En pocos días, el mundo ha cambiado radicalmente. Cada uno puede pensar lo que quiera de Donald Trump, pero no se le puede negar objetivamente el mérito de haber obligado, aunque con brusquedad, a que se recuperara la voluntad política y ver el impacto que esto ha tenido. Este extraordinario activismo se ejerce forzando acuerdos obtenidos mediante una agresividad a la que nuestras democracias occidentales no están acostumbradas. Al institucionalizar la incertidumbre y la inestabilidad, Trump obliga al resto del mundo a centrarse en sus propias fortalezas y soberanía. Porque eso le saldrá más barato al Tío Sam.

Miembro del comité estratégico de inversión de Carmignac