Las economías de todo el mundo se han visto sobrecargadas por los acontecimientos de los últimos tres años. La pandemia del Covid-19 se cobró millones de vidas y paralizó a la economía mundial. La guerra brutal de Rusia hace lo mismo con una cantidad devastadora de vidas e infraestructura en Ucrania, lo que generó repercusiones sísmicas para los precios del petróleo y de los alimentos en un momento en que la economía global estaba recuperando el equilibrio.
Sobre todas estas crisis se asoma el cambio climático. Sequías e inundaciones severas han alterado la capacidad agrícola y exacerbado la escasez de energía en todo el mundo. Estas alteraciones han resultado en una escasez grave de productos esenciales, lo que a su vez ha desacelerado el crecimiento global y contribuido a una alta inflación en muchas economías. En el mundo en desarrollo, hemos visto un incremento de la pobreza por primera vez en décadas.
En el transcurso del año pasado, la administración del presidente norteamericano, Joe Biden, ha presentado un plan económico histórico para fortalecer la resiliencia de Estados Unidos contra alteraciones costosas del suministro como las que hemos experimentado. Hemos fortalecido nuestros esfuerzos para aliviar los cuellos de botella en los puertos con una supervisión constante de nuestras cadenas de suministro y una inversión histórica en nuestra infraestructura física. Y hemos sancionado legislación que ampliará la capacidad manufacturera doméstica en sectores medulares del siglo XXI como semiconductores y energía limpia.
Sin embargo, creo que el éxito de nuestro plan también depende de la política económica en el exterior. El concepto tradicional de libre comercio hace hincapié en la eficiencia del comercio gobernado por una ventaja comparativa. Esa es la teoría económica que sugiere que cada nación debería producir aquello en lo que comparativamente es mejor. La ventaja competitiva explica las mejoras de eficiencia del comercio internacional y la especialización. Pero hemos aprendido que también debemos tener en cuenta la fiabilidad del comercio.
En el mundo de hoy, creo que cualquier agenda económica debe considerar la posibilidad de que los shocks regionales y globales tengan un impacto en nuestras cadenas de suministro, incluyendo los shocks generados por las políticas de ciertos gobiernos extranjeros. Nos preocupan las vulnerabilidades que resultan de una concentración excesiva, los riesgos geopolíticos y de seguridad y la violación de los derechos humanos. A través de una estrategia llamada friend-shoring (NdT: limitar el comercio de insumos esenciales a países confiables), la administración Biden apunta a mantener las eficiencias del comercio promoviendo a la vez la resiliencia económica para Estados Unidos y sus socios.
Podemos exportar los productos que producimos de manera más eficiente. Y podemos importar productos producidos más eficientemente por otros países. Para las empresas, el comercio incentiva la producción al ofrecer un mercado más grande para las exportaciones. Permite que nuestras empresas más productivas se expandan y creen buenos empleos para más gente. Para los consumidores, implica precios más bajos y mayores opciones de los productos que compramos. El comercio también alienta el flujo global de ideas, esencial para el descubrimiento científico y el avance tecnológico.
El primer riesgo es la concentración excesiva. Estados Unidos y sus socios tienen un fuerte interés en crear redundancias en nuestras cadenas de suministro. Debemos evitar la concentración excesiva de la producción de bienes esenciales en un mercado particular. La concentración de fuentes para componentes clave a veces puede reducir los costos. Pero hace que las cadenas de suministro sean vulnerables a la serie de alteraciones que afectan a los trabajadores y a los consumidores.
Los riesgos de la concentración pueden manifestarse de manera más intensa durante una crisis. Estos episodios introducen shocks de oferta o demanda repentinos; también pueden incitar a los países a volverse hacia adentro. Antes de la pandemia, EEUU importaba casi la mitad de sus equipos de protección personal de China. Cuando se disparó la demanda global a comienzos de 2020, esta concentración contribuyó a escaseces drásticas de estos equipos para los trabajadores norteamericanos de primera línea.
Nunca más debemos volver a obligar a nuestros profesionales de la atención médica a recurrir a bolsas de basura como protección durante una emergencia de salud pública. Y eso exige reformular nuestras cadenas de suministro.
Segundo, debemos protegernos contra los riesgos geopolíticos y de seguridad. Rusia no sólo está librando una guerra brutal contra Ucrania; también ha utilizado las exportaciones de materias primas como un arma contra el mundo. Durante demasiado tiempo, gran parte del mundo estuvo dispuesta a creer el argumento de Rusia de que era un proveedor confiable de energía barata y conveniente.
Las consecuencias son claras. En los últimos cinco meses tras la invasión rusa de Ucrania, el precio del gas natural en Europa se disparó un 170%. La destrucción de los almacenamientos de granos y el bloqueo de los puertos ucranianos por parte de Rusia también han hecho subir los costes de los alimentos. El Programa Mundial de Alimentos estima que la guerra de Rusia podría hacer que hasta 70 millones más de personas padezcan una inseguridad alimentaria aguda.
Tercero, debemos dejar de utilizar cadenas de suministro que violen los derechos humanos esenciales. Durante décadas, Estados Unidos ha prohibido la importación de productos fabricados con mano de obra forzada. Un área de particular preocupación son las importaciones de la región de Xinjiang en China, donde el Gobierno chino ha perpetrado abusos de derechos humanos contra uigures y otros grupos minoritarios étnicos y religiosos. Ha convertido a los detenidos en sus campos de internamiento en mano de obra forzada utilizando amenazas de violencia, abuso físico y sexual y tortura. La Administración Biden está restringiendo las importaciones de productos producidos con mano de obra forzada de Xinjiang, entre ellos algodón, tomates y ciertos productos a base de sílice. EEUU siempre defenderá los derechos humanos. Y debemos seguir haciéndolo, inclusive a través de nuestras decisiones en torno a las cadenas de suministro.
Los riesgos de las cadenas de suministro son una causa de preocupación. En los dos últimos años, estos riesgos han afectado nuestro crecimiento económico y han hecho subir los costes para nuestras familias. También han perjudicado nuestra seguridad nacional. Es hora de implementar una estrategia sistemática para abordar estas vulnerabilidades.
La estrategia de friend-shoring de la Administración Biden apunta a profundizar nuestra integración económica con un número importante de socios comerciales confiables con quienes podamos contar. Y pretende generar redundancias en las cadenas de suministro para reducir los riesgos que corren nuestras economías. Creemos que es importante no llevar adelante un comercio que sólo busque las cadenas de suministro más baratas sin considerar otros factores como la concentración, la geopolítica y la seguridad, y los riesgos para los derechos humanos. Al hacerlo, generaremos una mayor certidumbre y fiabilidad para productos clave e insumos críticos para consumidores y empresas.
No buscamos producir todo nosotros. Tampoco pretendemos limitar el comercio a un pequeño grupo de países. Eso sería dañar sustancialmente las alzas de eficiencia del comercio y afectaría la competitividad y la innovación de EEUU. Más bien, nuestro objetivo central es no comerciar con países peligrosos ni operar con cadenas de suministro concentradas.
Estados Unidos está creando alianzas similares en la región del Indo-Pacífico a través del Marco Económico del Indo-Pacífico (IPEF por su sigla en inglés) y, en América Latina, mediante la Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica. Los países del IPEF -que representan el 40% del PIB global- se han comprometido a establecer sistemas de alerta temprana y coordinar entre sí los esfuerzos para diversificar las cadenas de suministro.
El friend-shoring no está destinado a un grupo cerrado de países. Es abierto e incluye a nuestros socios en los merados emergentes y los países en desarrollo, además de las economías avanzadas. De hecho, una parte esencial de nuestra agenda consiste en profundizar la integración de Estados Unidos y nuestros socios con los países en desarrollo.
El friend-shoring será gradual. Pero ya estamos viendo el desarrollo de nuevas cadenas de suministro. La Unión Europea, por ejemplo, ha trabajado con Intel para facilitar una inversión de casi 90.000 millones de dólares para crear una cadena de suministro regional para semiconductores en los próximos diez años.
El país norteamericano también está haciendo su parte. Estamos trabajando con nuestros socios confiables para desarrollar un ecosistema completo de semiconductores. Nuestros esfuerzos han recibido un impulso importante a través de incentivos para la fabricación doméstica de semiconductores implementados por la administración Biden este verano.
En términos más amplios, muchas empresas están diversificando sus cadenas de suministro en respuesta a las crisis recientes. En una encuesta, el 81% de los gerentes de cadenas de suministro a nivel mundial dijeron que ahora obtienen materias primas de dos proveedores en lugar de uno, comparado con el 55% en 2020. Las empresas norteamericanas muestran un creciente interés en retirar segmentos de la cadena de suministro de China, e instalarlos en el sudeste asiático o México.
Cuando dentro de algunas décadas miremos hacia atrás, creo que los últimos tres años serán vistos como un período extraordinariamente volátil en nuestra historia moderna. Todos hemos padecido enormes alteraciones de nuestras vidas colectivas: la pandemia, una guerra terrible en Europa y desastres naturales cada vez más destructivos. Pero también creo que será visto como un momento en el que Estados Unidos y sus socios impulsaron un nuevo pilar de nuestra agenda económica, centrado en la resiliencia. Confío en que esta agenda fortalecerá nuestro dinamismo económico ofreciendo al mismo tiempo una mayor estabilidad económica para nuestro pueblo.
© Project Syndicate
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Janet Yellen, secretaria del Tesoro de EEUU y expresidenta de la Reserva Federal