
La inflación, en buena parte del mundo, se está cronificando, es decir que todo indica que seguiremos teniendo subidas generalizadas de precio, como comentábamos la semana pasada. A corto plazo, además, en la Unión Europea, incluyendo a España, tendremos más inflación. Hay dos razones fundamentales: una es el precio de los alimentos, que, debido a la sequía, las malas cosechas y la suspensión del acuerdo que permitía exportar cereales a Ucrania, parece que se seguirá incrementando. La segunda razón está en la energía, cuyo precio alcanzó máximos hace un año, y ahora la comparación de los precios actuales no se hace con precios tan altos, sino con precios que se fueron reduciendo.
Por esas razones, la inflación, por debajo del 2%, que llegamos a tener en julio era un espejismo, y, por lo tanto, cabe esperar que la inflación general vaya convergiendo hacia el nivel de la inflación subyacente. Aunque la situación de la inflación en España sea mejor que la del resto de Europa, nosotros también tenemos un problema de inflación. Y esto es lógico, aunque sólo sea porque la inflación es la subida del nivel general de precios, es decir de la capacidad de compra de una moneda. Por eso, el deterioro de la moneda afecta a todos los que utilizan la misma. Y para lo bueno, y para lo malo, compartimos moneda con nuestros socios europeos, lo que significa que también compartimos, en buena medida, una inflación que se cronifica.
Y la cronificación de la inflación tiene consecuencias, que, también, compartimos. La más evidente es que los tipos de interés se van a mantener elevados durante bastante tiempo. O, dicho de otra forma, que no volveremos a ver, al menos en muchísimo tiempo, unos tipos de interés tan bajos como hemos tenido en Europa hasta hace poco. Esto tiene unas cuantas consecuencias, y las más obvia es que los deudores tendrán que pagar más intereses para financiar sus deudas. En el caso de los Estados, todos tendrán que pagar mayores intereses para financiarse. Pero el efecto será superior, por ejemplo, en el caso de España o Italia que tienen más déficit y están más endeudadas- en relación con el tamaño de su economía- que Alemania.
Esto no sólo es un problema presupuestario, sino que como se demostró en la anterior crisis financiera, puede tener otros efectos peores. Si los capitales consideran que existe más riesgo de impago en Italia, por ejemplo, que, en Alemania, exigirán mayores intereses a la deuda, pública pero también privada, de Italia. Esto ya existe y es lo que se conoce como prima de riesgo, pero que si aumenta de forma importante puede poner en jaque incluso la propia moneda única, como ya pasó en 2012. Por eso, habría que ser más responsables fiscalmente ahora, aunque sólo sea porque el margen del BCE es, ahora muy inferior. Si el BCE se pone a comprar más deuda, como ya hizo en periodos anteriores, inyectará más dinero en la economía, que es precisamente lo que no se debe hacer para que la inflación no aumente.
Es cierto que la inflación permite recaudar más impuestos. Sin embargo, llega un momento en que el efecto se diluye. Así, en España en los impuestos indirectos, IVA e Impuestos Especiales tienen la misma recaudación acumulada en los seis primeros meses de 2023 que en el mismo periodo del año anterior. Lo que está permitiendo recaudar más es el IRPF, pero por el efecto de la progresividad en frío, el aumento del tipo efectivo con la misma o menos capacidad económica, lo que es una subida de impuestos. A medio y largo plazo, especialmente si se cronifica la inflación, habrá que adaptar el IRPF, que recae fundamentalmente en salarios y pensiones, que no podrá sostener en exclusiva los aumentos del gasto público, tanto por envejecimiento de población, como por los intereses de la deuda.
La otra consecuencia del mantenimiento de elevados tipos de interés es la reducción de la inversión. En muchos proyectos que antes se podían financiar, ahora simplemente no salen los números, porque hay que pagar más intereses. Esto coincide, además, con mayores necesidades de inversión, las derivadas de la transición ecológica. Este proceso de transición implica que hay que sustituir un stock de capital, como fábricas de vehículos de combustión o gasolineras, antes de que concluya su periodo de amortización, por lo que hay que invertir más. Pero, esa inversión hay que financiarla a mayores tipos de interés. Esto conlleva, por ejemplo, automóviles más caros o energía a mayor precio. Como, además, la transición energética, que la parte más importante de la transición ecológica implica internalizar costes de emisión que antes no se pagaban, tenemos más inflación por varias vías que se retroalimentan entre sí.
En cualquier caso, las políticas anti-inflacionistas producen dolor y sacrificio. Pero, a medio y largo plazo, una economía inflacionista es una economía en la que se deteriora el mecanismo de intercambio y el depósito de riqueza, que es muchísimo peor. Si la inflación se cronifica, entonces se cronifican los problemas económicos que produce la inflación. Además, es inevitable mantener elevados los tipos de interés, porque la alternativa no es un nivel de inflación elevado sino una inflación descontrolada.
Por supuesto, no estamos solos en el mundo. Esto quiere decir que, si como parece, Estados Unidos sí está dispuesto a seguir elevando sus tipos de interés para reducir la inflación, el dólar se revaluará a costa del euro. Esto supondrá importaciones más caras, especialmente de gas y petróleo que, fundamentalmente se pagan en dólares. Pero, el efecto más importante no es que eso aumente, a su vez, las tensiones inflacionistas a corto plazo, sino que la pérdida de peso del euro sería un factor más en que la economía europea se vaya quedando rezagada en el contexto mundial.
En fin, todo esto no tiene casi nada de positivo, pero, además, cuanto más tiempo se tarde en hacer todos los esfuerzos necesarios para estabilizar los precios más complicado será por la inercia de ciudadanos y empresas que se habrán acostumbrado a exigir aumentos salariales y de precios. De alguna forma, los sacrificios habrá que pagarlos con intereses, cada vez más caros.
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