Miembro del comité estratégico de inversión de Carmignac

En pocos días, el mundo ha cambiado radicalmente. Cada uno puede pensar lo que quiera de Donald Trump, pero no se le puede negar objetivamente el mérito de haber obligado, aunque con brusquedad, a que se recuperara la voluntad política y ver el impacto que esto ha tenido. Este extraordinario activismo se ejerce forzando acuerdos obtenidos mediante una agresividad a la que nuestras democracias occidentales no están acostumbradas. Al institucionalizar la incertidumbre y la inestabilidad, Trump obliga al resto del mundo a centrarse en sus propias fortalezas y soberanía. Porque eso le saldrá más barato al Tío Sam.

La cuestión de la inflación está actualmente en boca de todos. ¿Es meramente transitoria, como ha afirmado una y otra vez el presidente de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, Jerome Powell, o tiene cierta capacidad de persistencia? ¿Mantendrán los bancos centrales, que han respaldado la economía mundial durante varios años interviniendo en los tipos de interés para mantenerlos en niveles anormalmente bajos, esta política ultra acomodaticia? ¿U optarán en cambio por una normalización gradual de su postura tras más de una década de activismo contra la depresión financiera?

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