Opinión

Feijóo o el juego de los cubiletes

  • En esta legislatura, el PP debe liderar una oposición fuerte e inteligente frente al Gobierno
El presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, y Alberto Núñez Feijóo, líder del PP, en la sección de investidura.

Habrá que darles los cien días de gracia. Esperar acontecimientos, trabajo y resultados. Pero, en un primer momento los cambios realizados por Núñez Feijóo en la cúpula del Partido Popular, han sido recibidos con cierto escepticismo y entusiasmo moderado en el grupo parlamentario, entre ex altos cargos del partido y en las bases. No por los nombres en sí, sino fundamentalmente por si los elegidos vienen acompañados de un cambio radical en la estrategia de oposición y en las políticas de comunicación que se necesitan para una legislatura que puede ser más larga de lo que se preveía y en la que el PP debe consolidarse como la primera y única fuerza constitucional, democrática y defensora de las libertades, la separación de poderes y el Estado de Derecho frente los intentos totalitarios y rupturistas de Sánchez y sus socios de la Frankestein.

Una legislatura que más que legislativa se apunta como una legislatura de confrontación con tres grandes frentes de conflicto: el debate territorial, la economía y, sobre todo, la defensa de una Constitución. Tres grandes retos para los que, en palabras de un destacado parlamentario popular, no sólo se necesita hacer una oposición "dura y fuerte, sino también inteligente" y para la que parecía necesario un perfil con "más experiencia, imagen y conocimiento de los entresijos del Congreso" que Miguel Tellado. Máxime teniendo en la Presidencia de la Cámara a una Francina Armengol de demostrada sumisión a Sánchez y que estos días volvía a cargar con dureza contra el supuesto negacionismo de la violencia de género de la oposición sin acordarse de las niñas prostituidas en Baleares durante su presidencia en el Gobierno autónomo.

Aunque, cierto es, que la inexperiencia de Tellado ha sido acertadamente compensada con los nombramientos de Cayetana Álvarez de Toledo y Rafa Hernando como portavoces adjuntos, que aglutinan la contundencia y la experiencia precisas para intentar frenar la deriva autoritaria y el derribo del sistema de libertades del 78. Y, lo que nadie duda, es que pese a su inexperiencia en Madrid, Tellado siempre saldrá ganando en oratoria, estilo y planteamientos frente a la mayoría de portavoces del resto de grupos parlamentarios, caracterizados por su mediocridad y, sobre todo, en comparación con el servil, histriónico y mitinero socialista Patxi López.

Menos dudas suscita la nueva portavoz en el Senado, Alicia García, a la que tanto en Génova como en los grupos parlamentarios califican de trabajadora, luchadora, con amplia experiencia de gestión en la Junta de Castilla y León y como diputada en el Congreso de los Diputados, donde fue una de las principales fustigadoras del anterior Gobierno de Pedro Sánchez, sobre todo de la exministra Irene Montero.

Y en este "juego de los cubiletes" de Feijóo, como lo definía un dirigente popular, si se echa en falta una figura de prestigio y de primer nivel para dirigir y ser la voz incuestionable en el debate económico. Que, probablemente no sea el más relevante en estos primeros meses de legislatura donde primarán el debate constitucional y el territorial, pero que todo apunta irá cobrando relevancia a medida que transcurra un 2024 en el que todos los organismos nacionales e internacionales vaticinan una fuerte desaceleración económica en España y en la eurozona con Alemania en recesión, con fuga de inversiones por la inseguridad jurídica de las empresas y una política fiscal esquilmatoria, una importante ralentización en un sector industrial que lleva ya ocho meses consecutivos de caída, el freno y marcha atrás en un mercado de trabajo que lleva ya once meses consecutivos de caída en la contratación y, en definitiva, empobrecimiento general de una sociedad donde ya hay más de 12 millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social.

Y, como asignatura pendiente para los nuevos cargos queda también la relación con Vox. Un partido, el de Santiago Abascal, que debería plantearse que hoy es el principal aliado del sanchismo y no sólo por la ley electoral que penaliza la división. Sánchez y Vox se necesitan mutuamente. Sin Sánchez, Vox no existiría y sin Vox, Sánchez no podría agitar el fantasma de la ultraderecha, que a falta de programa y de proyecto, es su principal argumento para agitar las tripas de quienes le votan.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky