debemos saber qué hacemos cada vuelta frente al resto, pero en la que las comparativas válidas tienen años de referencias. Y siempre hay mejores que tú a los que darles parte de tu dinero.

Con las cuentas de inversión esterilizadas de un recibo de la luz, de la compra en Carrefour o de la nómina..., la pregunta que todo inversor debe hacerse es qué carrera de largo plazo corre. O lo que es lo mismo, cuál es la ecuación rentabilidad/riesgo que está dispuesto a asumir en función de sus objetivos. Para no marear -como ya hacen los bancos-, y como hablo para inversores: hay dos perfiles. Muy agresivo, entre un 75 y 100 por cien de la cartera permanentemente invertida en activos de riesgo. O agresivos, entre el 50 y el 75 por ciento.

Para los muy agresivos creo que el objetivo de ganancia en el año debe ser de doble dígito -superar el 10 por ciento de rentabilidad-, con una pérdida máxima aceptable del 10 por ciento, y solo en momentos puntuales de tensión de mercado. En el caso de los perfiles agresivos, el objetivo de rentabilidad debe situarse entre un 4 y un 7 por ciento, con un máximo de perdida del 5 por ciento. Cuando sabemos cuáles son nuestros objetivos de inversión podemos empezar a conocer nuestra pericia como patrones. No solo cuando cañoneamos unos cuantos títulos con los que doblamos la inversión, sino qué rentabilidad real alcanzamos para todo nuestro patrimonio frente a la industria, en función de nuestro mayor o menor grado de riesgo.

Uno de los componentes más importantes de la rentabilidad es lo que llamo ponerse al pairo, quedarse quieto mientras hacemos lo más importante, subir o bajar la exposición. Hasta los que nos denominamos fundamentalistas de mercado nos movemos vendiendo en resistencias que no se superan, y comprando en soportes. Lo más fácil es moverse en mercados que definen un canal tanto por arriba como abajo. Pero esto ocurre en contadas ocasiones. Por ese motivo, es crítica la gestión de la supuesta liquidez -con bajísimo riesgo o nulo- cuando nos ponemos al pairo, con niveles de liquidez del 50 por ciento en crisis de mercado, o porcentajes superiores si se respetan los objetivos de pérdida máxima. El resultado de una cartera es lo que se cosecha, y lo que se barbecha.

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