Es evidente que el coronavirus ha trastocado profundamente nuestras vidas y que sus consecuencias exceden claramente del ámbito estrictamente sanitario. En materia de impuestos, seguramente es donde más se hace visibles estos efectos. En estos momentos en que más haría falta encontrar una cierta humanidad, nos vemos doblegados ante la implacable frialdad de la maquinaria administrativa que actúa con pocas contemplaciones. El sostenimiento del gasto público es el que manda.

Abogado en Harboury Legal & Business Services y profesor de EAE Business School