El neologismo anglosajón al que alude el título es producto de una época en la que la concienciación medioambiental y la emergencia climática han llevado a algunos a presumir de comprometer prácticas sostenibles en sus negocios muy por encima de sus posibilidades, como diría un famoso político español. O, dicho de otra forma, sin respaldo científico real con el indecoroso objetivo de atraer el interés de unos inversores o consumidores cada vez más preocupados por el calentamiento global.
Amedida que aumentan las consecuencias provocadas por la emergencia climática y la presión demográfica, la necesidad de coordinación para proteger los recursos naturales va creciendo. Las perspectivas ambientales de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) indican que, al actual ritmo de crecimiento, la población mundial superará los 9.000 millones en 2050. Por otro lado, las previsiones de Naciones Unidas apuntan a un descenso del 40% de los recursos hídricos disponibles en el mundo para el año 2030.
Sacyr puede presumir de ser la primera empresa del sector de infraestructuras en verificar su Huella de Agua siguiendo los requisitos de la norma ISO 14046, certificada por Aenor. Este certificado ratifica la información, datos y resultados contenidos en el informe de evaluación de la empresa.
El 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua con el objetivo de concienciar sobre la importancia del recurso hídrico y la necesidad de avanzar en el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 6: Agua y saneamiento universal para todos antes de 2030. Este año el lema que va a marcar la jornada es: Agua para la paz. Escoger el término paz se debe, tal y como indica Naciones Unidas, a que el agua puede ser un recurso para propiciar la paz y el equilibrio en la atención a las diferentes necesidades cuando las comunidades y los países cooperan en torno a este recurso fundamental. En el contexto actual –marcado por la creciente escasez hídrica en todo el país, combinada con el aumento de la demanda de agua por parte de las ciudades, la industria y la agricultura– es fundamental adoptar una gestión responsable del agua en base a modelos circulares, ya que la mayoría de las fuentes de agua que utilizamos tienen elevada dependencia de la climatología, es decir; de la cantidad de lluvia.