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Cómo los aranceles forjaron Estados Unidos: proteccionismo, libre comercio y Donald Trump

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Cuando Estados Unidos nació como país independiente, la libertad política no vino acompañada de recursos económicos. Antes de que la Constitución entrara en vigor, en 1788, el Congreso no podía recaudar impuestos. La única fórmula que tenían para obtener ingresos era vender tierras o mendigar dinero a los estados que entonces integraban el país. El escenario cambia con la entrada en vigor del nuevo ordenamiento jurídico, que abre la puerta a que pueda implantar sus propios impuestos.

El nuevo Gobierno quería imponer una tasa que fuera fácil de aplicar en todos los estados, y que tuviera un coste simbólico para el ciudadano medio. Con esta idea en mente, desarrollan la Ley Arancelaria de 1789, la primera norma importante aprobada tras la ratificación de la Constitución.

Los orígenes conceptuales de los aranceles tenían ya miles de años. Ya en Mesopotamia se registran peajes y derechos de paso sobre mercancías en tránsito, y aplicaban tasas a los comerciantes extranjeros en el II milenio a. C. Luego en la antigua Grecia, alrededor del siglo IV a. C. se desarrollan estas normas, por ejemplo, con imposiciones sobre las mercancías que ingresaban en Atenas a través del puerto de El Pireo, uno de los más importantes del Mediterráneo. Se consideran los precursores de los aranceles modernos.

Las políticas aduaneras se fueron desarrollando durante siglos, y en la Edad Media encontraron un nuevo valor: ya no solo eran una forma de recaudar ingresos para el Estado, sino que también servían como medida proteccionista para proteger la manufactura local. Medidas políticas que alcanzaron un punto de inflexión en Inglaterra, a principios del siglo XVIII, gracias a Robert Walpole, que con sus decisiones, incluyendo aranceles a las importaciones de productos manufacturados, pero excepciones para las materias primas, impulsaron el desarrollo de la incipiente industria local.

Ingresos y proteccionismo

Con estas referencias en mente, el congresista James Madison, uno de los padres fundadores del país, desarrolló la norma arancelaria. La debilidad de la nación en aquellos primeros años de independencia había provocado que la mayoría de potencias europeas estuvieran inundando Estados Unidos con sus productos, mientras que, a cambio, imponían fuertes tasas a los productos procedentes de Norteamérica. Las importaciones del Viejo Continente estaban ahogando a los fabricantes nacionales.

Aún así, no fue fácil llegar a un acuerdo, y se produjeron arduos debates. Los fabricantes del norte peleaban por imponer aranceles elevados, que les permitieran proteger su industria. Mientras que desde el sur, los agricultores pedían impuestos bajos, que les permitiesen seguir comprando bienes de consumo baratos.

Muchos intelectuales y políticos estadounidenses, durante el proceso de debate, defendían que la teoría de libre comercio defendida por los economistas clásicos no era adecuada para su país en ese momento. Defendían que el país necesitaba desarrollar su propia industria, y la única forma de lograrlo era utilizar medidas proteccionistas, como había hecho Reino Unido anteriormente. De hecho, la mayoría de grandes economistas norteamericanos de la época fueron firmes defensores del proteccionismo, al menos hasta el último cuarto del siglo XIX.

Los aranceles más altos del mundo

Entre 1792 y la guerra contra Gran Bretaña de 1812, el nivel arancelario promedio se mantuvo en el 12,5%, considerado demasiado bajo para alentar a los consumidores a comprar productos nacionales y apoyar a sus emergentes industrias. Así que, tras estallar la guerra contra su antigua metrópolis, duplicaron las tasas, a un promedio del 25%, para compensar el aumento de gasto gubernamental.

La guerra allanó el camino para nuevas fábricas, ya que interrumpió las importaciones de manufacturas de Inglaterra y del resto de Europa. Tras el fin del conflicto, los productores estadounidenses presionaron para mantener esas tasas de las que tanto se habían beneficiado. En 1816 el arancel medio se había elevado hasta el 35%, y cuatro años después alcanzó el 40%. El público estuvo de acuerdo, y Estados Unidos tuvo durante más de un siglo, hasta la II Guerra Mundial, los aranceles a la importación de productos manufacturados más altos del mundo.

Tan importante era la política arancelaria, que fue uno de los desencadenantes de la Guerra de Secesión. De nuevo, porque los estados del sur, agrícolas, se oponían a cualquier forma de protección; mientras que los del norte querían mantenerla. Una frase de Abraham Lincoln, a principios de su carrera política, era "dadnos un arancel fuerte, y tendremos la nación más grande del mundo". La victoria del Norte impulsó la política proteccionista y los aranceles elevados.

Viñeta crítica con los impuestos y los aranceles
Viñeta crítica con los impuestos y los aranceles.

Cuando para finales del siglo XIX la industria estadounidense había alcanzado el nivel de su competencia europea, mantuvieron los aranceles ya no como medida proteccionista, sino alegando que eran clave para mantener los salarios de los trabajadores, apoyar la protección agrícola y por el principio de reciprocidad.

No sería hasta 1913, tras una victoria electoral de los demócratas, que los aranceles medios se redujeron del 44% al 25%. Una norma breve, ya que con el estallido de la I Guerra Mundial quedó invalidada, y en 1922, tras el regreso de los Republicanos al poder impusieron nuevos aranceles.

Libre comercio

El final de la II Guerra Mundial trajo un nuevo orden global que modificó los planes de Estados Unidos, que apostó, desde entonces, por el libre comercio, impulsando nuevos tratados que reducían enormemente el nivel de los impuestos a las importaciones, a niveles más moderados.

Estados Unidos mantuvo esta política durante décadas, con algunas excepciones, como batalla comercial contra la Comunidad Económica Europea, conocida como la Guerra del Pollo; o contra Japón en los años 80,tras el desequilibrio comercial. También ha tenido batallas puntuales menores, como con México o Canadá, que acabaron derivando en tratados de libre comercio más ambiciosos.

La historia de los aranceles en Estados Unidos ha sido un viaje largo y cíclico, del proteccionismo fundacional, hasta el libre comercio impulsado tras la II Guerra Mundial, para recuperar ahora, tras la llegada de Donald Trump al poder, una nueva etapa de confrontación. Lejos de ser un recurso del pasado, los aranceles han demostrado seguir siendo una poderosa arma geopolítica.

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