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Los millonarios dueños de Nueva York de los que nunca has oído hablar

  • El patriarca de la familia Rudin llegó a la ciudad desde Bielorrusia en 1884 y compró su primer edificio en 1905 
  • Poseen más de 4 millones de metros cuadrados en la ciudad con los 31 edificios que poseen
  • El tiroteo de la última semana se produjo en uno de sus construcciones, en la que además tienen su sede
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Mientras otros magnates del ladrillo buscan constantemente los focos, la familia Rudin, una de las más ricas y poderosas de Nueva York, siempre ha preferido moverse en las sombras, lejos de la prensa, la fama y los escándalos. Eso ha hecho que mucha gente ni siquiera haya oído hablar de este clan, a pesar de ser dueños, literalmente, de una parte de la ciudad.

Este interés por mantenerse anónimos se ha visto interrumpido abruptamente, después de que se produjese un tiroteo en uno de sus edificios, en el que además está la sede de su compañía, pero también la de la NFL, objetivo del pistolero, o del fondo Blackstone, donde trabajaba una de las víctimas.

Pero la discreción no es su único valor, también destacan por un estilo financiero muy conservador, y una visión estratégica que apenas ha cambiado en más de un siglo de vida. Los principios de la compañía, sin imaginar que iba a llegar tan lejos, los estableció Louis Rudinsky, un inmigrante procedente de lo que hoy sería Bielorrusia, que llegó a Nueva York en 1884. Con el apellido aún no americanizado, montó una tienda de alimentos, de la que no se sabe mucho, pero que no le debió ir mal, porque le dio para ahorrar mucho dinero.

Nueva York en 1880
Representación de Nueva York en el año 1880, la década en la que llegó Louis Rudinsky a la ciudad.

Tanto que en 1905 compró su primer edificio. Se trataba de un bloque de cuatro pisos de altura y ladrillos rojizos, situado en el centro de Manhattan. Cuenta la leyenda que lo adquirió porque un día entró en su tienda el magnate J. D. Rockefeller, y le dijo que él vivía por esa zona, lo que le inspiró a hacerse con esa propiedad. Louis les dio un consejo a sus hijos: que nunca vendieran ese edificio, y que hicieran todo lo posible con adquirir los de su alrededor.

Sus hijos, con Samuel Rudin a la cabeza, ya con el apellido adaptado, fundaron en 1925 Rudin Management, para gestionar la expansión del patrimonio inmobiliario. Siguiendo los preceptos de su padre, fueron adquiriendo los edificios que se encontraban en el entorno de su primer local. También comenzaron a construir sus propios edificios.

Estrategia conservadora

Tenían un enfoque financiero muy conservador, y evitaban el endeudamiento. Una forma de actuar que, cuando llegó el crash del 29 y la posterior crisis económica, les permitió salir indemnes. La competencia se desangraba tratando de evitar quebrar, lastrados por enormes deudas, contraídas para afrontar grandes inversiones. Y, mientras tanto, los Rudin tenían una fortaleza económica que les permitió seguir expandiendo su imperio inmobiliario con nuevas adquisiciones y construcciones. Apostaron por edificios de calidad y acuerdos de alquiler de larga duración, evitando la especulación inmediata.

Tras la II Guerra Mundial, se incorporaron a la empresa los hijos de Samuel, Jack y Lewis. Con un enfoque moderno y mucha energía, el primero asumió la responsabilidad de la construcción y el desarrollo, mientras que el segundo se encargó de la parte administrativa y financiera. Posteriormente, se incorporó su primo William, que llegó a convertirse en presidente de la compañía.

En esta etapa se convierten en uno de los principales actores del sector de la construcción en Nueva York, impulsando la creación de algunos de los edificios más destacados de la ciudad. Una década en la que construyeron 11 de los rascacielos más icónicos del momento. Poseían una de las carteras más destacadas, tanto para el mercado residencial como el de oficinas.

Edificio 641 Lexington, de la familia Rudin
La familia Rudin siguió adquiriendo los edificios alrededor de su primera posesión, y con el tiempo los reconstruyeron, creando el imperial 641 Lexington.

En la década de los 70, la ciudad de Nueva York se enfrentó a una situación muy complicada. La delincuencia, los problemas de transporte y las malas condiciones de la vivienda estaban llevando a muchas empresas a huir, mientras la ciudad se enfrentaba a la bancarrota. Los Rudin emergieron como los salvadores. Se reunieron con el resto de promotores inmobiliarios y con otros grandes empresarios para convencerlos de adelantar el pago de 600 millones de dólares en impuestos, que permitieron evitar la quiebra de la ciudad. Desde entonces, Lewis Rudin empezó a ser conocido como 'Mister Nueva York'.

El compromiso de la familia con la ciudad no se quedó ahí. También impulsaron la maratón de Nueva York, logrando trasladarlo desde Central Park a las calles de los cinco distritos de la ciudad, logrando que el número de corredores pasase de los 127 de 1970 a los más de 30.000 que hay en la actualidad. También lograron evitar que el US Open de Tenis se trasladara a otra ciudad, al conseguirles un alquiler asumible durante 99 años, para que se quedasen en Queens. Su compromiso con la ciudad de Nueva York está más que comprobado.

El gran mérito de la compañía es haber llegado hasta la quinta generación sin conflictos. La clave, dicen, es que no han peleado por estar al mando, sino que han sabido especializarse en los distintos campos de acción. Además, intentan asegurarse de que los 30 miembros de la familia, muchos de los cuales trabajan para la compañía, estén integrados en la toma de decisiones.

Rompiendo la regla de oro

Hoy, cuentan con una cartera de 31 propiedades, con 17 edificios residenciales y 14 de oficinas comerciales. En total, suman más de 4 millones de metros cuadrados de superficie. Y su fortuna está estimada en unos 5.000 millones de dólares, según Forbes.

La compañía sigue construyendo lujosos y modernos edificios, y rehabilita algunas de sus posesiones para hacerlas aún más atractivas. Pero en el último año han roto una de las reglas del patriarca: "No vender". Su imperio superó dos guerras mundiales, crisis económicas y hasta una pandemia global respetando este precepto. Pero el nuevo entorno laboral, con el teletrabajo en auge, ha supuesto un reto insalvable. Han roto su regla sagrada, vendiendo dos de los edificios que poseían.

Edificio Dock 72
El edificio Dock 72 es uno de los más modernos de Rudin Management.

Estos bloques de oficinas, que un día fueron fuentes fiables de ingresos, requieren ahora reformas masivas, y caras, para atraer inquilinos. Y algunos hasta acabarán convertidos en departamentos residenciales. "El mundo ha cambiado", reconoce Jack Rudin, que sigue comandando la estrategia de la empresa ante los retos que se avecinan.

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