
Este 2025, España celebra el 40º aniversario de la firma del tratado de adhesión a la Comunidad Económica Europea, que dio paso años más tarde, con el Tratado de Maastricht de 1992, al germen de lo que hoy conocemos como la Unión Europea. Aquella decisión de incorporarnos como país a la UE ha sido, sin duda, una de las que mayor trascendencia han tenido en el rumbo económico y social de España.
La historia económica de España en Europa es la historia de cómo un país supo aprovechar la oportunidad europea para modernizarse, abrirse al mundo y construir un estado de bienestar fuerte. Y también es la historia de cómo, ante cada crisis, hemos respondido con más integración, más cogobernanza y más solidaridad entre los países para hacer frente común a desafíos comunes. Cuatro décadas después, es necesario preguntarnos: ¿qué ha supuesto para España formar parte del proyecto europeo? La respuesta es clara: más oportunidades, más cohesión, más modernización y más futuro. La UE ha sido un acelerador de modernización y transformación, pero también una garantía de estabilidad, de derechos y de progreso.
El país que se incorporaba en 1985 a la Comunidad Económica Europea nada tiene que ver con la España actual pero el impacto, antes y ahora, del despliegue de los fondos europeos en las diferentes etapas han sido determinantes para la modernización de nuestro país. En aquellos años, pasamos de ser una economía débil, poco diversificada y marcada por fuertes desequilibrios, con una amplia brecha de desigualdad entre el norte y el sur, entre las zonas más desarrolladas industrialmente y los territorios cuyo modelo económico y productivo estaba más centrado en el sector primario, a ser un país mucho más cohesionado social y territorialmente, en el que se han reducido drásticamente las desigualdades.
Y hoy, con el despliegue del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, España se sitúa a la vanguardia en el desarrollo sostenible, la transición y reindustrialización de nuestro tejido productivo en clave verde o digital, el avance de la ciencia, la innovación y las nuevas tecnologías. O el desarrollo de proyectos clave para el crecimiento económico, la creación de empleo de calidad, la competitividad y productividad en el futuro, como son las energías renovables, la agroalimentación, la biotecnología, el vehículo eléctrico, la digitalización de la salud o de la construcción de vivienda o el sector aeroespacial.
Actualmente, España no solo es una de las cuatro economías más importantes de la zona euro -junto a Alemania, Francia e Italia-, sino también una de las economías más importantes de Europa, junto a las anteriores y Reino Unido. Pero no solo eso. Desde la pandemia y el desarrollo de la respuesta de política económica desplegado para hacer frente a las consecuencias del COVID, primero, y de la guerra en Ucrania, después, nuestro país es el motor económico de Europa, liderando el crecimiento del PIB entre las principales economías. Estos días, la Comisión Europea revisaba al alza la previsión económica de España tres décimas, hasta el 2,6%, en 2025. Así, el crecimiento del PIB español será el triple que el crecimiento medio de la zona euro, es decir, creceremos tres veces más que el conjunto de Europa.
Los datos lo demuestran. En el primer trimestre de 2025, el PIB español superó los 411.000 millones de euros. No son cifras aisladas. España lidera desde hace cinco años el crecimiento económico en Europa, con un mercado laboral que ha registrado la cifra histórica de 21,5 millones de afiliados a la Seguridad Social. Los más de 3,7 millones de contratos indefinidos desde 2022, desde la aprobación de la reforma laboral del Gobierno de Pedro Sánchez, son una prueba del cambio estructural hacia el que nos encaminamos con una política económica eficaz y ambiciosa para modernizar nuestro tejido productivo.
La reciente respuesta del Gobierno frente a la amenaza arancelaria de Trump, con un plan de más de 14.000 millones de euros, es una muestra más. Una respuesta rápida y coordinada con la Comisión Europea, que demuestra la importancia de tomar decisiones pensando en España dentro de Europa y contando con Europa en defensa de nuestros agricultores, ganaderos, pymes, autónomos, trabajadores y empresas. Como ya lo hicimos en 2020, para hacer frente a la pandemia de forma conjunta; o cuando desarrollamos la excepción ibérica y el desacople del precio del gas del precio final de la electricidad.
En definitiva, el ingreso de España en la UE hace 40 años ha sido una palanca para construir un país mejor conectado, más justo, más igualitario y mejor cohesionado social y territorialmente. Por eso, frente a quienes buscan levantar muros, quienes quieren sembrar dudas y generar desconfianza, debemos defender el proyecto europeo. La buena política, esa que defiende el interés general, se construye también en clave europea. Y hoy, más que nunca, debemos reafirmar que Europa es una garantía de futuro para España.