Opinión

Tiempos duros para el autoconsumo

Vivimos en un país que vive casi todo con pasión y cuando nos da por algo, somos tan capaces de amarlo con intensidad, como de abandonarlo con absoluta desidia. Pocas veces nos instalamos en el término medio, que, al fin y al cabo, es lo que necesita una actividad como el autoconsumo que ha vivido en el último año y medio largo su momento dorado, pero que parece estar en declive.

Antes de analizar las razones del vaivén de la actividad, conviene decir que sus virtudes siguen intactas. Sigue siendo la mejor forma de ahorro para particulares, pero también para industrias que, a modo de contrato de compraventa de energía a largo plazo, son capaces de fijar un precio y una producción de energía limpia en un periodo de tiempo determinado.

Quedan barreras regulatorias que superar, casi siempre relacionadas con las dificultades de conectar una instalación a la red de distribución para poder exportar los excedentes. Tampoco la regulación ha conseguido dinamizar por el momento el autoconsumo compartido o las comunidades energéticas, cuyo espíritu en la práctica, es difícil de promover como un negocio para quienes arriesgan su tiempo y su dinero. Pero también es cierto que, con las mismas barreras existentes, las cifras de potencia instalada han llegado a ser impresionantes, pero imposibles de sostener en el tiempo.

En todas las intervenciones en público que he tenido oportunidad de hacer para hablar de autoconsumo, he advertido de que, para sostener la actividad en el tiempo, era primordial tener una visión a largo plazo sin la ansiedad de querer dominar el mercado, recordando que Roma, tampoco se construyó en un día.

Los altísimos precios de la energía que comenzaron hace dos años, estaban inicialmente provocados por la rápida recuperación de la actividad febril en Asia, capaz de acaparar gran parte de la demanda mundial de gas y de asumir sus altos precios. Las razones por las que esos precios altos se han sostenido en el tiempo, a modo de tormenta perfecta, son varias y podrían ir sin ser exhaustivos desde la parada de gran parte del parque nuclear francés para solventar problemas técnicos, a la invasión rusa de Ucrania. Pero con todo lo que queramos añadir a estas explicaciones, nada estimuló tanto el autoconsumo como las portadas de los telediarios publicando el precio del MWh en el mercado diario, como si hablásemos del litro de combustible. El hecho de que el consumo medio de energía de un hogar en España no supere los 4 MWh al año, no servía para apagar la alarma en la que se desenvolvían los ciudadanos en aquellos convulsos momentos.

Recordemos que, en aquellos momentos, endeudarse era algo al alcance de cualquiera y que, por tanto, la inversión en paneles fotovoltaicos no suponía un gran esfuerzo en las economías familiares, pero mucho menos en los negocios a los que la subida del precio de la electricidad afectaba enormemente, haciendo peligrar su viabilidad.

La lluvia de ayudas y subvenciones, que parecía caer como un maná desde Europa, condicionaba la toma de decisiones, para desilusionar más tarde a quienes se perdían en la maraña burocrática, e incluso para comprobar que en ocasiones el dinero prometido, nunca llegaba.

El boca a boca de estas situaciones ha hecho desconfiar a muchos consumidores y empresas sobre la conveniencia de instalar autoconsumo. Pareciendo más importante ser beneficiario de una subvención que del ahorro que día a día generan los paneles fotovoltaicos.

La subida de tipos de interés ha provocado también que el ahorro de las familias se dedique al pago de las hipotecas o al consumo, a tenor de los datos de incremento de créditos al consumo publicados después del verano o de la amortización de dichas hipotecas, reduciendo la renta disponible para instalaciones que se amortizan en pocos años.

La subida de la cesta de la compra abunda en la necesidad de destinar mayor cantidad de dinero al mantenimiento de los hogares, que claramente ya no ven tan necesaria la autogeneración de energía.

Parece que hay una lógica en esta sucesión de acontecimientos, a la que cabría añadir una bajada de los precios de la electricidad en el mercado mayorista que dificulte la visibilidad del ahorro, pero lo cierto es que los precios medios en el mercado de futuros siguen cotizando por encima de las medias históricas cercanas a los 50€ MWh de los mercados diarios, que siguen cerrando mes a mes más cerca de los 100€/MWh, muy lejos de la regresión a la media.

Quizás lo correcto sería comparar los datos actuales con los anteriores al rally vivido en los dos últimos años, para poder analizar con frialdad la evolución del sector hasta el momento, pero sobre todo para proyectar el crecimiento futuro.

La clave para la supervivencia del sector es implementar soluciones integrales

La industria renovable ha crecido históricamente en España a base de grandes impulsos seguidos de fuertes parones, lo que ha obligado al sector a crecer desmesuradamente para afrontar posteriores momentos de crisis. Y lo hemos visto, y vivido, mediante la sucesiva publicación de textos normativos que aceleraban o frenaban en seco su desarrollo.

Con el autoconsumo, pasamos de una regulación enrevesada y poco realista, a una regulación muy estimulante y cuyas expectativas no se están cumpliendo para muchos de los actores que con tanta fuerza han accedido al mercado en los últimos años.

Los consumidores, tanto las empresas como los hogares, muchas veces son ajenos al discurso renovable y sostenible de la energía solar, siendo el ahorro expresado en euros, el mayor de los estímulos para la instalación de paneles.

El crecimiento del sector fotovoltaico de conexión a red que ha acaparado realmente el crecimiento de la industria fotovoltaica con la aparición de los parques de decenas o cientos de megavatios va a condicionar de forma radical al autoconsumo por la depresión de los precios de la energía en las horas solares en las que cada vez es más difícil visibilizar el ahorro.

En este contexto, se vislumbra la necesidad de ir más allá de la simple instalación a bajo costo de paneles solares. La clave para la supervivencia y un crecimiento sostenible de la industria radica en la implementación de soluciones integrales, que incluyan no solo la generación solar, sino también el almacenamiento de energía y la flexibilidad en la gestión por parte de los comercializadores. Estos elementos se perfilan como fundamentales para un desarrollo equilibrado y perdurable en el tiempo.

Y es que el desafío más significativo que enfrenta nuestro sistema eléctrico es la gestión de la demanda en todos sus niveles. Afrontar esta tarea no solo es esencial para la estabilidad del sistema, sino que también constituye el medio mediante el cual podemos cumplir con el mandato europeo de proporcionar energía limpia, asequible y abundante a nuestros ciudadanos. En este compromiso colectivo, se encuentra la promesa de un futuro energético más sostenible y esperanzador para las generaciones venideras.

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