Opinión

¿Viene otro Lehman? Europa camina hacia la fragmentación

  • Sin la solidaridad germana, Europa pasará frío este invierno
  • Roma tiene todas las papeletas para colocarse en la diana de los especuladores
Ursula von der Leyen no logra rescatar a Sánchez. Imagen: PV.

Europa pasa por uno de los momentos más cruciales para su historia desde la crisis del euro de 2008. El hombre que salvó en aquellos momentos el euro, Mario Draghi, con su famosa advertencia a los mercados de que "haré lo que sea necesario" podía ser ahora el desencadenante de la inestabilidad. Con su dimisión, después de que el Parlamento rechazara sus reformas fiscales y jurídicas, podía dar paso a la ultraderechista y euroescéptica Giorgia Meloni, que lidera las encuestas al frente de Hermanos de Italia.

Con una deuda pública próxima al 150% del PIB y una dependencia del gas ruso del 80%, un corte del suministro provocaría una caída de su PIB del 5%. El incendio de la prima de riesgo italiana, que se encareció más de doscientos puntos en estos meses, contagiaría la de otros países del sur de Europa como la española o la portuguesa y forzaría al BCE a salir en su defensa.

Para evitar este riesgo, la institución monetaria presidida por Christine Lagarde aprobó este jueves un mecanismo para comprar deuda de cualquier país miembro, que sea objeto de ataques especulativos, a cambio de que su economía cumpla con los "objetivo fiscales" y su deuda sea sostenible. Unos condicionantes que, de momento, quedan en agua de borrajas, ya que el pacto de estabilidad está en suspenso por lo menos hasta el año que viene.

Pero cualquier desafío o incumplimiento de las normas fiscales de la UE dejaría a Italia fuera del escudo anunciado esta semana por la presidenta del BCE, y prendería la chispa de desconfianza de los mercados. Es lo que el ministro de Economía alemán, Robert Habeck, denomina el momento Lehman, el banco estadounidense que quebró en septiembre de 2008, provocando un efecto dominó sobre el resto de entidades financieras y del mundo.

La prima de riesgo española, aunque se encareció cerca de cien puntos, está tranquila, al igual que los famosos Credit Default Swaps (CDS), que miden la confianza crediticia de un país en los mercados financieros. Pero me consta la creciente preocupación del Gobierno español, aunque no lo reconozca públicamente. "Con unos mercados tan volátiles, las perspectivas cambian en cinco minutos", señalan en medios oficiales.

La economía española está ahora mucho más sólida que en 2008, las familias han creado un colchón de más de un billón que aportaría alrededor de un punto del PIB si se gastara de repente, según el Banco de España, al igual que ocurre con las empresas. La deuda pública alcanza, sin embargo, el 120% y el déficit público duplica, prácticamente, el objetivo del 3%, que Europa volverá a exigir cuando restablezca los objetivos de déficit. Claro que eso ya será en la próxima legislatura.

¿De qué va a depender, en esta ocasión, si se produce un momento Lehman? Estamos en manos de Vladimir Putin. Un corte del gas ruso arrastraría a Europa a la recesión y a España detrás. Pero la estrategia del presidente ruso es mucho más sutil, como hemos visto esta semana, en que reanudó el suministro de gas a menos de la mitad. Entre otros asuntos, porque Rusia tampoco puede permitirse perder los ingresos que proporciona este hidrocarburo. Su plan consiste en sembrar incertidumbre sobre los suministros para dividir a los europeos, en un momento muy delicado.

El martes, una fuente autorizada del Kremlin sugirió que reabriría el gasoducto Nord Stream I. Pero al día siguiente se advirtió que sólo funcionaría a un tercio de su capacidad porque la turbina en reparación en Canadá aún no había llegado por culpa de las sanciones internacionales y antes de ponerse en funcionamiento habría que ver si cumple con los estándares de calidad suficientes.

Pero, ¡no se lo pierdan!, el lunes otra de las turbinas se envía también a mantenimiento. Una operación rutinaria se está transformando en un vía crucis. Putin pretende dividir Europa por dos caminos simultáneos: el energético y el de política monetaria.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, presentó este miércoles un plan para reducir de manera voluntaria el consumo de gas el 15% este invierno. El porcentaje no es casual, ya que entre el 15 y el 20% es la estimación que se quedaría si gas en caso de interrupción total.

El plan de Von der Leyen choca con dos problemas: conseguir la colaboración de los 27 y que no deja claro los criterios legales para aplicarse de forma obligatoria en caso necesario, lo que abre la puerta a las discrepancias, como busca Putin.

Una de las primeras en protestar fue nuestra vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, quien se declaró en rebeldía, después de presumir durante meses de que España no iba a tener problemas ni con los hogares ni para la industria. El plan sólo obliga a los estados miembros a ser solidarios en caso de un riesgo extremo de escasez o por una demanda "excepcionalmente" elevada. Francia, Alemania, Polonia, Irlanda y Holanda también han expresado sus dudas sobre su legalidad.

Existe la impresión errónea de que el principal problema si Putin cierra el grifo lo tiene Alemania, porque importa a través del Nord Stream I el 60% de sus necesidades de consumo (1.700 teravatios hora). Pero, aproximadamente, la mitad de esta energía la redistribuye luego a otros países europeos como Francia, Austria o Suiza. En caso de que redujera a cero las reexportaciones, Alemania limitaría su déficit de gas al 20%, según UBS.

No hay que olvidar que en la hipótesis de una interrupción, el gas duplicaría su precio hasta los 200 euros el megavatio y Berlín atesora un gran superávit para sufragar los costes, mientras que la tesorería española o italiana son mucho más precarias.

Sin la solidaridad germana, Europa pasará frío este invierno. ¿Por qué no estamos dispuestos a colaborar y pedimos, sin embargo, que el BCE apruebe un instrumento de defensa de la prima de riesgo española o hemos recibido 150.000 millones del programa Next Generation para evitar la fragmentación de Europa entre el Norte, menos afectado por la pandemia, y el Sur?

Todos los estados miembros deberían arrimar el hombro sin excepción, pero la propuesta ahonda las diferencias entre ellos. De todas maneras, en el caso de España la polémica resulta fútil, será muy complicado enviar más gas a Europa, debido a que los gasoductos ya funcionan a plena capacidad.

El gran afectado cuando Putin cierre este invierno el grifo será Italia, no Alemania, pese a los esfuerzos de Draghi para lograr que Argelia duplique sus exportaciones. Sin gas, con una deuda por las nubes y un Gobierno sin timonel, Roma tiene todas las papeletas para colocarse en la diana de los especuladores si las cosas se complican. Ni siquiera aprobó las reformas para recibir el siguiente tramo de los fondos Next Generation. España es la siguiente de la lista.

¿De qué le sirve a Sánchez subir los impuestos a la banca o a las eléctricas para mandar un mensaje a los ciudadanos de que está dispuesto a defender al pueblo llano frente a las grandes corporaciones si la culpa no es de ellas? De nada, como se vio este viernes en la reunión de Calviño. Sólo conseguirá debilitar a los bancos y encarecer el crédito a empresas y familias en un momento en que éstas lo necesitarán para pasar el bache que se aproxima.

Europa camina hacia una fragmentación entre el Norte rico y el Sur derrochador. Y lo peor es que Sánchez es como el rey desnudo, incapaz de reconocer que debe preparar la economía para la tormenta que se avecina, pero no con más impuestos, sino con un plan de consolidación fiscal como le exige desde la Comisión Europea hasta el BCE.

El ascenso de las ministras de Hacienda y de Educación, María Jesús Montero y Pilar Alegría, respectivamente, a altos cargos en el Partido Socialista es una muestra de que su interés está en poner la economía al servicio de la política para revalidar su mandato el año que viene, en vez de al revés.

La subida de los tipos de interés en medio punto y el mecanismo antifragmentación aprobado por el BCE apuntan a que teme tensiones en los precios de gas y de las primas de riesgo este invierno. La guerra no ha terminado. Putin presiona para lograr que se produzca un momento Lehman, como advirtió el ministro de Economía teutón.

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