opinión | carmelo encinas
El domingo a medianoche Susana Díaz abandonó Ferraz destrozada. Toda la cadena de errores cometidos en su aspiración por conquistar la secretaria general del partido y erigirse algún día la candidata del PSOE a la presidencia del gobierno se substanció en una sola noche, la más amarga de su carrera política. Su rival interno y más enconado enemigo la derrotaba clamorosamente a pesar de tener a su favor la inmensa mayoría del poder orgánico, intelectual y mediático del partido. A pesar de tenerlo a su favor o, tal vez, por tenerlo a su favor al alimentar el ansia de renovación y el victimismo que presentaba su adversario.